Capítulo 38.

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Madrid.

Narra Valeria.

Han pasado dos semanas desde que me hice la primera ecografía. En ese momento no pude ser más feliz.

He de decir que aún me está costando asimilar que serán dos, en vez de uno. Pero, todo se multiplica porque mi felicidad por tenerlos conmigo aumentan.

Tengo ganas de saber si serán dos niñas, dos niños o si tendré la parejita. En realidad me da un poco igual lo que sean porque yo ya los amo aún sin saber qué serán. Lo único que quiero es que nazcan sanos y fuertes, y sean muy felices en la vida.

Hablé con Casilda y para la próxima ecografía estará conmigo. Dice que le hace mucha ilusión vivir ese momento. Ella aún no sabe que son dos los que vienen en camino, prefiero decírselo cuando esté aquí.

Marc: Buenos días -dice entrando por la puerta de la cocina-

Valeria: Buenos días -beso su mejilla- Que madrugador, ¿no?

Marc: Más madrugador es tu padre que hace rato que salió a trabajar -ríe-

Valeria: En eso tienes razón. Él hasta dentro de dos semanas no tiene vacaciones -río-

María: Hola, Valeria -entra y me da dos besos-

Valeria: Hola, María -le doy dos besos- Pero, ¿qué hacéis aquí? -pregunto mientras cojo en brazos a Gala-

Marc: ¿Qué pasa? ¿No puedo venir a desayunar con mi hermana o qué? -se hace el ofendido-

Dejo a la niña en el suelo.

Valeria: ¡Pues claro que sí! -lo abrazo-

Marc: No me olvido de vosotros, también vengo a desayunar con mis sobrinos -se agacha a la altura de mi vientre-

Río ante esta escena tan bonita que acaba de suceder.

Valeria: Tú estás muy seguro de que serán dos niños, ¿no? -le pregunto mientras bebo de mi té-

María: Es que ahora es adivino, sabes -dice de broma, riendo-

Es cierto, Marc siempre ha tenido la certeza de que ambos serán niños. Y yo no sé porqué está tan seguro.

Valeria: Ya veo, ya.

María: Créeme que en casa está a cada rato diciendo que serán niños. Él ya lo da por hecho, vamos -los tres reímos-

Marc: Bueno... Es lo que a mí me gustaría -echa café en su taza- ¿Y a ti?

Valeria: No te voy a mentir, he estado pensando mucho qué pueden ser. Pero, al fin de cuentas lo único que quiero es que estén sanos porque es lo más importante -acaricio mi vientre-

Marc: Ten claro que serán sanos y felices -acaricia mi pelo, sonriente- Y amor no les va a faltar.

Valeria: Lo sé -sonrío- ¿Y a ti? ¿Qué te gustaría que fueran? -le pregunto a María-

María: Niño y niña -dice sonriente- Así lo tenemos más repartido porque en la familia ya hay una niña preciosa -todos miramos a Gala, quien come sus cereales- Pero, pienso como tú Valeria. Lo más importante es que nazcan sanos y fuertes.

Valeria: En realidad tengo un poco de miedo por todo... -ambos me miran- Sí, no sé si voy a ser la madre que ellos merecen...

Este sentimiento es el que no me abandona. Tengo miedo de no ser buena madre y que mis hijos me odien de por vida.

María: Valeria... -coge mis manos- Tranquila porque eso nos ha pasado a todas, incluida a mí. Y es lo más normal, sobre todo en madres primerizas -me sonríe- Créeme que vas a ser una buena madre y tus hijos te querrán más que a nadie.

Valeria: Ojalá se me vaya ese sentimiento... -digo angustiada-

María: Ya verás que sí.

[...]

Benalmádena, Málaga.

Narra Pablo.

Llevo semanas sin poder dormir bien, mi vida ya no es la que era. Desde que Valeria apareció en ella todo cambió, puso todo patas arriba y me llenó todo con su luz. Y yo muchas veces no supe valorar lo que tenía en frente, que era ella en su totalidad. La cagué cien veces y ella las cien veces me perdonó pero, la ciento una... Eso ya no pudo perdonarlo y no la culpo. Me arrepiento de todo lo que le dije.

Entiendo a la perfección que me odie, que no quiera ni verme y, por supuesto, que no me perdone porque lo que hice no tiene perdón alguno. Dudé de ella, le humillé, le hice daño y lo peor de todo, les abandoné a ella y a mi bebé, y yo no tenía ningún derecho de hacerlo.

Llevo semanas buscándola pero, nada ni rastro de ella. Y tampoco puedo llamarla porque ha cambiado de número y la única que tiene ese número es Casilda y no quiere dármelo. Ella dice que se fue por mi culpa y se fue sufriendo por lo que había pasado, por como la había tratado.

Y aunque me duela reconocerlo, Casilda tiene razón. Valeria se fue por mi culpa porque dude de que ese bebé fuera mío, porque no supe valorar la mujer que tenía en frente, por mis celos. Por todo.

Y ahora que no está en mi vida, que no la tengo entre mis brazos, que no tengo su calor... Me doy cuenta de lo que tenía y sí me hace falta, mucha falta.

A ella le costó mucho creer en alguien nuevamente después de todo lo que sufrió. Y, sin embargo, ella creyó en mí pero, yo le pagué con dolor y ella no se lo merecía.

Ahora sé que puede que no nos volvamos a ver y que si algún día nuestro reencuentro se llega a dar, Valeria puede que no me deje ver a nuestro bebé. Y eso es una de las cosas que más me duelen de todo esto.

Pablo: Casilda, por favor... Necesito su número -le suplico por décimo séptima vez-

Ella parece ignorarme.

Casilda: Pablo -se da la vuelta y me mira- Por mucho que insistas en que te dé su número sabes que no lo haré. Ella me lo ha pedido y así va a ser -me dice firme-

Pablo: Pero, soy tu hermano -intento convencerla-

Casilda: ¿Y qué? -se cruza de brazos- Eso no te da derecho a nada. Por tu culpa ella ahora está a quinientos kilómetros de aquí -dice molesta- Así que Pablo no te atrevas a pedirme nada relacionado con esto, ¿entiendes?

Pablo: ¡Tú sabes bien que yo no la obligué a irse! -le grito-

Casilda: ¡Se fue por todo lo que pasó entre vosotros! -me grita también- Si tan solo le hubieras dado la oportunidad de explicarse, tal vez ahora estaríais juntos.

Mamá: Pero, ¿qué son esos gritos? -nos dice preocupada entrando al salón- Sabéis que no me gusta que mis hijos se peleen.

Casilda: No pasa nada. Solo que a tu hijo parece que se le ha olvidado como le habéis educado y los valores que le habéis dado -se va enfadada-

Pablo: No pasa nada mamá -beso su mejilla- Tranquila.

Me marcho de allí al estudio.

En realidad, estoy dividido en dos porque hay una parte de mí que entiende a Casilda pero, hay otra que no lo hace. Ella es mi hermana y se supone que debería apoyarme en esto también.

Cada día tengo más claro que ella no me dará el número de Valeria. Así que solo me queda buscarla por mi cuenta sin esperar ayuda de nadie o dejar que el tiempo pase y puede que así la vida nos vuelva a reencontrar.

La Escalera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora