Capítulo 50: Búsqueda

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Un quejido me hace despertar completamente desorientada y, encandilada por la grotesca luz que ilumina el sombrío sitio en el que me encuentro atada de brazos y pies a una silla bastante incómoda y mal hecha, amordazada además con un grueso trapo rojo que me impide el habla.

Mi vista se tarda en recomponerse porque por varios segundos ante mis ojos lo poco que hay en la habitación, ante mí se encuentra borroso. Pero frunzo mi entrecejo cuando distingo a pocos metros de mi ala derecha a otra persona familiar en la misma situación que yo; Amy Patterson. Que a mi diferencia, aún se encuentra cabeceada.

Enfoco mi atención en las martirizantes palpitaciones en mi cráneo y en mi cuello. Mi cuerpo entumecido pide liberarse y serenarse, pero lo calmo con mi paciencia porque por los momentos no puedo proceder en movimientos defensores. Los causantes aún no se dignan a dar acto de presencia

¿En dónde están los cobardes?
Un impávido movimiento inútil por zafarme me advierte la fuerza del agarre de las cuerdas en mi piel que solo arde con mi acción experimentaría.

Los segundos me mantienen pensativa y descartando la idea de un robo.

Calculo mi tiempo en cautiverio y estimo un par de horas desde mi aprehensión, quizás sean las 5 o 6 pm.

Me permito detallar la estancia cuando mi dolor físico se ha amortiguado; 4 muros plomizos son los que me acorralan con su impureza, con un único escape de acero y, muy bien acuño pero mal tocada puertezuela, una única mesa de madera con contenido en cuerdas, papeles desordenados y jirones de varios colores.

No hay armas, tablones sueltos, metales esparcidos o siquiera tijeras en la estancia amoratada.

Observo de nuevo el cuerpo cándido de mi madre y, sospecho que hoy también culminan sus secretos, aun con esa desmentira, no me gusta que hoy ella se considere involucrada en esto, debido a que se suponía que mi padre era el mayor responsable del odio vengativo de aquellas personas y, que se le sume su persona no es de mi agrado porque su destino impuesto no era este.

Desgraciadamente ya no puedo impedirlo y, mejor me conformo con la verdad próxima.

Su hora también se ha precipitado, aunque a su diferencia de la mía, ella no posee en su piel rastros de golpes ni rasguños; Ha sido presa fácil, como siempre.


Cierro los ojos.

E, indiscutiblemente posee un intelecto superior a los otros profanos, pero no más que el mío, por eso debo continuar con mi sosiego y aguardar su evidente llegada.

Encontrar una salida luego de aquello no será tan sencillo como la última vez que me libre de Carlos, sin embargo, no hay ni una siembra de miedo en mi cuerpo que pueda crecer por los otros sujetos que ellos puedan tener para su seguridad. Deshacerme de las alimañas siempre es tarea fácil.

Lo que me mantiene cavilosa y cuidadosa es que toda la prole hoy se reúne ante mí y, la cantidad en exceso me supera en estrategia.

Debo controlar el tiempo con ella. Aprovecharlo todo mientras aun pueda.

Y espero que ellos no lo desperdicien demorándose más en su tosca llegada.

Mi pequeña y verdadera desventaja, es mi estado cohibido, que frena mis movimientos.

Mi madre es otro estorbo y por lo tanto en mi último momento de victoria, veré que hacer con ella si es que sobrevive y aguanta tantas tretas de apariencias.

Con mi odio atento a cualquier indicio de ruido exterior, abro los ojos al percibir y reconocer finalmente pisadas cercanas que se detienen frente a la entrada, que al abrirse con un chillido, me revela por fin las 4 siluetas protagonistas del misterio que por tantos años, estuvo oculto. Pero al detener mis ojos e inspeccionar mejor a una en particular sonrío sin gracia negando

Sonrisa Fingida |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora