Capítulo 29 - Víspera (Parte 2)

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Nuevamente, Luke había ido al Oráculo, esperando de esa forma saber algo sobre Anne. Había querido ir más temprano, pero Edna había regresado de su repentino viaje la noche anterior y esa mañana le había enviado un mensaje para que fuese a su casa. Le había pedido un reporte sobre lo que había transcurrido en el poco tiempo que había estado fuera y, de paso, le había ordenado hacer uno que otro recado.

A Cecil lo había visto justo antes de salir de la casa de la mujer, chocando con él cuando el mayor se disponía a entrar a ver a su hermana. No se dijeron nada, Luke porque no tenía nada que decir y Cecil porque aún estaba algo incómodo después de lo que había acontecido en la Casa Dorada cuando habían ido a visitar a Camille.

Cuando había terminado con lo que Edna le había encomendado hacer, era casi la hora de ir a trabajar. Edna, después de tomar lo que el joven le había llevado, y cuando habían estado a punto de desaparecerse cada uno a su zona de trabajo, les había informado a ambos hombres sobre el Baile al que ellos, como empleados del Reino, debían asistir.

Luke se había encogido de hombros, no dándole mucha importancia al asunto. Cecil, por el contrario, se había mostrado radiante, como si esa hubiese sido la mejor noticia que hubiese escuchado en días. Y todo se debía al hecho de que él sí sabía que las "flores del Reino", como las llamaba el Rey, iban a asistir al evento, contrario a Luke que desconocía este detalle.

Así que para cuando Luke llegó al Oráculo, pasaban de las diez de la noche. Y podía decirse que él era la única persona ajena al Oráculo que estaba allí debido a que la hora de visitas estaba muy cerca de su final para cuando él cruzó las puertas de entrada.

Para su sorpresa, el lugar bullía en actividad, las Hermanas moviéndose de un lado al otro, no prestándole mucha atención en el proceso. Aunque esto le sorprendió, no pudo evitar alegrarse, porque gracias a lo que sucedía —sea lo que fuese— se ahorró las reverencias y los tratos especiales que le proferían cada vez que iba allí.

Mientras deambulaba por los pasillos en busca de una Hermana que no estuviese muy apurada o preocupada por sus propios asuntos (cosa que parecía imposible), se topó con Camille, la cual había llegado corriendo a verlo, saliendo desde cualquier parte, casi asustándolo; Luke podía jurar que la joven, sin más, se había aparecido detrás de él.

No pudo evitar esbozar una diminuta sonrisa; ya no tenía que preguntar por alguien, porque las demás jóvenes en la Casa Dorada asumían que él iba a ver a Camille, llamándola en cuanto lo veían entrar al recinto. Pensaba que quizás se debía al hecho de que la mayoría de las veces, iba a visitarla a ella y no a Nadhia.

Lo que no sabía era que Camille les había ordenado a todas las Hermanas de la Casa Dorada que en cuanto lo viesen acercarse, diesen el aviso, y así ella pudiese prepararse para recibirlo y atenderlo. Por eso ella siempre salía a su encuentro, incluso antes de que él preguntase por ella… incluso cuando él ni siquiera la estaba buscando.

La joven Guardiana le lanzó los brazos al cuello inmediatamente lo vio, feliz de tenerlo nuevamente allí, con ella. Estaban en medio de un pasillo, en una zona en la que fácilmente cualquiera podría verlos, pero a Camille eso no le importaba en lo más mínimo. Por el contrario, quería que todas las Hermanas la viesen con Luke, viesen que ella podía hacer lo que todas ellas deseaban en secreto.

—Oh, Luke, cariño, me alegra tanto que vinieras a visitarme. —Le dijo zalameramente, pasándole las manos por los brazos de arriba hacia abajo, lentamente.

Algunas jóvenes Hermanas estaban pasando por allí y les lanzaban miradas que pretendían ser disimuladas. Camille actuaba más afectuosa que de costumbre para darles celos, y le encantaba ver que siempre lograba su cometido. Si las chicas notaron la sonrisa de satisfacción que apareció en el rostro de la Guardiana, no dieron muestras de ello y siguieron con su camino como si no hubiesen visto nada.

La PremoniciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora