"Solo existe alguien quien es todopoderoso y su arma más grande es el amor".—Stan Lee
Habían pasado dos semanas desde que cada fragmento de mi corazón pareció disgregarse en infinitos polvos que se arremolinaron en un agujero negro. Presente en mi pecho.
Vale, quizás eso sea abusar de dramatismo, pero exactamente como me sentía en aquellos instantes.
Hundida en capas y capas de autocompasión, amargura y asco contra el mundo.
Tras abandonar el hospital aterricé en el que se había compartido en mi rincón particular del universo: mi cama.
Apenas la abandonaba, incluso me abstenía más veces de las necesarias de asearme como era debido. El único consuelo que mitigaba las ganas que tenía de arrancarme cada cabello de la cabeza era el azúcar del helado que se disolvía en mis venas..
—El amor es asqueroso —siseé cuando la cuchara que manipulaba torpemente entre los dedos topó con el fondo de la tarrina— Y la falta de helado, devastadora.
Gruñendo me refugié en las sábanas, haciendo caso omiso al mundo. Había cesado en mi intento de averiguar el paradero de Flynn. Ningún medio se mencionaba ya al respeto. Parecía incluso que Ruby Tiger había sido un mero invento mediático al que nadie echaba de menos.
Mis padres trataban de hablar conmigo, desentrañar los motivos de mi desesperación, preocupados por la suicida en potencia en su hija. Me trataban como una bomba de relojería a punto de explosionar, y no podía quitarles un gramo de razón.
La impotencia era un sentimiento peligroso y desgarrador, sobretodo unido a un corazón roto. Todos los intentos por posicionarme tras la pista del señor Morris eran inútiles. Inviables. No había ni una sola pista que pudiera conducirme a su propósito.
Y la duda me estaba matando por dentro.
—Es ridículo —protesté en voz alta, llevándome los dedos al matojo enredado que eran mis cabellos— completamente ridículo.
Pero no hacía nada más que despotricar y seguir perdiendo las horas sumergida en un bucle de series antiguas, buscando despejarme mi mente de los pensamientos que la abrumaban y me impedían dormir. Las pesadillas me acosaban, noche tras noche, sin descanso, impidiendo que las heridas cicatrizaran.
El paso del tiempo se había convertido en algo ajeno a mi persona y solo me orientaba en los instantes que tenía hambre o estaba cansada. O si recibía alguna visita.
Tanto Lydia como Justin se habían pasado varias veces por mi casa, intentando arrancarme de las sábanas y generar una mueca más allá del disgusto. Me ayudaban a reencontrarme con la vieja Diana. Una Diana que dejó de existir en el momento que Ruby Tiger irrumpió en mi vida.
—Ya es suficiente.
Pegué un respingo, despertando del duermevela en el cual me encontraba sumida. Parpadeé, registrando la silueta de mi madre, de pie, en la puerta. Estaba impecable como siempre, con un vestido entallado y ni un pelo fuera del cuidado moño que portaba.
Fruncí el ceño, confundida por su repentina aparición.
—No sé que diablos te ocurre, Diana —pronunció con la seriedad volcándose en sus palabras— pero te he dado el tiempo suficiente para regenerarte, hija. Puede que creas que no te comprendo y no es así.
Lancé algo parecido a un gemido de aburrimiento.
—Sé que...
Me cortó, lanzándome una mirada gélida.
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Ruby Tiger [✓].
Ficção CientíficaGANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA CIENCIA FICCIÓN. Serie héroes #01. Misterioso, malhumorado, perezoso, agresivo, caótico, arrogante, incapaz de marcar un rumbo para su vida... y, sin embargo, la única persona en toda la ciudad capaz de im...