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Luke abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso del cansancio acumulado en la semana posarse sobre su cuerpo. Y no comprendía por qué estaba tan agotado, o por lo menos, por qué estaba más cansado que el día anterior.
Quizás se debía al hecho de que no había dormido bien debido a que se había pasado la noche navegando entre sueños extraños y absurdos; sueños que habían sido tan vívidos que le habían hecho dudar durante unos instantes de si habían sido reales o no.
Parpadeó un par de veces intentando aclarar su nublada visión, pero no consiguió grandes cambios. Lentamente, volvió a cerrarlos esperando volver a dormirse. Aún era temprano y él no tenía nada que hacer por el momento ya que su turno de trabajo comenzaba a entradas horas de la noche.
Pensando en eso, dejó salir un suspiro.
Edna y Cecil iban a tener que conseguir una forma de trabajar en la oscuridad sin tener que recurrir a su magia para hacerlo, porque si la situación seguía de esa manera, Luke no iba a llegar a fin de mes. No es que fuese a sucederle algo que pusiese en peligro su vida. Era simplemente que iba a llegar a tal estado de agotamiento que no iba a poder usar su magia en un largo periodo de tiempo.
Iba a estar drenado, como solían decir los demás hellavenianos, por primera vez en toda su vida. Iba a encontrarse exactamente como cuando Anne lo había dejado sin magia: vulnerable y expuesto.
Y estando en la situación en la que se encontraban, y queriendo hacer lo que tenía planeado hacer, no era recomendable en lo absoluto llegar a tal estado de vulnerabilidad. Él necesitaba estar en plena forma no sólo física sino también mágica, para poder enfrentarse a cualquier situación que se le presentase en el camino.
Otra situación más… Pensó, con una mueca de desagrado apareciendo en sus labios. Desde que había encontrado a Anne en aquella fiesta, situaciones tras situaciones habían aparecido, una detrás de la otra, impidiéndole cumplir con la orden que le había dado Leus hacía ya demasiado tiempo: Sácala del Oráculo.
Parecía una conspiración, Luke realmente pensaba que era así. Porque él no podía concebir el hecho de que cuando tenía la oportunidad de sacar a Anne del Oráculo, cuando por fin sabía dónde estaba y tenía la certeza de que no iba a perderla de vista, apareciesen mil piedras en su camino, haciéndolo tropezar y caer al suelo una y otra vez.
Él no creía en coincidencias y estaba seguro de que toda esa locura estaba lejos de ser una, creyese él en ellas o no.
Bostezó y se removió un poco más en la cama, haciendo una mueca al sentir el dolor en sus músculos. Ignorándolo, se colocó de lado, girando en dirección a la puerta. Seguía con los ojos cerrados, esperando que el sueño volviese y lo acunase entre sus brazos una vez más. Necesitaba recuperar fuerzas, ¿y qué mejor forma de hacerlo que pasarse el día en la cama?
Pero al parecer su cerebro no estaba de acuerdo con la idea de descansar porque imágenes del sueño que lo había atormentado durante toda la noche lo asaltaron de pronto, sacándole otro suspiro.
El rescate de Anne, el ataque de la Guardia al Oráculo, sus extrañas conversaciones con un Leus que se había propuesto sacarlo de sus casillas. Anne, Anne, Anne…
Hubiese sido maravilloso que todo fuese real y no el producto de su anhelante imaginación. Que Anne estuviese en esos momentos segura en su casa y que él no tuviese que preocuparse por lo que fuese a sucederle, por lo menos no tanto como en esos meses que había estado lejos.
Que Anne pudiese recordarlo, o que por lo menos lo tratase sin el miedo que le había visto en los ojos la noche que la había encontrado en el baile.
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La Premonición
FantasyAnne no podía quejarse. Tenía unos padres maravillosos, un novio que la quería y hacía cualquier cosa por ella; le iba bien en sus estudios y estaba a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas. Anne era feliz con su vida tal cual estaba y no...