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Anne se despertó esa mañana con una sensación extraña en el pecho, una que la hacía sentir como si le faltase algo, como si hubiese perdido algo. Y teniendo en cuenta el hecho que desde hacía tiempo no se despertaba de manera "normal" no era de extrañarse, por lo que no le dio mucha importancia al asunto. "Pasará pronto", se dijo, mientras apretaba los ojos para tratar de retener el sueño.
Debía admitirlo, se sentía tranquila a pesar de todo. Sentir dolor o tener vívidas y horrorosas pesadillas se habían convertido en su despertador personal, haciéndola dormir menos y levantarse más temprano. Que ese día no hubiese sido así, era realmente una bendición. Pero algo faltaba, algo no estaba bien. Podía sentirlo. Era como si su cuerpo o su mente se hubiesen acostumbrado a esa molesta y no saludable rutina mañanera.
Reticente, sabiendo que por más que tratase no iba a poder dormir ni un minuto más, Anne abrió los ojos. Y cuando lo hizo y se vio a sí misma acostada plácidamente sobre la cama desde unos cuantos pasos de distancia, supo que las cosas no andaban para nada bien.
Asustada, tratando de reconfortarse a sí misma y de calmar los acelerados latidos de su corazón, Anne se dijo a sí misma que todo eso era un sueño, uno raro y escalofriante, y que ella pronto iba a despertarse gritando, como cada mañana; porque la idea de que su alma había salido de su propio cuerpo le parecía demasiado aterradora como para que ella pudiese asimilarla.
Trató de moverse, de llegar hasta donde la "Anne del sueño" yacía, pero no pudo hacerlo; estaba estancada en una esquina de la pequeña habitación, condenada a mirar la escena con ojos asustados y corazón acelerado."Por lo menos, este sueño no es tan malo como los otros", se dijo, como una forma de calmar el terror que estaba reptando y dejando huellas por toda su piel.
No pudiendo hacer nada más, Anne se concentró en la imagen de sí misma, esa que reposaba sobre esa cama como si nada malo estuviese sucediendo. Se vio luciendo como antes, como la Anne que vivía en la Tierra, con sus mejillas redondeadas y sonrosadas, con su blanca y brillante piel, y su cabello de un oscuro tono rojizo. Se vio a si misma descansada, feliz, sana. Y sintió nostalgia y vergüenza, porque la verdadera Anne, que estaba en esos momentos en una esquina, asustada e infeliz, se veía totalmente diferente.
Delgada, ojerosa, con la piel cetrina y una expresión triste y cansada en su ahora enjuto rostro. Esa era la imagen de la verdadera Anne, esa era la verdadera Anne, y no ese espejismo, ese doloroso reflejo suyo que reposaba sobre la cama.
El Hellaven la había desgastado y cambiado, haciendo que ambas Anne, la de la cama y la de la esquina, se viesen completamente diferentes. Anne no pudo evitar mirar sus manos, tocar su rostro, apretar los puños. Quería ser la de antes, quería estar como antes. No quería que el Hellaven y su gente siguiesen convirtiéndola en lo que era en esos momentos. Ella no quería ser uno de ellos.
La puerta de la habitación se abrió, sacándola de sus pensamientos y haciéndola girar el rostro hacia esa dirección. Una oscura figura encapuchada apareció en el umbral de la puerta, haciendo que su corazón se saltara un latido y que una exhalación saliese de sus labios.
La persona encapuchada cerró la puerta silenciosamente inmediatamente estuvo dentro de la habitación y se quedó en ese lugar durante unos minutos, con su atención dirigida, o eso pensaba Anne, en la persona que reposaba sobre la cama. Después de lo que a la chica le pareció un suspiro, la figura se quitó la capucha mostrando un rostro que para Anne estaba borroso y nublado, como si lo estuviese viendo a través de un cristal empañado por gotas de lluvia.
Su corazón dio un vuelco en su pecho, pero ella ni lo notó. Estaba demasiado concentrada en tratar de adivinar las facciones de la persona que había irrumpido en la estancia.
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La Premonición
FantasyAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...