No tiene nada de malo sentir miedo siempre y cuando no te dejes vencer—Capitán América
No puedo dar una razón aparente por la cual me desperté aquella noche. Simplemente el sueño se desvaneció y quedé expuesta de nuevo a la realidad de manera brutal y sin aparente explicación.
Tampoco recuerdo la fantasía en concreto en la que me encontraba sumida y que me hizo abrir los ojos sobresaltada y con la respiración agitada.
El pulso golpeaba contra mis costillas y la repentina oscuridad me desorientó.
Con lentitud la escasa luz anaranjada que se colaba a través de la rendija de la ventana me ayudó a definir los contornos familiares de mis muebles.
Un brazo me tenía sometida bajo él, rodeando mi cintura y apegándome a un pecho que subía y bajaba al compás de la respiración que me revolvía el cabello.
El cuerpo de Justin fusionado con el mío bajo las sábanas de mi cuarto me impedía moverme, lo que desencadenó ese sentimiento de opresión que experimenté nada más regresar a la consciencia.
Para mi sorpresa no hubo ningún encogimiento de estómago. Las mariposas que alguna vez llegué a experimentar por el sujeto que tenía tendido al lado parecían haber muerto de varias formas. Hace un par de semanas, antes del incidente que se cobró la integridad de la tibia del cocapitán de baloncesto del instituto, habría enloquecido ante la idea de tenerle ahí, durmiendo abrazado a mí entre las paredes de mi cuarto.
Sin embargo heme aquí. Con todo lo que una vez fantaseé fuertemente y sin sentir algo más allá de las ganas de escapar de su brazo.
¿Eso en que situación me dejaba? ¿Era honrado lo que estaba haciendo?
Mis recién descubiertos sentimientos... o la nulidad de ellos respecto al tema dejaba nuestra relación en lo que un inicio prometió ser: encuentros sexuales sin ningún tipo de implicación romántica.
Algo que no había empezado a tener en cuenta hasta aquel justo momento. Yo le había llamado. Le había hecho mover el trasero desde su casa a la mía con una única misión. Justin por sí mismo no me ayudaba a sentirme mejor... lo hacía el hecho de descargarme en lo que practicábamos.
¿Tan malo era aquello? ¿Había vendido mi moralidad por esos instantes de plena satisfacción? Quizás no era tan diferente a mi madre... ella empleaba ese método para conseguir un objetivo laboral mientras que para mí suponía una manera de rehuir de mis problemas.
Mierda.
¿Por qué pensaba todo aquello justamente ahora?
Como ser racional debía hacerme cargo de mis decisiones y si esa era una de ellas pues tendría que aprender a aceptarla. Siempre y cuando Justin tuviera la misma implicación, claro.
Con sumo cuidado me arrastré lejos de su agarre, sintiéndome un poco peor conmigo misma.
Caminé sobre mis descalzos pies sin un rumbo determinado hasta que me derrumbé en el sofá que tanto había ocupado mi padre. Busqué entre los cojines tratando de encontrar el control remoto. Refunfuñé ante mi fracaso.
—Televisión, encendido —mascullé tratando de modular la voz lo suficiente como para el averiado reconocimiento obedeciera.
La pantalla en negro tembló unos segundos antes de encenderse. Al menos algo parecía salirme a derechas. O al menos eso pensé hasta que vi lo que difundía San Francisco News.
Un inmenso y voraz encendido estaba asolando las afueras de la ciudad, muy probablemente originado en uno de los viejos almacenes industriales.
La unidad de bomberos al completo estaba concentrada en la zona haciendo su mejor esfuerzo para que las llamas no se propagaran más deprisa. A esas horas había al menos una docena de desaparecidos.
ESTÁS LEYENDO
Ruby Tiger [✓].
Science FictionGANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA CIENCIA FICCIÓN. Serie héroes #01. Misterioso, malhumorado, perezoso, agresivo, caótico, arrogante, incapaz de marcar un rumbo para su vida... y, sin embargo, la única persona en toda la ciudad capaz de im...