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Cuando Anne se despertó, había sido completamente diferente a lo que había esperado. Había querido despertarse cargada de energía, libre de la nubosidad que había estado nublando su mente la noche anterior y con una sonrisa en los labios que demostrase lo tranquilo que se sentía su corazón. Pero las cosas no habían resultado así.
Inmediatamente abrió los ojos y miró a su alrededor, se sintió diferente, extraña, como si hubiese recuperado algo que había perdido pero que no sabía que había extraviado. El dolor en su pecho seguía ahí, ahora más fuerte que antes y se había materializado en la parte de atrás de sus ojos en forma de lágrimas. Su mente no era más que un amasijo de pensamientos y recuerdos que parecían estar escritos en un idioma que no podía comprender.
Trató de sentarse en la cama, pero su cuerpo estaba tan débil y adolorido que no pudo ni moverse, el intento sacándole un quejido de dolor que hizo que las lágrimas se agolparan en las comisuras de sus ojos. Trató de hacerlo un par de veces pero el esfuerzo no hizo más que dejarla sin aliento y mareada. Cerró los ojos y se hundió un poco más entre las sábanas, buscando que la liberasen del frío que estaba sintiendo, no pudiendo hacer nada más por el momento.
Una lágrima corrió libre por su mejilla y se perdió entre su cabello, Anne llevándose una temblorosa mano al rostro cuando la sintió humedecer su piel. Estaba llorando, y la verdad era que no sabía si era porque ahora recordaba todo lo que había vivido entre las cuatro paredes de esa habitación o porque el dolor que sentía en el pecho y el cuerpo era demasiado intenso.
Quizás fuese por ambas razones, o quizás por ninguna. En esos momentos Anne no estaba segura de nada.
Para cuando la puerta se abrió, lenta y silenciosamente, minutos más tarde, Anne ya había logrado domar las lágrimas que habían querido seguir a la primera y estaba simplemente recostada sobre la cama, tratando de recuperar las fuerzas que, extrañamente, había perdido mientras había estado dormida.
Tenía la cabeza girada en dirección contraria a la puerta y miraba distraídamente por la abertura que había dejado la cortina sobre la ventana, así que no vio cuando Luke entró a la habitación, mucho menos pudo escuchar el sonido sus pasos mientras se acercaba un poco a la cama. Pero sí fue capaz de sentirlo, como había podido hacerlo antes, una parte de ella atada a Luke con lazos invisibles, algo que ella no podía explicar.
Trató de moverse sobre la cama y esta vez pudo hacerlo, aunque el dolor que sintió fue tan fuerte que casi le sacó un quejido; sus brazos temblaron un poco ante el esfuerzo, pero ella logró sentarse a pesar de eso.
Y agradeció el hecho de que estaba dándole la espalda a Luke, porque así este no vería la expresión que pintaba su rostro antes de que ella pudiese componer una mejor.
Pretender, Anne, eso es todo lo que tienes que hacer, se dijo a sí misma antes de darse la vuelta y mirar a Luke con una pequeña sonrisa en los labios, una que no le llegó a los ojos.
Su resolución de actuar como si nada sucediese se vio ante un gran problema al verlo allí, de pie frente a ella, con una preocupada expresión en su rostro.
Al verlo, al saber que estaba tan cerca de ella y a la vez tan lejos, sus pensamientos parecieron aclararse, como si el sol hubiese logrado disolver las nubes que lo habían estado ocultado, y lo único que pasaba por su mente eran los recuerdos que tenía de él.
Los buenos, los malos, los que la hacían temblar de miedo, los que hacían que su corazón se encogiese en su pecho. Lo único que pudo sentir en esos momentos fue lo mucho que lo quería, lo mucho que lo había extrañado y lo feliz que estaba de por fin poder recordarlo.
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La Premonición
FantasyAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...