005| Niña.

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  Dicen que cuando matas a un hombre no sólo tomas todo lo que era, sino todo lo que será. —Batman.  

—Ya puedes soltarme.

Me atreví a despegar los párpados, permitiendo de nuevo al mundo que invadiese mi extraño estado mental. Aún me sentía flotar, o más bien caer en picado sobre un remolino de edificios, hierros y asfalto.

No obstante estábamos en tierra firme.

Con una torpeza y lentitud impropia de mí empecé a deshacer mi férreo agarre entorno al cuerpo del intento de héroe. Mis pies descalzos entraron en contacto con la superficie irregular del suelo mientras dejaba caer los brazos, rompiendo cualquier enlace físico que alguna vez hubo existido entre nosotros.

Los restos de la adrenalina aún latentes en mi torrente sanguíneos unidos al frío de la noche no colaboraron a que dejara de temblar.

Apenas me sentía estable sobre las rodillas. Una estabilidad que se vio reducida cuando me encontré a escasos centímetros del individuo que me había salvado por segunda vez casi consecutiva.

Aquellos ojos que me habían perseguido desde el día de nuestro fugaz encuentro en el callejón me miraban como si fuera un gran accidente y no supieran exactamente como hacerse cargo.

Yo también estaba sorprendida.

No comprendía la necesidad de escapar del piso de los Smith dejando a Justin desmayado en el suelo. Tampoco entendía el acato de mi petición por su parte teniendo en cuenta el desprendimiento de la responsabilidad que parecía experimentar hacia las víctimas.

Era algo que todas comentaban cuando los periodistas bajo las órdenes de mi madre preguntaban por su encuentro con su súper estrella mediática.

La manera indiferente con la que desaparecía de la zona cero y como en ninguno de los casos parecía interesarse más allá de ellos una vez que hubo neutralizado el problema.

Me preguntaba como actuaría en aquellos mismos instantes Gabriela Baker. Su gen periodístico le permitiría hacer algo más que contemplarle sin ser capaz de mover ni un solo músculo.

Entreabrí los labios, aún sin tener ninguna respuesta preparada cuando él me interrumpió.

—No tengo tiempo para esto —se lamentó dando un paso hacia atrás y golpeando con rabia la pared que se encontraba a escasos metros. Pegué un respingo por la sorpresa y sentí como mis cejas se fruncían hasta casi tocarse— Dime donde vives, niña. Así podré dejarte en casa y seguir a lo mío.

Algo en su tono provocó una respuesta negativa en mi sistema.

—¿Niña? —Repetí modulando las sílabas con repulsión —Mira, muchas gracias por salvarme... —otra vez— pero eso no te da derecho a comportarte como un cretino, ¿vale?

Una carcajada seca escapó de los labios del chico que me mostró su dentadura. Como me pareció la primera vez que le vi además de garras y ojos de gato tenía colmillos afilados como los felinos.

—¿Un cretino? Eres graciosa, ¿sabías? Debería haberte dejado atada a esa silla. Estabas a salvo, mi responsabilidad contigo había acabado. ¡Pero no! Tenía que ser un completo imbécil y cumplir tu ridícula exigencia.

Elevé las palmas de las manos, tratando de calmar la tensión que empezaba a inundar el ambiente. Lo último que quería era enzarzarme en una discusión con aquel extraño tipo que aparecía día y noche en la televisión con sus heroicas hazañas.

Visto de cerca era intimidamente pero bastaba escucharle hablar como para tener la certeza de que no era precisamente un Capitán América.

—Esto carece de sentido. Verás... tanto tú como yo no tenemos nada que ver. Así que lo mejor será que yo me largué y tú sigas con tus estúpidas y maravillosas tareas a lo largo y ancho de San Francisco. Aunque si me permites opinión...

Ruby Tiger [✓].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora