Capítulo 26 - Curiosidad

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Agnes estaba segura de haber visto muchas cosas en su vida, pero lo que tenía frente a sus ojos era quizás lo más sorprendente de todo lo que había visto. Y quizás fue la sorpresa lo que impidió que se desmayase al igual que lo había hecho su pupila. O quizás fue la curiosidad por saber cómo rayos había pasado eso lo que la mantenía así, con los brazos alzados en el aire en espera de que la pregunta le cayese del cielo sobre las palmas abiertas.

Un nuevo gritito y el dolor de sus cansados brazos la hizo moverlos en dirección a su cuerpo y bajarlos lentamente, permitiéndole a la asustada persona que había estado flotando estar cada vez más cerca del suelo. Cuando la distancia era lo suficientemente corta como para que una caída no fuese muy dolorosa, la mujer llamó la atención de la joven y le dijo que podía bajarse y que ya el hechizo no estaba controlando sus movimientos.

La joven tardó unos instantes en darse cuenta de que ya era prácticamente libre, y con una expresión de duda y miedo pintando su rostro, se removió lentamente hasta que quedó con los pies casi rozando el suelo. La anciana bajó las manos lo suficiente como para que la poca distancia que separaba a la joven del suelo se acortase y cuando Anne apoyó todo su peso sobre sus pies, estas no lo soportaron y casi la hicieron caer. Tuvo que apoyar los brazos de la bañera para no caer de bruces en el suelo.

¿Qué había sucedido? Lo último que ella recordaba era el haber estado en la bañera tomando un relajante baño caliente. Así que el despertarse flotando y sintiendo como si la vida le hubiese sido puesta nuevamente en el cuerpo de sopetón, con un fuerte golpe, no era algo por lo que ella esperaba pasar.

—Señora Jettkins…

Comenzó, pero no pudo terminar la pregunta. La chica quiso preguntarle qué había ocurrido, quería saber por qué la mujer tenía cara de haber visto un fantasma o por qué ella había estado flotando en el aire, pero la anciana se lo impidió con un movimiento de su mano.

Por primera vez la señora Jettkins no tenía una amable y alegre expresión en su anciano rostro y eso a Anne le hizo sentir escalofríos. Aunque quizás hubiese sido una reacción al frío viento del Hellaven, que en esos momentos lograba colarse por la puerta abierta del baño; ella estaba apenas cubierta con una toalla, después de todo. Pero de todas formas, Anne tenía malas experiencias con hellavenianos enojados, y aunque Agnes fuese una Abandonada, seguía siendo una hellaveniana con magia; limitada, pero magia al fin y al cabo.

—Ahora no, Anne. Ahora no. —Le dijo, dándole a entender con su tono de voz que no estaba para peros. La anciana suspiró, y Anne percibió con este gesto lo cansada que se encontraba. —Tienes que vestirte o te vas a enfermar.

La chica sólo pudo asentir, bajando la cabeza ligeramente apenada, aunque no sabía por qué. En esos momentos, sus ojos se fijaron en algo: la pálida joven que yacía en el suelo no muy lejos de los pies de la anciana.

La señaló rápidamente, con un ruidito saliendo de su boca abierta. Quiso preguntar por qué la chica estaba tendida en el suelo como un cadáver, pero la mujer volvió a impedírselo. Anne cerró la boca de golpe, consciente de que quizás ninguna pregunta coherente fuese a salir de sus labios aunque la mujer la hubiese dejado hablar.

Encogiéndose como una forma de mantenerse caliente y agarrando la toalla para que no se le cayese, Anne se dirigió hacia donde estaban sus zapatos y con ellos en las manos, salió del baño rumbo a la habitación de Amy; su ropa estaba mojada y llena de lodo tirada en el suelo del baño, por lo que tendría que utilizar la de la chica aunque esta se molestase con ella.

La casa estaba silenciosa y más fría y oscura de lo normal. El ambiente estaba cargado de algo misterioso, una especie de bruma invisible pero que le hacía sentir escalofríos con cada paso que daba.

La PremoniciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora