Capítulo 21.

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Narra Valeria.

El camino a casa es totalmente en silencio, sólo hablamos para que le dé las indicaciones sobre como llegar a mi casa.

Pablo: Valeria... -pone su mano en mi rodilla-

Al ver que no le hago caso, para el coche.

En estos momentos estoy agradeciéndole a la vida que esta sea una calle desierta, y a estas horas más.

Valeria: Pablo, no seas idiota y arranca el coche, venga -le digo mirándolo-

Pablo: No hasta que me escuches.

Valeria: Está todo hablado. Por favor, vámonos.

Pablo: Te equivocas -se desabrocha el cinturón de seguridad y se acerca a mí- No hay nada hablado. ¿Por qué no aceptas de una vez que no podemos estar lejos el uno del otro?

Valeria: Porque quiero lo mejor para ti -le acaricio la barba- Y yo... -respiro profundamente- No soy lo mejor.

No me da tiempo a decir nada más porque coge mi cara entre sus manos y me besa con más pasión que nunca.

Pablo: Deja que sea yo el que decida si eres buena o no para mí, deja que viva a tu lado, deja que te vea amanecer, déjame ser quien te cure las heridas del pasado... -dice con nuestras frentes juntas- Y sobre todo, deja que sea la persona con la que escribas tu futuro.

Valeria: Vámonos, por favor -le digo con lágrimas en los ojos-

¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? No lo entiendo.

No hay mujeres en el mundo, que se tiene que fijar en mí... Yo solo le haría daño y no quiero eso.

Resopla abatido y arranca el coche, una vez que se ha puesto de nuevo el cinturón.

Me abrazo a él mientras conduce.

Valeria: Perdóname -le digo llorando- Lo último que quiero es que sufras, y menos por mí.

Pablo: Valeria... Déjame estar a tu lado, no tenemos que estar sufriendo.

Voy a decir algo, pero llegamos a mi casa.

Valeria: Es aquí -digo limpiando las lágrimas que aún caen por mis mejillas- Gracias por todo, Pablo -beso sus labios-

Bajo del coche, pero él sale detrás de mí.

Pablo: No te marches, por favor -sus ojos me miran suplicantes-

Toco su cara y él cierra los ojos ante mi tacto.

Pablo: Al menos dime que me dejarás verte de vez en cuando, sólo te pido eso... -sonrío levemente, pero no le digo ni sí, ni no-

Valeria: Adiós, Pablo.

Doy media vuelta y entro en el portal.

Al llegar a casa cierro la puerta y camino hacia mi habitación para tumbarme en la cama y llorar.

¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? Él ha sido el único hombre en todos estos años que me ha sabido tratar bien y cuidarme, y justo tiene que ser Pablo Alborán, un personaje público.

Y sí, me duele tanto porque estoy enamorada de él. No sé como, ni cuando sucedió, pero pasó.

Poco a poco, las lágrimas van cesando y caigo profundamente dormida.

[...]

Narra Pablo.

Los rayos de sol entran por la ventana haciendo que maldiga el no haber bajado ayer la persiana. Son casi las doce y media de la mañana, hacia mucho que no dormía tanto, pero claro teniendo en cuenta que ayer no me dormí hasta casi las cuatro de la mañana...

La Escalera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora