037| Recuerdo.

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  No quiero hacer cosas buenas. Quiero hacer cosas grandes.—Lex Luthor.  

—¡Gilipollas! —Bramé con la rabia afligiendo mis cuerdas vocales, cerrando con fuerza los dedos entorno a los barrotes— ¡Eres un maldito cobarde!

Farfullé incoherencias, dejándome caer en el suelo, pujando por no llorar de la impotencia que la situación estaba originando en mí. Todo había sido una treta. No había ningún plazo, solo una manera rastrera de engañarnos.

—Di lo que quieras si eso te hace sentir mejor —repuso reclinándose contra los barrotes que me enjaulaban— pero nada de eso ayudará a tu gatito.

Fruncí los labios, llevándome las manos a la herida aún sangrante que tenía en la sien. Inconsciente y aupada por Dark Claw a un zulo en mitad de la nada. Seguro que el día no podía empeorar de forma tan brusca.

—Y tan siquiera te vas a presentar, ¿no? —murmuré entre dientes.

—¿Y qué ganaría con eso? —Pronunció con desdén— he cumplido mi parte del trato. Ahora solo hay que esperar a que el idiota de Flynn junte cabos y se presente aquí, donde padre le dará su merecido por la traición.

Cerré los ojos con fuerza, apretujando mis rodillas contra el pecho, apoyándome en ellas y dejando que las lágrimas de impotencia se deslizaran por mi rostro.

—Todo ha sido una trampa —murmuré desconsoladamente— como se puede ser tan ruin.

Un golpe seco en algún lugar de la habitación me indicó que Dark Claw se había sentado, probablemente algo cansado de mis continuos lloriqueos. Aspiré irregularmente, apretando con fuerza los dientes, imaginándome a Ruby Tiger, encaramado en los alto del puente aguardando algo que nunca llegaría.

—No te sientas mal —murmuró pasados unos momentos— no había forma de que pudieras evitarlo. El mérito, de todas maneras, no es mío. Padre es quien organizó todo desde el principio. No en vano le conoce prácticamente desde su nacimiento. El piensa que es libre, capaz de pensar por sí mismo, pero no es así, todo lo que hace es predecible.

Me mordí el labio con furia.

—Y quien es ese hombre tan inteligente y delirante. Hablas de él como si fuera Dios.

Entre los enredados mechones de mi cabello atisbé la figura del híbrido, recostada con elegancia sobre una mesa.

—Depende de tu percepción del concepto de un dios. El me hizo como soy ahora, me educó y sacó de la pobreza. Me dio la excelencia, por encima de cualquier mortal. Superior en todos los aspectos— una risa ronca abandonó su garganta.

El crujido de sus pasos me puso alerta, obligándome a alzar la cabeza para poder contemplarle.

—No eres un ser superior... eres un monstruo— escupí con el veneno filtrándose a través de mis palabras.

Con un gruñido cansada se estiró, incorporándose y avanzando hacia mí. Mantuve el rostro en tensión, siguiendo cada uno de sus movimientos, hasta que se detuvo a escasos centímetros de los barrotes. Alargó las manos, enroscando sus dedos entorno al metal y sonriendo de una manera tan extraña como espeluznante.

—Diana —pronunció— te apresuras en juzgarme. Que no comparta tu percepción del mundo no me convierte en un monstruo.

A la luz que se colaba por la rendija de los sucios ventanales distinguí con mayor precisión su rostro. Descubierto, sin máscara, aparentando una humanidad a la que estaba lejos de pertenecer, seguía despertando ese sentimiento de familiaridad, como si le hubiese visto en alguna otra ocasión totalmente distinta.

Ruby Tiger [✓].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora