Capítulo 26.

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Narra Pablo.

Estoy esperando a que me abra la puerta después de haber llamado.

Muero de ganas por tocarla, besarla, recorrer todo su cuerpo... El solo pensarlo me lleva a otro mundo.

Esta mañana en la playa, deseaba haber estado sólo con ella, poder tocarla... Hacerla mía allí, bajo la luz del sol y entre las olas del mar.

Finalmente, me abre la puerta con tan sólo una camiseta de hombre puesta, que prefiero no preguntar de quién es.

Sí, lo reconozco. Estoy celoso. Quiero tenerla conmigo, ser suyo y que ella sea mía.

Aunque en el fondo sé que ella solo quiere jugar conmigo. Porque si a estas alturas seguimos así el uno con el otro... Lo que sí sé es que antes de que juegue conmigo y me rompa el corazón, seré yo quién juegue con ella, aunque me duela. No estoy dispuesto a otro engaño más.

Pablo: Va - Valeria... -tartamudeo- ¿Qué haces así vestida?

Valeria: Buenas noches a ti también. Pasa -se quita de la puerta para que pase y cierra tras de mí- Y bueno, esto... -levanta un poco la camiseta, dejando ver más de lo que ya se ve- Es para facilitar tu trabajo -sus dedos viajan por mi cuello- Porque... No me irás a decir que vienes aquí para hablar, ¿no? -dice en tono sensual-

Su olor me envenena, su mirada me chilla y me seduce, sus labios me invitan al pecado, su pelo largo me grita que me enrede en él, y su cuerpo... Me invita a perderme en él. Quiero recorrer cada curva, besar cada rincón, pintar de colores todos sus lunares... Quiero fundirme con la perfecta obra de arte que es ella.

Pablo: No... Hablar es lo que menos quiero hacer contigo, créeme -quito la poca distancia que queda entre nosotros y la beso con deseo, con excitación, con pasión...-

Ay, Valeria... No sabes lo que te espera esta noche.

Camino con ella entre mis brazos hasta su habitación. Una vez allí la tumbo sobre la cama.

Pablo: Has despertado el Pablo más salvaje que hay en mí... -sonríe pícara- Y vas a ver lo que eso conlleva -se muerde el labio inferior-

Ese acto provoca mil cosas en mí, y a cada cual más excitante y caliente.

Valeria: Mmm... Creo que me va a gustar mucho ese Pablo -dice cuando me ve sacar las esposas del bolsillo trasero del pantalón-

Narra Valeria.

Me quita la camiseta que llevo puesta y se muerde el labio.

Pablo: Ya veo que te gusta ir ligerita... -dice al ver qué debajo de la camiseta sólo llevo un fino tanga-

Me da una nalgada que me hace gemir de placer.

Valeria: Vuelvo a repetirte... -voy a pasar las manos por su pecho, pero lo evita, cosa que me extraña- Es para ahorrarte trabajo.

Pablo: Claro... Será eso -me muerde un pezón, gimo ante su acto-

Juega con mis pechos todo lo que quiere. Me está enloqueciendo.

Después de jugar con ellos, mete dos dedos en mi boca para que los chupe. Una vez que los saca de mi boca, sin previo aviso, mete esos dedos en mi interior y yo siento que me falta el aire.

Valeria: ¡Sí! ¡No pares! -me retuerzo de placer bajo él-

Pablo: Oh no, Valeria... Aún no... -saca los dedos cuando estoy a punto de llegar al orgasmo-

Lo veo esposarme y es algo que me excita y mucho.

Claro que esto lo habían hecho otros hombres, pero con él es diferente.

Termina de poner las esposas y lleva las manos por encima de mi cabeza.

Pablo: Me estorba -dice refiriéndose al tanga y me lo quita-

Con las esposas puestas no puedo tocarle de ninguna forma. Creo que en cierto modo, es lo que quiere... No quiere contacto físico.

Sí, esta mañana dije que lo iba a olvidar pero me es imposible. No cuando le tengo aquí tocándome de la forma en que lo está haciendo.

Aunque, ahora mismo el que no quiere tener contacto físico, me da igual. Solo necesito que me haga suya como lo hace habitualmente.

Pablo: Prepárate porque te haré sentir lo que nadie más te ha hecho nunca -me susurra al oído mientras se termina de quitar la ropa-

Valeria: Estoy deseándolo.

Este Pablo en versión Grey me encanta, lo reconozco.

Sin decir nada más entra en mí con dureza.

Nuestros gemidos se hacen presentes en la habitación.

Daría lo que fuera por poder tocarle, arañar su espalda... Pero, el estar esposada debajo de su cuerpo, me excita aún más.

Pablo: ¿Te gusta? -coge mis pechos entre sus manos- ¿Quieres más? -no le respondo y él me muerde un pecho haciendo que gima-

Valeria: Mmm...

Pablo: No te he oído. ¿Quieres más, Valeria? -me besa ferozmente-

Valeria: Quiero más -le afirmo entre gemidos-

Pablo: Ya vas a ver lo que es bueno.

Su sonrisa lasciva me deja saber que me llevará al límite y me hará tocar el cielo dándome más placer que nunca. Y me encanta.

Sin preámbulos, levanta mis piernas hacia sus hombros y entra en mí aún más fuerte que la embestida anterior.

Entra y sale de mí como nunca.

Siento mis piernas temblar y sé que llegaré al clímax en breve. Sus ojos oscuros por el deseo y el sudor de su frente me deja saber que él también está por llegar.

Valeria: ¡Pablo! -grito cuando llego al punto máximo-

Segundos después, él se desploma sobre mí. Ambos estamos exhaustos y empapados en sudor.

Su cabeza descansa entre mis pechos. Yo aún tengo las manos esposadas detrás de mi cabeza. Me encantaría tocarlo ahora mismo.

Como leyéndome el pensamiento, se levanta de la cama y busca la llave en su pantalón. Me quita las esposas y voy a tocarle, pero él se aparta.

Pablo: Debo marcharme -comienza a vestirse-

Valeria: Claro... -envuelvo mi cuerpo en la sábana blanca de la cama- ¿Por qué no te quedas?

Sé que pedirle esto está mal porque dije que me olvidaría de él. Pero juro que es imposible olvidarlo. Y menos después de esto que acaba de pasar.

Pablo: No puedo -dice cortante-

Valeria: Está bien -me levanto de la cama-

Me pongo la camiseta que minutos antes él me ha quitado.

Pablo: No sé cuándo nos volveremos a ver. Mañana me voy de viaje con unos amigos -sigue vistiéndose-

Valeria: Genial. Pues si no te vas a quedar, vete ya -lo empujo hacia la puerta a medio vestir-

Él me mira como si no entendiera mis palabras. Pero, no puedo dejar que venga aquí juegue conmigo como le dé la gana y después de vaya sin más.

Valeria: Pásalo genial en tu viajecito -le digo enfadada antes de echarle de casa-

Cierro la puerta de un portazo tras él.

Me siento en el sofá y pienso en todo lo que acaba de pasar, en como se ha comportado Pablo... En todo.

¿Cuándo han cambiado tanto sus sentimientos? ¿Por qué?

La Escalera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora