Capítulo 22.

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Narra Valeria.

Una semana, eso es lo que ha transcurrido desde que Pablo me dejó en mi casa y no volví a saber nada de él.

En estos días sólo he pensando en lo que me está pasando, me enamoré de él como una idiota, aún sabiendo que era lo peor para él. Jamás debí dejar que esto sucediera. Y miento si digo que no he pensando a cada segundo, ir a su casa y besarlo y hacer el amor hasta que no podamos más, pero por desgracia la realidad es muy diferente.

Termino de arreglarme para ir al trabajo, cojo mis cosas y salgo. Al salir veo a Macarena en la puerta esperándome.

Macarena: Ya era hora -ríe-

Valeria: Lo siento... -río y beso su mejilla-

Macarena: Aquí tienes tu coche -me da las llaves- Para que luego digas, te lo he lavado y todo -ambas reímos-

Valeria: Gracias, amiga. Pero no hacia falta -me monto en el asiento del piloto- Aunque... Teniendo en cuenta que te lo dejé hace más de una semana... Esto era lo mínimo -río y ella me da un golpecito en el hombro-

Macarena: ¡Hey! Qué yo no tuve la culpa de que haya gente que no tenga ni idea de aparcar. Mi precioso coche sufrió las consecuencias.

Valeria: Ahí tienes razón -reímos-

Macarena: Y bueno, qué, cuéntame, ¿cómo han ido estos días de niñera? ¿Te apañas?

Sonrío ampliamente, estoy realmente enamorada de los tres niños.

Valeria: Ay, los niños son amor en estado puro, son más buenos... -mi sonrisa sólo crece por momentos-

Macarena: Sólo hace falta ver tu sonrisa cuando hablas de ellos para saber el cariño que les has cogido... -sonríe-

Valeria: Es que tendrías que verlos, son increíbles.

Macarena: Y... ¿Pablo? -pregunta con miedo a mi reacción-

Ella es como una hermana para mí. Nos conocimos cuando empecé a trabajar aquí y desde ese entonces nos volvimos inseparables. No le puedo ocultar nada, así que lo de Pablo también lo sabe. Ella y Mel son las únicas que están al tanto de esto.

Valeria: Maca...

Macarena: Sí, ya sé que no te gusta hablar de ello, pero no puedes estar siempre engañádote... -coge mi mano que está sobre el volante- Eres mi amiga y te quiero, y por eso no quiero verte como te estoy viendo ahora.

Valeria: ¿Y cómo me estás viendo?

Macarena: Rota, triste... Sé que intentas aparentar y hacer creer al mundo que estás genial y que nada te afecta nunca, pero reconoce que él si te duele y sí te afecta porque ha calado hondo y eso es lo que te da miedo.

Aparco el coche y quito la llave, pero aún no salimos.

Valeria: Tú sabes perfectamente como me siento, como me duele no poder tenerlo. Pero también sabes que es imposible por mucho que lo quiera... -suspiro- Él es todo lo que ésta bien en el mundo, me ha cuidado como nadie, pero él es un personaje público y yo... Soy stripper, esto es imposible y no hay más vuelta de hoja -abro la puerta para salir- Así que por favor, no me lo vuelvas a mencionar.

Ella coge mi mano y me mira con dulzura.

Macarena: Tú lo amas, no lo puedes negar y lo de que él es un personaje público y tú stripper es un mero escudo que tienes por miedo a esto que sientes por él. Esto es lo que yo pienso, pero está bien -suelta mi mano- Si no quieres que lo vuelva a mencionar, no lo haré. Eso sí, por favor piensa muy bien lo que vas a hacer porque hombres como él no se encuentran todos los días y menos con nuestro trabajo.

No le digo nada, tan sólo sonrío y salimos del coche.

Entramos y voy a dejar mi bolso y mis cosas a la pequeña habitación que tenemos las chicas para cambiarnos. Una vez que me cambio y estoy lista, salgo de allí para empezar otra noche más.

Valeria: Me voy a la barra, después quedamos y te llevo a casa -sonrío-

Macarena: Está bien -sonríe- Quedamos en la puerta.

Me dirijo a la barra y ya puedo ver como un grupo de chicos jóvenes, quizá un par de años más que yo, me miran. Creo que vienen de despedida de soltero, y también creo que me estaban esperando a mí porque a medida que me acerco a ellos, más me comen con la mirada.

A diferencia de las otra veces, hoy no estoy pensando en gustarles a ellos, como suelo pensar siempre. Sino que estoy pensando en Pablo.

Esto no puede seguir así, acabará con todo en mi vida.

Me subo a la barra y aquí empieza oficialmente mi noche.

Que empiece la función.

[...]

Narra Pablo.

Llevo una semana sin verla, ni saber nada de ella y mi mundo parece que se va a derrumbar. La necesito y cada día que pasa lo tengo más claro.

Así que aquí estoy, preparándome para ir al bar donde trabaja y verla después de todo. No aguanto más con esto que tengo dentro.

Pablo: No me esperéis despiertos -le digo a mi hermana cuando me cruzo con ella al bajar las escaleras-

Casilda: Está bien. Vas a verla, ¿no?

Sonríe.

Pablo: Sí, yo no puedo seguir sin tenerla en mi vida.

Casilda: Te cuidado, mi niño -acaricia mi mejilla-

Le sonrío y salgo de casa después de haber cogido las llaves del coche.

Sé que su frase estaba llena de segundas intenciones. No quiere que me vuelvan a hacer daño, para ella soy su niño y quiere protegerme a toda costa. Y yo la entiendo, pero aunque me vaya a doler esto, necesito verla, aunque me vuelva a decir que lo mejor para los dos sea que me mantenga alejado de su lado. Sé que lo dice, pero no lo siente. Su cuerpo y su corazón no me mienten, y cuando estamos cerca el uno del otro su cuerpo tiembla y su pulso se acelera y lo sé porque a mí me pasa igual.

Llego al bar, aparco y voy hacia la entrada.

Aquí pueden pasar dos cosas. Una, que esté y quiera dejarlo todo para que estemos juntos o dos, que haga como que no me conoce y siga como si nada hubiera pasado entre nosotros, o tres, que ni siquiera esté esta noche y haya venido para nada.

Abro la puerta y entro.

Que sea lo que deba ser.

La Escalera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora