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El Oráculo, uno de los lugares más tranquilos de todo el Hellaven, bullía en actividad esa noche. Nadhia había salido a tempranas horas de la mañana, acompañada de las jóvenes hermanas que solían estar con ella cada vez que tenía que realizar alguna actividad fuera del recinto. Camille, como su protectora y fiel asistente, iba a su derecha, vigilante de que nada ni nadie pudiese acercarse a la Madre más de lo necesario.
Cuando la Madre había vuelto a la Casa, le había pedido a Camille que les avisase a las hermanas en entrenamiento que esa noche recibirían una nueva integrante y que tuvieran todo listo para su llegada. Las jóvenes, las cuales no podían hacer uso de la magia hasta que no fuesen presentadas en sociedad, tenían que limpiar y organizar la habitación que la recién llegada iba a utilizar, además de realizar las demás labores que tenían pautadas para ese día.
Todo esto podía sonar sencillo teniendo en cuenta de que eran varias personas las que tendrían que llevar a cabo las tareas, pero al final no era así, mucho menos cuando a Nadhia se le ocurría algo nuevo por hacer prácticamente cada dos horas.
Las Hermanas en entrenamiento, eran las chicas recién llegadas a la Casa Dorada. Chicas que habían sido educadas en sus hogares debido a que no podían tener ningún tipo de contacto con el mundo exterior hasta que no llegase la hora de su presentación. Esa era una de las reglas principales para convertirte en una hermana; la más importante era tener la marca.
Cada niña que está destinada a formar parte de ese selecto grupo, nacía con la mancha de una media luna grabada en alguna parte de su cuerpo. Se dice que la primera mujer que fue bendecida por los dioses con el Don de la Premonición, la cual desempeñó el papel de Oráculo durante cientos de años, antes de morir marcó a su más devota y fiel sirviente con una media luna al tocarla en el cuello.
Desde ese momento, cada niña que naciese con esa marca, tendría que ser entregada al Oráculo a la edad de doce años, para ser entrenada para suceder a la Oráculo en turno cuando le llegase la hora, y para servirle hasta que llegase la hora de su muerte en caso de no ser elegida.
Ya en la Casa Dorada, a estas niñas, que casi siempre no llegaban a ser más de diez por generación, se les asignaban tareas que tendrían que desempeñar aparte de tomar sus clases. Sus primeros años eran duros y agotadores, debido a que su entrenamiento no se basaba en cómo deslizarse por un pasillo sin que nadie lo notase o cómo impedir que cada uno de sus movimientos pusiese en peligro su tarea de mantenerse ocultas bajo sus ropas; eso ellas lo aprendían por experiencia propia, con el pasar del tiempo.
Ellas eran las encargadas de mantener al Oráculo a salvo, las que tenían que luchar hasta la muerte incluso en contra de la Guardia misma si era necesario, por lo que tenían que aprender los más horribles y sangrientos hechizos de defensa así cómo utilizar un arma blanca o cualquier objeto que pudiese servir como arma en caso de que se quedasen sin magia.
Estas Hermanas, a pesar de su apariencia, no eran mujeres fáciles de dominar y derribar. Flexibles y veloces debido a sus años de arduo entrenamiento, lograban escabullirse y moverse con una facilidad que les daba ventaja sobre sus enemigos. Ninguna de ellas desde el inicio del mundo, había sido bendecida con un Don, pero no era como si les hiciese falta. Si el Reino estaba seguro gracias a la Guardia, el Oráculo lo estaba gracias a las Hermanas.
Cuando las jovencitas, a la edad de veinte años, eran presentadas en la sociedad, lo hacían mediante una celebración a la cual asistían todos los hellavenianos, incluso algunos de otro Reino. El ritual consistía en la Madre dándoles su bendición y la bienvenida al mundo, con los asistentes al evento haciendo eco de sus palabras. Al final, después de que el Rey las aceptase y bendijese por igual, las jóvenes se bajaban las capuchas y mostraban sus rostros en público por primera vez en sus vidas.
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La Premonición
FantasyAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...