Capítulo 15.

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En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos,
en Plutón aún se oyen gritos de amor.
En la Luna gritan a solas tu voz y mi voz pidiendo perdón,
cosa que nunca pudimos hacer peor.

Narra Pablo.

Sé que hoy es el último día de Valeria como niñera en mi casa y por eso quiero hacer algo especial. Voy a montar una cena a la luz de la luna en el jardín sólo para nosotros. Como sé que, seguramente, ella no acepte cenar conmigo, haré todo en secreto.

Aprovecho a que los cuatro han salido a pasar el día a la playa y no volverán hasta por la tarde y voy a por las flores y a por todo lo que necesito para esta noche. Estoy dispuesto a dejarme la piel por ella, para que se quede conmigo.

Termino de hacer todo lo que tengo pensado, vuelvo a casa, dejo las cosas, me cambio y voy al gimnasio.

[...]

Siento unas pequeñas manitas en mi pelo, revolviéndolo, lentamente abro los ojos y veo a Bruno encima de mí.

Pablo: Pero bueno, campeón -le abrazo- ¿Qué haces tú aquí? -le sonrío mientras juego con él-

Sé que le hablo como si me fuera a contestar, pero sé que en realidad no lo hará.

Valeria: Perdona, Pablo -su voz dulce hace que me gire hacia donde está ella- Cuando volvimos de la playa estabas dormido y dejé al niño aquí viendo los dibujos mientras yo bañaba a las niñas, espero que no te molestase.

Miró hacia la tele y, efectivamente, Bob Esponja parece que se ha colado en el salón porque mi sobrino está embobado como si la esponja amarilla estuviera a su lado.

Pablo: No te preocupes, no molesta.

Ella me sonríe y creo que es de las pocas sonrisas que he visto nacer de sus labios. Y me encanta ese gesto de su parte.

Valeria: ¿Te ha despertado? -me pregunta preocupada-

Pablo: Sí, pero no te preocupes y cambia esa cara de preocupación, mujer -río- Que no es ni la primera, ni la última vez que me despierta -ríe levemente-

Vale, que me haya sonreído ya es un gran paso, pero que se haya reído... Es una auténtica victoria y me encanta aún más.

Pablo: Además, tengo cosas que hacer, a si que mejor que me haya despertado.

Su gesto ahora ya no es de risa, sino vuelve a la frialdad de siempre. Y no sé por qué.

Valeria: No te entretengo más, entonces -coge al niño- Voy a bañarle.

Pablo: Espera, que te ayudo -digo amablemente-

Valeria: No, no quiero entretenerte y que tu novia tenga que esperar -me contesta borde-

¿Novia? ¿Hacerla esperar? Vale, ya sé porqué está así, cree que esta noche voy a quedar con Clara. Y a mí esta actitud me está empezando a cabrear porque Clara no es mi novia, ni mucho menos.

Pablo: No es mi novia, además si lo fuera, ¿qué? ¿Sabes? Por lo menos ella no se gana la vida como tú -digo sin pensar-

Maldigo a mi boca que no sabe estar callada y a mi cerebro por pensar cosas que no debería.

Veo como sus preciosos y luminosos ojos marrones se cristalizan y me parto en dos, esto es algo que no me voy a perdonar.

Valeria: ¡Pues para no gustarte la forma en la que me gano la vida, bien que acudiste a mí! -me grita con rabia, y con razón, porque tiene toda la del mundo- Pero, ¿sabes qué? Que puede que tengas razón. Pero si no sabes porqué trabajo de eso, no me juzgues, por favor -dice a punto de llorar-

La Escalera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora