Capítulo 39 - Premonición

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La sangre manchaba todo en la pequeña celda, desde las paredes hasta el suelo, las ropas y la piel de los Guardias no encontrándose en mejor estado. De más estaba mencionar a Anne.

La terrana estaba desmayada, no siendo esa la primera vez que caía en tal estado debido al dolor y la pérdida de sangre desde que había comenzado el ataque, y uno de los Guardias estaba golpeándola en el rostro con el dorso de su mano para despertarla; o quizás era porque estaba aburrido y quería seguir divirtiéndose con ella a pesar de que sabía que la pobre chica hacía rato que había dejado de ser divertida.

La joven seguía colgada de la pared por las cadenas que la tenían sujeta, las llagas en sus muñecas y tobillos tan profundas y sangrantes que era doloroso incluso verlo; resultaba hasta repulsivo y lo más triste era que cada corte en su cuerpo se encontraba de la misma forma.

Ya no llevaba la misma cantidad de ropa que antes, habiendo esta sido arrancada de su cuerpo con desesperación en algún momento del ataque, y sólo una fina capa de tela hecha jirones cubría a duras penas su desnudez.

Tenía el cuerpo amoratado y lleno de profundas y sangrantes heridas, que habían dejado hileras de sangre seca sobre su piel. Su cabello rojo caía sobre su rostro, hombros y espalda, húmedo por el sudor y la sangre, y se pegaba a su piel haciendo que allí donde estaba adherido pareciese desde la distancia que había una fea herida. O quizás era eso, porque los Guardias se habían encargado de no dejar ni un solo centímetro de piel sin lastimar.

El Guardia la golpeó un par de veces más en un rostro completamente hinchado y amoratado, y cuando se dio cuenta de que de esa forma no iba a lograr nada (al igual que en ocasiones anteriores) utilizó la magia, el único recurso que podía mantenerla consciente en esos momentos.

La joven abrió los ojos de golpe, como si ella hubiese sido una muñeca que funcionaba con baterías, estas trayéndola a la vida en el acto. Movió la cabeza en un vano intento por levantarla y parpadeó un par de veces tratando de borrar la nubosidad que empañaba su vista, y de paso, aclarar su mente.

Frente a ella sólo había un Guardia, el que la había despertado, el cual estaba inclinado de tal forma que su rostro aparecía en su limitado campo de visión, y la miraba con una sonrisita burlona en el rostro; estaba claro que el estado en el que se encontraba era motivo de orgullo para él.

Más adelante, en la puerta, la cual seguía abierta de par en par, había dos Guardias más, uno a cada lado, recostados de un muro haciendo guardia. El que estaba con ella estaba hablándole, pero ella no le prestaba atención. El zumbido en sus oídos a penas si le permitía notar que estaba hablando.

Ahora que estaba más lúcida que antes pudo notar algo: ya no sentía dolor.

¿Cómo hacerlo si lo que fluía por sus venas no era sangre sino magia? ¿Cómo hacerlo si ella estaba viva sólo porque así lo querían los Guardias? ¿Cómo hacerlo, cuando su cuerpo había sido lastimado y maltratado de todas las formas posibles?

Ya nada podría hacerla sentir más dolor del que había sentido en esas horas en las que sus gritos se habían teñido de rojo por la sangre que había manado de sus labios.

Era probable que su falta de sensibilidad al dolor que se suponía debería estar sintiendo en esos momentos, se debiese a la cantidad de magia que le habían estado "inyectando" desde hacía un par de horas; esta no estaba haciendo más que aturdir sus sentidos para que así los Guardias pudiesen jugar con ella por periodos de tiempo más largos.

A ellos les había gustado verla mientras abusaban de ella, eso era algo obvio. Les había gustado ver la miríada de emociones que habían pasado por su rostro con cada golpe, cada corte. Les había gustado ver como se había retorcido de dolor y como de sus labios habían salido quejidos de dolor, como las lágrimas habían corrido por sus mejillas tiñéndose de rojo en el proceso, mientras ella les había suplicado que dejasen de tocarla.

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