Ruby Tiger [✓].

007| Límites.

Un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo —Daredevil 

San Francisco News era la cadena local bajo el mandato de su productora ejecutiva Gabriela Baker. Su sede se situaba en un imponente edificio de al menos cincuenta plantas. Todas ellas llenas de despachos de los distintos sectores a tratar en la televisión local.

No obstante desde un corto periodo de tiempo todos trabajan a una en un único y ambicioso objetivo: dar la información de todos los movimientos del Ruby Tiger.

Una enorme pantalla luminosa estaba adherida a la fachada anterior de la complicada estructura. En ella se repetían en bucle todas las imágenes tomadas en las contadas apariciones del individuo que había llevado a la locura mediática a mi progenitora.

Un individuo que había hecho comentarios acerca de mi ropa interior.

Y no, no estaba esperando en el vestíbulo de la recepción porque planeara comunicarle a mi madre los encuentros puntuales y fortuitos que había tenido con el ser más famoso de la ciudad.

Si soy realmente sincera no había un motivo concreto que pudiera explicar mi presencia en aquel edifico que pisaba en señaladas ocasiones.

Quizás no quisiera regresar a casa y encontrar a mi padre ahogado en humo de tabaco, sepultado en papeles de la editorial y estrujándose la cabeza para sacar adelante una historia que había entrado en dique seco.

Mi intención era, además, alejarme de todo lo relacionado con el superhéroe en alza. No quería volver a tener un contacto con él. Agradecía todas las molestias que se había tomado conmigo pero estaba claro que era hora de pasar página.

Demasiadas preocupaciones me ocupaban la mente como para añadir una de manera gratuita.

Era un carpetazo definitivo. Un adiós irrefutable.

O al menos eso era lo que tenía planeado.

—Diana.

Alcé la cabeza de la pantalla de mi teléfono móvil. Apenas podía contestar la avalancha de mensajes de Lydia que me preguntaba incansablemente por mi paradero. Justin parecía haber encontrado una extraña actitud de novio comprometido que duraría bien poco y se interesaba por mi estado.

¿Qué parte de la oración sexo sin compromiso no había terminado de comprender?

Esbocé una sonrisa lo más cínica que pude cuando los ojos de mi madre recayeron sobre mí desastrosa persona.

Las arregladas cejas de la mujer más poderosa del edifico casi se tocaron al verme.

—¿Y ese vestido? Es horrendo.

Arrastré la vista hacia mi ropa. Aún no había tenido tiempo a pasar por casa y me las había tenido que apañar con los viejos trapos de la señora Smith. No era una gran fan de los vestidos pero tampoco me parecía merecedor de aquel comentario.

Decidí ignorarle y me puse en pie.

—Buenos días a ti también —contesté avanzando hacia ella— como siempre es un placer verte.

Gabriela Baker puso los ojos en blanco.

—Eres igual de dramática que tu padre, tesoro. Estaba ocupada, este muchacho no para de darnos trabajo, ¿sabes que acaba de detener un robo a un banco frente a tres atracadores armados? ¡Dios Santo! He tenido que desplazar a una docena de periodistas a la zona de los hechos. La mayoría estaban concentrados en su última área de incidencia —suspiró mientras se atusaba su corta melena castaña— Los testigos apenas pueden balbucear alguna buena respuesta. Que desastre. Tengo cientos de cámaras apostados en toda la ciudad y esos incompetentes no pueden darme material de calidad...