Capítulo 41: Gentuza

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Mi rutina diaria se basa en afabilidad fingida; comidas amables con quien me encuentre, reuniones laborales cordiales que no rebasan reservas a los sectores a los que visite, junto a inspecciones generales en las áreas contables que aseguran mi eficacidad empresarial y jovial. Y con mis típicas despedidas ilustres que me detienen brevemente en la salida.

—Disculpe mi fallo de memoria señorita — mi rezagada fiel asistente personal, con diversos años cargados en compromisos , me mira apenada por haberme interrumpido mientras lee algo en su libreta. —Le prometo que no volverá a suceder porque entiendo sus inconveniencias en ello.

— ¿Sucede algo? —pregunto intrigada sin eliminar mi actitud suave,

— ¡Oh sí! Olvidé avisarle sobre sus llamadas personales en todo el día.

Le sonrío para amortiguar su despiste— tranquila Cecilia, a todos nos puede pasar y más en un día como hoy— su suspiro tranquilizador me indica mi excelente trabajo que pronto acabará con ella— ¿alguna noticia importante por saber?

—Sí sí, el joven Daniel pregunto por usted e informó su demora imprevista en su viaje de trabajo— vuelve a leer al tiempo que miro la hora nocturna — Y un par de lindos obsequios que recibió hace poco—señala una mesa vacía mientras yo tomo la nota de ellos leyendo a sus responsables

—Entiendo— miro de reojo los extravagantes arreglos florales junto a los dulces achocolatados y el cofre joyero aterciopelado — ya sabe que puede quedárselos y descansar — le vuelvo a sonreír desechando las tarjetas.

Su asentimiento de cabeza me da a conocer— que al igual que yo— que aquellos detalles típicos ya no son sorprendentes en mis días. Mas cuando uno de ellos en modo de disculpa es del primer nombrado.

Sin embargo el otro esta vez no es muestra de gratitud general o interés personal. Porque claramente el infame nombre del entrometido decora su proveniencia fatigada que al poco tiempo reclama en llamada desde mi móvil, y por ello con desinterés lo ignoro de inmediato.

Al despedirme de la consumida mujer dependiente de su trabajo puedo largarme de aquel edificio agitado e infestado de personas como hormigas, las cuales hacendosas como ellas no descansan ni en las noches al menos que generosamente yo les brinde tal respiro.

Mi actual lugar de impacción es, ese establecimiento construido por mi persona que es el mejor de todos en mi elección, porque su vista indudablemente es la más seductora, al ser el lugar en donde desesperados humanos laboran vigorosamente por el pan de cada día; El taller industrial es en donde agraciados empleados me agradecen a diario.

Su inocencia es apetitosa. Por ello me siento satisfecha al conocer todo de aquellos desdichados contratados por "la joven empresaria más generosa bajo sus millones" según la prensa del país.

Más eficientes que los delincuentes son los muy necesitados por empleos. Por ello en otro manto de mentiras me aguardo bajo la verdad humilde de los pobres.

Lugar en donde un error es la mala suerte que le sigue y liquida al responsable. Y por ende con aquel rumor no hay ninguno.

Mi único local de ratas bañadas por mi persona. Porque el conjunto de ratones de raza proceden en los otros establecimientos profesionales.

Claro que estos son elementos roñosos y repulsivos. Pero por su abundancia se les puede tener hasta besando tus pies si también sabes controlarlos. Porque estos tipos más que imperfectos son los verdaderos perros falderos para mi persona completa. Si se les sabe gobernar son leales, por lo contrario no son más que sobras.

De todos modos es otra inercia automática de mi cotidianidad, por ello al terminar de leer y desechar mensajes decido seguir mi camino automovilístico a otro lugar carroñero que espero sea más entretenido.

Sonrisa Fingida |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora