004| Reencuentro.

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  Las grandes cosas de hoy surgen de las cenizas de ayer.—Superman  

Algo iba terriblemente mal. Sentía un persistente pinchazo en la cabeza que repartía el dolor a lo largo del cuerpo como una oleada. Un líquido espeso me recorría la sien y me atrevería a afirmar que se trataba de mi propia sangre que brotaba perezosamente de la herida abierta que el matón me había infringido con la parte posterior de la pistola.

Algo sucio y húmedo me cubría la boca, evitando así que pudiera chillar para alertar a los vecinos de lo que estaba ocurriendo en el ático de los Smith.

Los párpados me pesaban y a través de las pestañas enredadas distinguía confusas manchas borrosas. Escuchaba como el hombre ponía patas arriba el apartamento. Destrozando los adornos de cristal, llenándose los puñados de joyas y cogiendo todo el efectivo que podía encontrar.

Traté de mover los dedos que tenía entumecido debido a las fuertes ataduras que me mantenían encadenada a la silla. La sangre apenas circulaba hacia las puntas y empezaban a dolerme profundamente.

A mi lado Justin estaba tendido en el suelo, aún inconsciente, como una marioneta a la que habían cortado los hilos y abandonado a su suerte.

Desde luego... aquel no era mi día.

Alcé la cabeza con esfuerzo, abriendo los ojos finalmente. Los contornos perezosos comenzaron a definirse frente a mi cansada vista. El desastre que reinaba en la habitación me revolvió las entrañas. Pero no tanto como la idea de pensar qué pretendía hacer con nosotros.

—Parece que te has despertado, reina.

Una voz raspada y ronca me erizó hasta el último vello del cuerpo. Giré el cuello para toparme con el asqueroso sujeto que estaba desvalijando a los Smith.

Se acercó a mí con paso pesado. Me estremecí, haciéndome chiquitita sobre mí misma y deseando estar en cualquier otra parte que no fuera aquella. Si era cierto que todo el mundo tenía programada una muerte parecía que había conseguido evadir la mía pero de alguna forma el destino se las había ingeniado para que alcanzara mi misión de fallecer de una manera violenta a manos de un profundo cretino.

Se agachó para escrutarme con sus ojos oscuro.

—No deberías haberte despertado. Habría sido mucha fácil, ¿adivinas por qué?

Traté de hablar pero solo emití un sonido amortiguado a través de la mordaza que me cubría los labios.

—Si no hubieras despertado podría considerar dejarte aquí. Pero me has visto. Y no puedo permitir que vayas por ahí pregonando mi cara... ¿lo entiendes verdad? Un delincuente debe aprender una serie de estándares. Entre lo más importante es no dejar testigos que puedan inculparte más tarde —quería chillar pero solo logré otro sonido gutural— sh, tranquila. Te preguntarás el porqué de ir a rostro descubierto. Peco de ególatra, pero nadie es perfecto.

También tenía inmovilizadas las piernas. Las ganas de darle una patada eran tan intensas que casi me sentía con fuerzas de romper las ataduras y endiñarle con el talón en su asquerosa sonrisa mellada.

Casi.

—Aunque seré bueno contigo.

Oh, demonios aquello no sonaba para nada bien. Su mirada se tornó turbia, más densa y amenazante mientras se inclinó sobre mí. Un potente olor a suciedad, sudor, sangre y gasolina impregnó mis fosas nasales.

—Podemos divertirnos un poco antes, ¿no te parece? Eres una chica muy guapa —uno de sus sucios dedos rozó la piel descubierta de mis piernas desnudas. Empezó a subir, internándose por la parte interior de mi muslo. Un sollozo enmascarado me arañó la garganta cuando presionó sobre la tela que cubría aquello con lo que pretendía jugar— Pero no llores reina. No soy de llevarme trabajo a casa pero si esto sale bien quizás veas otro amanecer.

Ruby Tiger [✓].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora