Ingenuo I

294 45 9
                                    

Habían pasado algunas calles en silencio el peliverde podía ver por el rabillo del ojo al rubio tenía una mirada serena pero determinada, se preguntaba el porque evidentemente le mintió acerca de adónde se dirigía y que evidentemente no quería que fuera con él, recordó las palabras del pelirrojo "no dejes que haga una estupidez".

Sanji dirigió el bello Mustang negro a un estacionamiento, lo apago, se volteó hacía el peliverde.

-A dónde iremos, no puedes decir que eres mi guardaespaldas, no vayas rebanando gente- el peliverde no comprendía la razón, -vas conmigo como un amigo- el rubio se quitó el cinturón de seguridad.

Sanji pareció pensarlo un poco -puedes dejar ser mi guardaespaldas por el momento y quizás divertirte, no tengo inconveniente- ante la cara de duda del peliverde añadió -cuando entremos lo entenderás- y salieron del auto.

Caminaron una calle y dieron vuelta, se dirigieron a un gran lugar parecía una mezcla de fábrica y antiguas edificaciones art nouveau, el peliverde vio a gente afuera formada, el rubio se acercó al hombre corpulento de la entrada, le saludo y le hizo una seña al peliverde para que entraran.

La música era estridente, había bastante gente de la cual varios bailaban, el rubio pasaba entre ese mar, el peliverde le seguía de cerca y veía que el rubio atraía varias miradas algunas bastante atrevidas,aun así el rubio fue a la barra, el bartender al verlo le sonrió.

-Hay bastante gente.

El bartender se inclinó un poco -últimamente es usual.

Mientras el rubio entablaba conversación con el bartender una chica se le acercó al peliverde, distrayéndole de la conversación del rubio con aquel hombre -¿quieres bailar?- se ve que no andaba con rodeos pero no le hizo caso.

Cuando volteó hacia el rubio, el bartender le acercaba un vaso de cristal que tomó y bebió un poco -¿esta Iceburg?-preguntaba Sanji y el bartender le sonrió aún más.

-Ya sabes que puedes pasar...- el bartender miró al peliverde y luego al rubio, este último tomo lo que quedaba en su vaso y se lo dejaba al hombre detrás de la barra -te lo dije, ¿no?...-, volteaba y se dirigía al peliverde -...puedes hacer lo que quieras...- Zoro no le contestó nada.

El rubio camino entre la gente hacia un hombre de traje negro que en el instante que lo vio le cedió el paso del angosto pasillo que el mismo bloqueaba.

Era un lugar como el anterior con mucha gente, se podría decir que más "selecta" que también bailaban y bebían, se dirigió a la barra y había un hombre sentado al que se dirigió el rubio.

Zoro no alcanzó a escuchar todo lo que decía más que lo último.

-....Espéralo, fue por unos asuntos además es temprano diviértete y no te preocupes corre por cuenta de la casa- el rubio asintió con la cabeza.

Sanji se volteó hacia el peliverde, -¿quieres algo?- pero Zoro negó nuevamente.

Fueron a sentarse a unos asientos tipo cabina de media luna en lo que una mesera se acercó y les ofreció un menú de bebidas que por el ruido el peliverde no oyó, el rubio lo miro y le paso el menu de las bebidas para que pidiera, aunque Zoro no estuviera muy convencido de beber ahí; no tardo en acercarse una bella chica al rubio pero él cortésmente declinó su oferta de bailar, ella miró al peliverde pero él no hizo caso.

-Estaremos aquí un rato- decía el rubio cuando la mesera regresaba con sus bebidas: al rubio por lo que se veía era la misma que había tomado cuando llegaron, el peliverde por su parte miró su vaso de bourbon, el rubio levantó su vaso hacia Zoro en forma de brindis y tomó un sorbo.

Entre la espada y un rubioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora