Temple

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Amanecía y el peliverde se dio vuelta viendo el techo y esa mala sensación se había alojado desde ayer en su pecho, desde que rubio le avisó sobre su visita a la casa de su familia.

Algo le decía que no fueran pero conociendo al rubio lo más probable es que aunque le dijera que no fueran el rubio iría solo, lo mejor que podría hacer sería ir preparado, si era lo mejor, se llevaría a Wadō Ichimonji la katana en la que más confiaba y aún así se llevaría una Glock como apoyo.

Era temprano el peliverde no vio movimiento quizás hoy sería la excepción de que le ganara al rubio a despertarse temprano, desde que llegó hace un mes el rubio siempre le ganaba no importaba que tan temprano fuera, esa era de las cosas que al peliverde le causaba incertidumbre, pues son pocos los que se levantaban tan temprano como ese rubio que no le encontraba sentido del que despertara tan temprano pues no es como si hiciera otra cosa que tomar un té o agua y decir "el desayuno estará listo en 1 hora, marimo", tampoco parecía que prepara el desayuno, ¿no?, nunca lo vio preparar algo de comer por eso asumía que al rubio le traían desayunos, comidas, etc del Baratie. Bueno que ahora que pensaba en el Baratie tampoco escucho su voz dentro de la cocina de aquel restaurante, el peliverde pensaba que el rubio trabajaba como administrador o algo asi, pero nunca en la cocina como tal.

Iba caminando en el pasillo rumbo a la sala cuando se asomo, -buenos días marimo- hablaba monótonamente el rubio, el peliverde se sorprendió eran las 6 de la mañana y ahi estaba tomando agua enfrente de uno de los ventanales traía una playera de manga corta podía ver la herida ahora sanada y de ese tono levemente rosado señal de que era reciente, -buenos días cejillas- si ese apodo que le había dado cuando se pelearon en los primeros días de conocerse le quedaba al 100%; siguio su camino hacia el gimnasio, Zoro sabía a la perfección sin que el rubio le dijera que el delicioso desayuno estaría a las 7:30 de la mañana se había vuelto parte de su rutina en ese mes.

Cuando regresó del gimnasio el rubio ya tenía prácticamente la mesa lista para desayunar así que se sentaron y comieron en silencio.

El peliverde se levantó e iba a recoger los platos cuando el rubio le habló -Nos iremos a mediodía- el peliverde le miró dudoso, -¿estás seguro que quieres ir?, inquirió el peliverde en busca de alguna reacción del rubio.

-Marimo ¿acaso estás preocupado por mi?- le decía el rubio con un tono de burla.

-¡Cállate!.

-Marimo, siempre tan sensible, pero verás no tengo de otra.

Y se fue a su habitación el rubio dando por terminada la charla, el peliverde se dijo que algo no le estaba diciendo bueno nunca le decía nada pero esto no le gustaba nada. Cuando termino de lavar los platos como hacía hace un par de semanas, se fue a su habitación y abrió el closet tomó uno de los trajes formales junto con una camisa y corbata. Cogio la maleta larga y la coloco sobre la cama, abrió un compartimiento y ahí estaba la Glock 19 comprobó el cargador y cogió otro, cerro y abrio la maleta por los cierres de los costados para abrirla por la mitad en diagonal y ahi encontro la pulcra saya de la katana y en el lado contrario estaban sus otras dos katanas, esta vez solo sería Wadō Ichimonji. Se quedó pensativo, últimamente tenía la mente revuelta, tenía tiempo se sentó enfrente del ventanal que poseía la habitación y medito, si su instinto estaba en lo correcto debía tener la mente clara y centrada para proteger al rubio engreído de lo que sea que su ser le prevenia.

Cuando paró de su meditación era poco después de las 11 de la mañana fue al baño y tomo una ducha salió con una toalla en la cintura y otra secando su cabello, miro hacia el espejo y se decía mentalmente como un mantra "debes estar alerta", mientras se colocaba la camisa vio hacia el ventanal sabía que despues de esto debía hablar con su jefe, el plazo que le había prometido se había cumplido. Dio un último vistazo a la Glock la acomodo en la funda, se volteo y miro a Wadō Ichimonji se puso el saco y salió; espero al rubio en la sala, ya era cerca de mediodía.

Entre la espada y un rubioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora