¿Qué hora era? Ni siquiera él lo sabía. Traía consigo un ramo de flores y sus pisadas eran lo único audible a diez metros a la redonda. Agradecía que ese lugar estuviese abierto las veinticuatro horas, pero estar por la noche era algo un tanto escalofriante, ya que no sabía que podría encontrar rondando por el lugar.
Pero el plan B a que algún ser sobrenatural lo persiguiera era usar al guardia de seguridad como carnada y salir corriendo por su vida.
Lo más probable es que después de eso nunca volvería a visitar de noche.
Mientras paseaba por el lugar, siendo guiado por el suave sonido de las hojas revoloteando y el crujido de las ya secas tiradas en el suelo, buscaba el lugar donde se suponía dejaría las flores y una breve oración.
Sin embargo, sus pensamientos y planes fueron cortados de repente, al escuchar del fondo del lugar, cierto llanto que le erizo la piel de su espina dorsal. ¿Quién visitaba un cementerio a las doce de la noche...? Además de él. Era inconcebible si sólo llegaban a llorar asustando a la gente de esa manera. Dejo las flores en donde debían y olvidándose por completo de la oración, fue a averiguar de donde provenían los sollozos.
Que no debería, la salida estaba ya muy lejos de por sí y de alguna manera tendría que huir si se encontraba con algún ser maligno intentando atraparlo.
Pero no fue así, recordaba ese camino, ya una vez lo recorrió, pero era de día, con Fuuto y Yusuke. Iori detuvo sus pasos cuando se encontró a cierta pequeña —muy pequeña— chica echa bolita en el suelo, era rubia, y estaba frente a una lapida que conocía ya.
La rubia lloraba incontables lágrimas, con su rostro pegado a las rodillas soltando leves sollozos llamando al nombre enmarcado en el trozo de cemento.
Iori se arrodillo a su lado, y antes de hablar, se percato de lo que había sobre la lapida. Había flores, tulipanes rojos, junto a una bolsa con postres dentro. Un pequeña vela recién apagada podía notar por la cera derretida, y el violín de la chica en cuestión tumbado a un lado.
— ¿Estás bien, Aika-san?
Colocó sobre sus hombros su chaqueta, sobresaltándola, y guardando silencio durante un par de segundos, se aferró a ella con el objetivo de que no viese su rostro.
Estaba horrenda seguramente.
—Sí... estoy, bien—murmuro, en leves pausas gracias a su falta de voz.
—... No, no lo estás.
La chica rió.
—Sí ya sabe la respuesta, ¿para qué pregunta?—dijo con cierto tonó divertido en su voz, pero a la vez, tan quebrado.
Iori suspiro.
—Bueno, de alguna manera tenía que comenzar la conversación, ¿No lo crees?—asintió—Y, sus piernas están temblando—agregó.
—Hace frío—se quejo, bufando, pero sin mirarlo, Iori pensó en otra manera de que lo mirará sin tener que ser rudo con ella.
Lo último que quería era lastimarla físicamente, su corazón estaba roto, así que tomarla de repente para que volteará su vista hacía él no era una buena alternativa.
—... Aika-san, tiene una telaraña en su cabello—mintió, y se sintió mal ya que ella volteó al instante para buscar un espejo en su mochila. Aún tenía el uniforme de la escuela, que había que agregar, entraron la semana pasada.
Iori suspiro al ver sus ojos sumamente hinchados, y sus labios mordisqueados en lo que parecía, un intento de dejar que las lagrimas cesaran. Aika al darse cuenta que todo era una vil mentira, lo miro con una mueca, pero se sobresaltó en su lugar al sentir los fríos dedos del mayor tocar su mejía. ¿Qué parte de que tenía frío no comprendía este chico?
Aika odiaba que la tocarán, y desde que conoció a la familia Asahina ese lugar para nada parecía un hogar japonés, donde el espacio personal era nulo y te besaban la palma de la mano al conocerte. Y sí, era una indirecta para Kaname, por quien más odiaba ser tocada.
Pero con Iori era diferente, sentía algo que la hacía inmóvil ante su tacto, era suave y tímido a la vez, como si los sentimientos se entremezclaran y provocarán eso que no podría lograr describir. Su corazón no latió de sobremanera, sus mejías tampoco enrojecieron como la primera vez. Pero, sintió calidez en su corazón.
Algo extraño, porque aquello fue ausente ante el dulce tacto de Louis, su hermano mayor.
—... ¿Lo extrañas?—preguntó de repente, y fue como una pregunta al aire, ya que Aika cuando lo escuchó, desearía no haberlo escuchado.
Tardó en responder.
—... No sé a que te refieres.
—A él—miro de reojo la lapida, Aika hizo lo mismo—... Usted, ¿lo extraña?
La rubia suspiro.
—Prometí no volverme a responder esa pregunta—confesó, e Iori tragó duro.
—Se prometió a sí misma, puede responderme.
Maldijo a sus adentros, deseo haber escogido mejor sus palabras.
—... No es en sí si lo extraño, Iori-san...
— ¿Entonces qué es? ¿Por qué sigue buscándolo? ¿Por qué trata de revivir su memoria cuando le lastima tanto? ¿Qué tuvo él que nadie de nosotros puede darle...? Ni siquiera yo... que sé lo que se siente...—al abrazarla, Aika no supo que hacer, no parecía ella ser quien sufría más bien, era Iori...
Se sentía como un niño, un pequeño buscando cariño perdido en los brazos de alguien, por lo que sabía, Ema le dijo incontables veces que Miwa rara vez visitaba su hogar, así que no eran tan extraños estos casos.
Aika amaba los abrazos, mientras ambas partes estuvieran de acuerdo, ya que de cierta forma le recordaban a Knema, él amaba todo lo que tuviera que ver con el contacto físico. Abrazos. Besos. Etc, etc. Y cuando abrazaba a Iori, era nostálgico, tenía el mismo aroma a los postres que Knema tanto amaba consumir, sus ojos orbes eran como un portal a los recuerdos del pasado que tanto amaba pero a la vez, tanto quería olvidar.
Iori, aunque no se diera cuenta, tenía algo más, algo que ni Ema, ni Louis ni ningún otro hermano podría darle. Sentía su calidez, esa que extrañaba y que sólo podía probar a pequeñas cantidades de las personas a su alrededor, pero la suya era incalculable, como si todo el cariño que estaba en su interior se lo dedicase sólo a ella.
Y es lo que más temía.
—Hey Iori-san...—llamó Aika, a lo que el mayor se giro a mirarla, confundido— ¿Quieres escuchar algo?
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¡Enamorate, Aika-chan! (Brothers Conflict) [HIATUS]
FanfictionHanazono Aika es una joven chica de dieciséis años común y corriente, con una vida tranquila y hasta un poco aburrida. Sin embargo, Aika tiene un gran talento para tocar el piano y el violín, lo cual la ha llevado a ganar unos cuantos premios en...