4- This is the life

Prólogo: La prueba de la verdad.

*Paula*

-Santos: has tardado menos de un mes en cerrar este caso, me tienes impresionado.

-Gracias señor.

-Santos: Santiago me entrega buenos informes de evaluación cada vez que cierras uno, así que parece que tendré que ir buscando una plaza fija para ti... Pero hasta que no acabes el periodo de prueba de un año no puedo confirmarte nada... Siga así inspectora -me despedí de mi jefe, y salí de su despacho, derecha a sentarme en mi mesa.

Me tocaba la guardia de aquel día, lo que significaba que hasta las siete de la mañana del día siguiente, si no pasaba nada, tendría que estar elaborando el informe pericial para poder llevar el caso a archivar. Santiago me dio una sonrisa cuando me vio aparecer por delante de su mesa, buscando la grapadora, y ya sabía lo que significaba ese gesto... Era una forma de felicitarme, mezclada con una chispa de orgullo de padre, ya que nunca sería capaz de decirlo con palabras. Él era así de serio... Según decían por el departamento, era el inspector más duro de mollera de toda la división de homicidios y delitos graves de la Guardia Civil, y yo era su compañera, aunque más bien era su pupila. Nada más entrar por la puerta el primer día, me miró fijamente a los ojos, y casi salgo corriendo del miedo que me dio... Pero sin embargo, él entró al despacho de Santos, y hasta que no consiguió tenerme de compañera, no dejó de darle la lata al capitán.

Estuve cinco horas escribiendo, imprimiendo y grapando, mientras guardaba todo en la caja que me habían traído del depósito de pruebas. Santiago estaba en su mesa, mirándome de reojo, mientras hacia que miraba la pantalla del ordenador o limpiaba la pistola y la placa.

Hasta que el estruendo del teléfono nos hizo dar un brinco a los dos. Fue él quien lo cogió, mientras yo continuaba con mi trabajo.

-Santiago: sí, estamos libres... Sí... ¿Crees que debería decírselo?... Está bien, iremos en seguida.

Mis sentidos ya estaban alerta... Era triste recibir un aviso, sobre todo por todo lo que acarreaba de dolor y sufriendo a los que directa o indirectamente estaban implicados... Pero era mi trabajo, y me encantaba.

-Yo conduzco... Porfi...

-Santiago: no... Paula ha pasado algo... -se me paró el corazón, y un sudor frío empezó a recorrerme la espalda- ¿Conoces a Blas Cantó?

-Sí... ¿Santiago qué pasa?

-Santiago: era Santos... Han entrado en su casa y lo han revuelto todo... Nos han pasado el caso a nosotros, sólo sí crees que vas a poder hacerlo, sino me encargaré yo...

-¿Y por qué a nosotros? Sólo nos encargamos de... -me quedé blanca, mirándole, y enseguida me levanté, cogiendo la pistola y la placa de los cajones del escritorio, mientras buscaba frenética las llaves del coche... Sin escucharle.

-Santiago: eh, cálmate, no me han dicho nada más, no tiene por qué haber pasado nada -cogí mi móvil, y empecé a llamar a todos... Ni Blas, ni Álvaro, ni Noelia... Nadie me lo cogía - ¡Paula!

-Lo sé, lo sé... Mantener la calma... ¡Pero con esto no puedo! -fuimos corriendo hacia los ascensores y enseguida salimos al exterior del edificio.

En media hora, con la sirena puesta en mi leona, que ahora era más fiera por la carretera, llegamos a la calle de la casa de Blas, donde varios coches de policía y un coche de protección civil estaban parados, bloqueando el tráfico. Salí del coche, y ni siquiera escuche a los demás agentes que estaban allí, sino que subí corriendo las escaleras... La puerta de la casa de Blas tenía una cinta de cordón policial, y la de la señora Josefa, justo al lado, estaba abierta y custodiada por dos agentes de policía. Les enseñé la placa, y me dejaron pasar. La señora Josefa estaba en la cocina, preparando muchas tazas con leche y... ColaCao.