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Anne sintió como algo dentro de su cabeza hacía clic. Podría decir, incluso, que parte de los nubarrones de confusión que poblaban su mente se habían dispersado.
Libros, ella recordaba haber visto libros iguales de extraños y particulares que el que tenía en las manos; libros que le habían parecido, al igual que este, algo más que meros tomos que hablaban sobre el Hellaven y su magia. Los recordaba, la forma, la textura, como se sentían en sus manos. Podía recordarlos ahora claramente, como si los estuviese viendo y sosteniendo en esos momentos. Y fue justo en esos momentos en los que recordó dónde había visto el grabado del sol y la luna. Había sido, casualmente, en esos libros que acababa de recordar.
Miró a la anciana frente a ella con una expresión menos confundida en el rostro, queriendo hacerle miles de preguntas. Se sentía tan bien ahora que todo le parecía menos enredado y confuso, ahora que empezaba a ver hacia dónde se dirigía y cómo era el camino por el que transitaba. Y ahora que la señora Jettkins parecía estar dispuesta a aclarar todas sus dudas y a responder todas sus preguntas, quería bombardearla con todas las que en esos momentos revoloteaban en su cabeza, ansiosas por salir a flote.
— ¿Por qué? —Preguntó, después de unos instantes de silencio. — ¿Por qué tengo que buscar estos libros? ¿Y cómo se supone que voy a "descifrar el código"? ¿Cuál código? —La pregunta del final salió tan llena de"¿De qué rayos me está hablando?" que la anciana mujer no pudo evitar reír.
—Calma, calma, Anne. —Rió un poco más. — ¿No crees que son demasiadas preguntas juntas? Eres peor que Jules cuando no entiende algo de la lección.
—Lo siento, pero es que quiero saber. Quiero-necesito dejar de estar a oscuras. Desde el principio he estado moviéndome a ciegas, sin saber absolutamente nada sobre lo que pasaba a mí alrededor. Y ahora usted me está ofreciendo una luz; no puede esperar que no quiera tenerla en mis manos y asegurarla.
—Veo que hablar conmigo te ha afectado un poco; ya estás hablando como yo. —Rió y Anne no pudo evitar sonrojarse. —No es cierto. Esto es un buen indicio; estás volviendo a actuar como tú. ¿No te sientes diferente, más liberada? ¿Más como tú misma?
Anne hizo una pausa. Sí, se sentía ligeramente diferente, quizás más relajada. Pero quizás se debía al hecho de que el rompecabezas en el que se había convertido su vida en los últimos meses, estaba empezando a resolverse y no a algo más.
—Debo admitir que sí, me siento ligeramente diferente. —Hizo una pausa, en la que miró a la mujer con gesto serio y los ojos entornados. —Y no crea que no sé qué es lo que está tramando. —Agnes puso cara de no comprender. — ¡Está tratando de cambiar de tema, para no responder mis preguntas!
—Oh, Anne, eres imposible. —La mujer sonrió, encontrándose toda la situación bastante divertida. Anne sonrió también, notando como la seriedad y la dureza que se habían apoderado de los rasgos de Agnes, habían desaparecido. —Pero debo admitir que ese era mi punto, en realidad. Ya no puedo contarte nada más. Tu sola tendrás que descifrar los códigos y averiguar el secreto.
— ¿Qué códigos? —Preguntó una vez más, frustrada. — ¿Y por qué no puede contarme nada más? Usted dijo…
—Hice un juramento y por eso no puedo revelarte nada. —La cortó. —Pero… puedo guiarte; por lo menos un poco. Cuando te dije que esta era una situación delicada y peligrosa, no mentía.
Anne se asustó.
—Usted nunca dijo eso. —Replicó, con el miedo haciéndose notar en su tono de voz. Agnes le había mencionado que su cuarto controlador era de armas tomar, pero no que la situación en la que estaba envuelta (o en la que iba a envolverse, no lo tenía muy claro aún) era riesgosa.
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La Premonición
FantasíaAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...