Capítulo 31 - Encuentros

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Después del mal rato que tuvo que pasar en ese salón, Anne agradecía enormemente el haber pasado unos minutos a solas con Adrian, lejos de las miradas curiosas, de los cuchicheos y de toda esa gente que parecía creer que ella estaba infectada con la más peligrosa de las enfermedades. Ahora, gracias a Adrian, se sentía más relajada y tranquila y su conversación con Lucie ya no parecía preocuparla tanto como lo había hecho en un principio, cuando había salido a su encuentro.

Ella no sabía ni podía comprender por qué cada vez que estaba con Adrian sus problemas y temores parecían disolverse, como si con cada beso, cada roce, él los estuviese evaporando como gotitas de agua sobre una superficie caliente. Por el contrario, a pesar de su propia naturaleza curiosa y con tendencia a preocuparse hasta por el más mínimo detalle, agradecía el hecho de que el hombre pudiese librarla de todo lo que le afectaba sólo con su simple presencia.

Debía agradecer el hecho de que Adrian se había convertido en una de las personas más importantes en su vida y de que a pesar de que ella era notable y visiblemente el tipo de mujer que un hombre como él no debería querer y tener a su lado, él seguía con ella, ignorando sus faltas y queriéndola por sus virtudes.

Cuando ambos habían decidido regresar al salón después de su rápida y quizás demasiado corta escapada a los jardines, lo habían hecho en silencio, disfrutando de la paz que los rodeaba. Cuando habían logrado salir del laberintico jardín, Anne se había sorprendido al ver a Lucie en el balcón, aparentemente esperando por ella.

La sonrisa de satisfacción que había estado adornando sus labios había desaparecido en el acto, dejando una preocupada mueca en su rostro. Las dudas y preocupaciones empezaron a aparecer una por una, como si alguien hubiese abierto la puerta en la que habían estado encerradas, corriendo estas felices ahora que eran libres.

Lucie ya le había perdonado una, y no estaba muy segura de que fuese a perdonarle esta también. Anne no había hecho más que hacerla sufrir, darle motivos por los cuales la joven tuviese que preocuparse y angustiarse, mucho más ahora, que le había causado un dolor tan grande que la había dejado en el suelo, recogiendo los trozos de su lastimado corazón. Por más buena persona que Lucie fuese, por más que dijese quererla, Anne dudaba que la joven fuese a quedarse muy tranquila, a sonreírle y a decirle que todo estaba bien, que nada había cambiado entre ellas.

Y se hubiese detenido a mitad de su camino hacia el castillo, se hubiese dado la vuelta y hubiese escapado de la mirada recriminatoria de Lucie, si no hubiese sido porque Adrian había seguido avanzando, no notando en lo absoluto el cambio en la actitud y las emociones de la joven.

El Príncipe estaba envuelto en una capa de sopor y relajación, como siempre estaba cada vez que su Don se alimentaba de las emociones de Anne; debido a esto, sus acciones y reacciones eran más lentas de lo normal, por lo que cuando notó el estado en el que se encontraba la chica, ya estaban en el balcón, frente a frente a las personas que parecían estar esperándolos.

-Buenas noches. -Saludó Adrian con una sonrisa, dedicándole un elegante movimiento de cabeza a Lucie, con la cual él se llevaba bastante bien.

Lucie respondió el saludo con cortesía, haciéndole una reverencia al mismo tiempo. Luke respondió de la misma manera, aunque de una forma más silenciosa. Estaba en medio de un mar de pensamientos y emociones que no hacían más que moverlo de un lado al otro, dejándolo incapaz de hacer gran cosa.

Después de los saludos y respectivas frases de cortesía, el silenció cayó sobre ellos, pesado e incómodo. Anne aprovechó ese momento para lanzarle una mirada a su amiga y descubrir a través de la expresión de su rostro cómo se encontraba, pero en el proceso, reparó en algo.

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