042| Oxígeno.

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Hay un héroe dentro de nosotros, solo debemos tener el valor de mostrarlo —Superman. 

Recuperé la consciencia de la manera más brusca, devastadora y terrorífica posible: siendo arrastrada al vacío. Sentí como todo mi ser se contraía de puro pánico, sumido en la peor montaña rusa jamás concebida por el hombre que acabaría de una manera cruenta y mortal.

Un chillido escapó de mis labios, apenas audible debido a la fuerza sobrehumana que ejercía el aire sobre cada centímetro de mi cuerpo.

Durante un diminuto instante el espacio-tiempo pareció sacudirse, generando una burbuja, un lapsus eterno que sirvió para recapitular hasta el momento más intrascendente de mi corta vida. Los recuerdos se agolparon en mi mente, aturdiéndome y aumentando el pavor al desenlace de la caída.

Había demasiadas cosas que no había experimentado. La injusticia de la situación se me antojó tan absurda y cruel que aquello estalló nuevamente.

Cerré los ojos, recordando casi en un delirio de hacerme una bola, amasando mi cuerpo, clavándome las rodillas contra el pecho para suavizar el terrible golpe que sufriría contra la superficie del mar. El agua desde semejante altura y a tal velocidad sería incluso más dura que un lámina de cemento, pulverizando así mis huesos, desgarrando mi abdomen y dejando que me ahora de forma lenta y agónica.

Entonces lo sentí.

El inefable dolor que me sacudió, de arriba a abajo, sin dejar indiferente a ninguna de mis células, que en un único y distorsionado canto, sufrieron un impacto sin precedente.

El golpe me dejó prácticamente sin fuerzas, apenas permitiendo que sintiera el frescor del agua sepultando mi cuerpo. La oscuridad se apoderó con rapidez de mi campo visual y tan siquiera padecí los horrores de un ahogamiento gracias al aturdimiento.

Un remanso de paz nacido desde la más honda desesperación fue lo último que percibí antes de caer a una sima de la que nunca podría salir.

🌟🌟🌟

Literalmente no experimentaba nada. La absoluta y más glorificante nada.

Ese descanso duró al menos un minuto más hasta que volviera a tener conciencia de lo doloroso de la situación. Apenas era capaz de toser sin sentir un aciago tembleque por todo mi cuerpo.

Un momento, recapitulemos.

Los muertos no tosen.

No estaba muerta.

Quizás sí moribunda debido a la gravedad de mis heridas, pero era capaz de experimentar el frío del ambiente y todos los factores externos de mi alrededor. Sin embargo, aún era capaz de respirar con mis maltrechos pulmones y sentir la dureza de la superficie donde me encontraba tumbada como un estúpido pelele.

A duras penas logré encadenar dos toses que me permitieron expulsar el líquido que aún se encontraba en mis vías respiratorias.

—Diana.

Escuché mi nombre entre una pastosa mezcla de sonidos y pitidos extraños que sometían mi cabeza. Probablemente debí perforarme un tímpano en la caída. O los dos. No estaba segura.

Hice una mueca de dolor cuando sentí una suave presión en mis sienes, alguien me estaba apartando el cabello empapado del rostro.

—Diana —repitió aquella voz que era incapaz de reconocer— Tienes que resistir, ¿me oyes? No así. No de esta manera. No puedes morirte justo ahora... escúchame —aunque todo era confuso juraría haber escuchado como el tono de voz se fragmentaba en mil pedazos y la más terrible impotencia mezclada con desesperación afligían sus palabras. Un sollozo rompió el aire— no puedes morirte... joder, joder, joder, Diana... aguanta. No me abandones...

Ruby Tiger [✓].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora