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Ni bien había puesto un pie dentro de la casa, cuando Anne ya se había quitado el collar y bajado la capucha. Se había apoyado contra la puerta, cerrado los ojos y dedicado a respirar profundamente para intentar calmarse.
Después de que Adrian había estado de acuerdo con ella en que debía regresar a casa, Anne prácticamente había salido corriendo del bosque buscando poner la mayor distancia entre los dos. Adrian no parecía haberse dado cuenta de que ella tenía un objeto mágico colgando del cuello, pero era mejor prevenir que lamentar.
Aunque debía admitir que su deseo por estar lejos de Adrian en esos momentos era más por el hecho de que había sentido demasiadas cosas mientras él la había estado tocando que porque temía que él descubriese que era una terrana. Y se sentía mal consigo misma por haber sido tan débil y haberlo dejado hacer lo que había hecho. Ellos apenas se conocían y ella ya había deseado que él la besase y siguiese tocándola.
Estar en el Hellaven la estaba cambiando demasiado o, en cambio, estaba sacando a la luz partes de su personalidad que ni ella misma sabía que tenía. Ella siempre había sido una chica tranquila y demasiado tímida con los asuntos relacionados a los chicos; por lo menos lo fue hasta que Solomon y ella se hicieron novios. Pero eso no significaba que era desinhibida, sólo que con su novio era un poco más atrevida. Muchas veces había deseado hacer y decir cosas y por su timidez no lo había hecho.
En el Hellaven sucedía todo lo contrario. A veces deseaba cosas, y si no fuese porque las circunstancias siempre estaban en su contra y la frenaban, estaba segura de que ya habría hecho la mitad de ellas. El mejor ejemplo de esto fue cuando sintió la insana necesidad de besar a Luke. Si no hubiese sido por Cecil y su intempestiva llegada, en esos momentos no estaría atormentándose con lo que había hecho sino —probablemente— enterrada varios metros bajo tierra.
Después de una profunda respiración que parecía estar liberándola de toda la presión a la que había sido expuesta en vez de estar llenando sus pulmones con el aire que le faltaba, se alejó de la puerta y se dirigió hacia su habitación con gesto ausente. Estaba cansada y, para que iba a negarlo, la capa no estaba ayudándola a mantenerse caliente.
Luke apareció al final de un pasillo, provocando que la chica ahogara una maldición y que topezase con su propio pie. Se metió el collar en el bolsillo rápidamente, deseando que su gesto hubiese sido lo bastante disimulado como para que Luke no se hubiese dado cuenta.
— ¿Dónde estabas? —Le preguntó el joven, fingiendo que no tenía interés en saber la respuesta.
— ¿Q-quién? ¿Yo? —Respondió con visible nerviosismo. Luke sólo rodó los ojos y se cruzó de brazos.
— ¿A quién más iba a preguntárselo? —Luke no tuvo que decirle que pensaba que era tonta; ese pensamiento le llegó a Anne claramente junto con sus palabras.
—Este… yo estaba…
Anne no iba a decirle que había vuelto a romper las reglas y salido de la casa nuevamente. Sabía de antemano que Luke no se iba a quedar muy tranquilo después de saber que ella había vuelto a ponerlos en peligro, y esta vez su salida no estaba rodeado de los "Y sí…"; esta vez la situación había sido tan real que le provocaba escalofríos recordarlo.
—Yo estaba aquí. He estado aquí todo el tiempo.
Luke no le respondió, pero Anne no necesitaba que dijese una sola palabra para saber que no le había creído; ella era pésima mintiendo, y se daba el caso de que Luke era bastante perspicaz. Sin mencionar el hecho de que ella llevaba puesta una capa y estaba claro que no se la había puesto para estar en la casa.
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La Premonición
FantasyAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...