022| Náuseas.

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Ni la más brillante luna puede iluminar la oscuridad sin fin de la noche —Spiderman.

La cabeza me palpitaba con un frenesí acelerado, interfiriendo en la maraña de pensamientos, desorientándome por completo. A mi alrededor todo parecía convulsionarse, agitarse. Emití un gruñido difuso, hundiendo los dedos en el colchón sobre el que reposaba.

Moví con suma lentitud el cuerpo, incrementando los pinchazos que me taladraban el cráneo desde el interior. Las sábanas se deslizaron por mi cuerpo conforme este se desplazaba por la superficie. Impacté contra una masa de huesos y carne que gimió débilmente.

Me obligué a separar los párpados, torturándome con la luz que entró a raudales en mi pupila, disparando el latir de mi cabeza. Un primer plano borroso de un rostro conocido bombardeó mis nervios visuales.

La solidez, la complexión, incluso la calidez que trasmitía el cuerpo tendido a mi lado me acunaron con la familiaridad que trasmitía. Justin parecía dormir plácidamente, sin mostrar un indicio de sentirse dolorido o angustiado.

Con la mente un poco menos turbia probé a incorporarme, siendo testigo del bascular de los muebles a mi alrededor. No reconocía el cuarto... pero había algo en el ambiente que me resultaba vagamente conocido.

Volví a derrumbarme contra el somier, sin ánimos de investigar. La última semana estaba resultando demasiado peligrosa para mi propia salud... a este paso terminaría muerta en menos de un mes.

—¡Oh! Estás despierta —comentó una voz con un marcado acento. Eché un vistazo a Nicole, que se acercó hasta donde yacía, manipulando entre sus dedos una pequeña linterna— Debemos de dejar de encontrarnos bajo estas circunstancias.

Se inclinó hacia mí, enfocándome de pleno con el haz de luz.

—Sigue la luz —me ordenó moviendo la linterna de izquierda a derecha. Frunció los labios— Aparentemente sufres una leve conmoción cerebral a raíz del golpe. No te preocupes, no es demasiado grave —suspiró— Si pudiera hacerte una serie de pruebas oficiales, en un hospital de verdad... pero supongo que es un lujo que ahora no podemos permitirnos. Es probable que sientas mareos, un agudo dolor de cabeza, cansancio... Estarás aturdida un par de días, pero te recuperarás.

Acerté a asentir, presionando los labios, evitando que los quejidos de dolor que esa simple acción desencadenaron.

—Es peor que una resaca —murmuré con voz pastosa.— ¿Qué... qué hacemos aquí?

Nicole se irguió, sacudiendo la cabeza con desaprobación.

—Ruby Tiger. Él os trajo. Estaba siguiendo el rastro a... ¿el hombre pantera le llamaste tú? Al parecer ha robado una serie de expedientes en vuestro instituto. No pudo intervenir a tiempo y hemos perdido la información... en ese viejo archivo hay décadas de alumnos, aún no sabemos que es lo que buscaba con exactitud —tiró de unos de sus desordenados rizos rubios, estirando el mechón— Todo se está complicando.

¿Un expediente? Cerré los ojos, demasiado mareada como para formular teorías que trataran de encontrar un procedimiento lógico para los pasos de aquel sujeto enfundado en cuero negro.

—¿Dónde está? —Interrogué.

Nicole se encogió de hombros, con simpleza.

—No lo sé, Diana. Os dejó aquí y se marchó, siento decepcionarte si pensabas que se quedó toda la noche al lado de la cama... porque no es así. Te advertí, él no es un hombre común. No puedes intentar pensar como él, créeme que no lo lograrás. Es un ser independiente.

Ruby Tiger [✓].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora