Capítulo 49: Prepárate

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El apetito que tenía hace pocos minutos decae y, se desinfla como un globo que ha perdido todo su aire por una mano bribona.

— ¿Qué haces aquí, David? —Inquiero sin ocultar mi desagrado.


El posa sus ojos de nuevo en mí mientras mordisquea la arepa, segundos después me sonríe al tragar el alimento ingerido.

— Estoy aquí de visita por unos días, y Amy fue la que amablemente me ha invitado así que no me mires así — toma su taza probando el contenido — ¡Ah! Como extrañaba este tipo de alimento, los desayunos de tu madre son los mejores ¿verdad que tiene un magnifico sazón? No hay comida que le quede mala — vuelve a poner la porcelana en su lugar mientras recibe mi contestación muda y mi mirada inexpresiva.

— Diviso que no quieres hablarme ¿Y luego me dices que yo me comporto extraño? —Me enseña sus blanquecinos dientes en una sonrisa irónica— Como quieras — pica la tortilla en su plato volteando su atención a ella— Como estas dispuesta a escucharme sin interrumpirme, puedo decirte entonces mi perspectiva con tu llegada a la cual no me has dado las gracias.

Vuelvo a comprimir mis cejas ante su calma irritante y, sus palabras mordaces.

— Has sido una inconsciente, aunque ciertamente ese era tu postura—ríe un poco — ¿Te imaginas que tu madre haya sido la que te hubiera recibido a altas de la madrugada en aquel estado de ebriedad frente a su casa? —niega aparentando decepción

Y he aquí al representante de la intranquilidad para mí: David

Naturalmente, ha arruinado mi mañana.


—Ok — Me limito en responder a sus palabras petulantes.

Con seriedad me incorporo abandonando mi comida intacta mientras el otro con placidez, degusta la suya al tiempo que yo salgo de la cocina.


—Rose

El llamado agudo de mi madre hace detener mi ascenso a mi cuarto cuando me disponía a buscar mi bolso y marcharme de un lugar que no consentía mi calma con la llegada de aquel sujeto que siempre la arruina.


— ¿Si? —volteo hacia ella disfrazando mi disgusto con una sonrisa.

—Aún tengo esperanzas en ustedes —Admite en un carraspeo


— ¿Cuántas veces tendré que decirte lo mismo? —Libero un suspiro cansado — pero en este momento no me apetece hablar de él ni estar con él ¿puedes entenderlo?

Su sonrisa entristecida no causa nada en mí

— Mejor avísame cuando se haya ido para así volver

Sin más miramientos retomo mi camino por las escaleras hasta llegar a mi habitación.

Por mucho tiempo he tolerado a esa persona, pero los acontecimientos actuales con él han agotado mi poca paciencia por su excesivo entrometimiento en mi camino.

David sin duda alguna es más que una piedra en mi zapato. Y en su mera presencia existe algo que aún no descifro pero entiendo porque lo percibo a su lado; incompatibilidad.

Si perdiera como los demás mi tiempo en sentimentalismo quizás a él podría odiarlo, pero por ahora solo me causa asco.

Localizo mi teléfono en el velador y lo tomo detallándolo. Recién son las 10 am.

No debo consentir que sigan apareciendo pensamientos infames en mi mente, pues tengo que continuar mi función y, a eso le atañe mi trabajo.

Por consiguiente, tomando mi bolso salgo de la habitación con el teléfono en mi mano mientras reviso mi correo en busca de un adelanto, pero detengo mi descenso al tropezar contra un cuerpo que me hace aferrarme al barandal de las escaleras y a mi móvil para que no caiga. Alzando mi vista distingo la fisonomía relajada de David frente a mí, lo que hace que de inmediato, con un gesto desinteresado, me haga a un lado y siga mi trayecto hasta la salida.

Sonrisa Fingida |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora