42- Resuenan campanas

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Después de tanto tiempo... aquí está el capítulo más esperado. Espero que Paula no se moleste por publicarlo yo, pero es que sino, nunca lo subíamos y lleva en borrador un año. Así que, cansada de esperar... ¡aquí está! Esperamos que os guste, o que al menos haya alguien que siga por aquí leyéndonos.

Por ser Navidad, estaré pendiente de los comentarios y responderé a todo lo que nos queráis preguntar.

¡Os espero!

*Paula*

-Noelia: bien, comenzamos la preparación. Rocío tú el pelo, yo me encargo de las medias, y en cuanto salga de la ducha que Nerea le abroche el corpiño y la maquille, sencillo, con pestañas y eyeliner vale... Y claro el pintalabios. Silver, tú serás el que sujete pinzas, horquillas y demás. El vestido lo último, como ya sabemos, habrá que ir con cuidado para que no se manche. Mientras que Sonia y Alba, y los padres de Paula cuando lleguen, se vayan vistiendo y preparando, nos harán el relevo cuando vayan estando listos para ya arreglarnos los que estamos aquí. Tenemos 3 horas, y 15 minutos extra porque va a retrasarse, hoy no será puntual.... ¡PAULA, ES UNA DUCHA, NO UN SPA, SAL YA DE UNA VEZ!

-Silver: si lo llego a saber le traigo un pinganillo de esos y unos walkies -le susurró a Nerea, demasiado alto como siempre, y acabó ganándose una mirada asesina de Noelia, que cambió a un gesto fruncido cuando aparecí por el umbral de la puerta, con el pelo enrollado en una toalla y el albornoz de seda blanca que heredé de mi tía abuela.

-No haberme comprado las sales relajantes... casi me quedo a vivir allí dentro. -no me dio tiempo a decir más, ni a apreciar el salón de la casa más de cinco segundos, cuando tres personas se echaron encima mía, arrastrándome de vuelta al baño, con su nube de vapor... a comenzar la tortura.

Peines enredados en todos y cada uno de los mechones de mi cabeza, pinzas que volaban por los aires, rebotaban en el suelo, y se escabullían por las esquinas cuales ratoncillos. Las risas de Silver, las discusiones de estilismo entre Rocío y Nerea, Noelia trayendo medias que se iban rompiendo en cada intento de subirlas por mis piernas... el baño era peor que Madrid en hora punta. Y yo solo sonreía, sujetaba lo que me dejaban, y miraba la dedicación de todos... Hasta que al fin llegó el momento de la verdad. Ese vestido, blanco roto, de una sola pieza, con una falda en corte princesa, de seda, que se extendía formando una pequeña cola, rematado en la parte superior con pedrería en el costado derecho, con manga corta y escote en v.... Según fueron colocando la tela y finalmente cuando abrocharon la cremallera en la parte de atrás, los nervios y la ilusión iban apoderándose de todo mi ser. Ese momento era real, con la gente que quería, que siempre habían estado a mi lado, y por la que lucharía hasta dejarme el alma si fuese necesario con tal de que siguieran aquí. Tras el vestido, vino la fina tiara de pedrería, que Nerea y Noelia se encargaron de ajustar en el semi-recogido con tirabuzones que me habían hecho, y donde después, colocaron el fino velo rematado en encaje.

Eran ya la una y media, cuando bajábamos las escaleras hacía la calle, todo el mundo asegurándose que llevábamos todo y que en la ermita todo estaba en orden para emprender el camino. Solo 20 min. Sin tráfico por Vallecas era el tiempo estimado que tardaríamos en llegar. Un final de camino que marcaría un inicio de otro aún más intenso. Y al fin, después de varios meses de incertidumbre, pensando si era o no lo que quería... Al fin estaba allí, dispuesta a todo por el amor que llenaba mi corazón hasta desbordarse. La mirada de complicidad de mis amigas, los mensajes que había estado leyendo nada más levantarme, todo ello había conseguido calmar la nube de miedo que se había instaurado aquella noche en mi alma.

Mirando al infinito, al paisaje tan variopinto de llanuras y mesetas que tenía las afueras de Vallecas, podía ver ya aquel pequeño edificio y sus alrededores, donde tantas veces había jugado de pequeña durante las romerías. Los coches se amontonaban en un espacio reservado como aparcamiento, y la gente que esperaba en la entrada de la ermita, se quedaron mirando al Chevrolet Impala que entraba en la explanada. No sin dificultad, y con cierta ayuda, bajé de aquel coche, compartiendo una mirada cómplice con Nerea, mientras seguíamos tarareando la canción de Sobrenatural, como siempre nos habíamos imaginado al pensar en ir montadas en ese coche. Los invitados fueron entrando poco a poco, ante las indicaciones de Noelia, mientras mi padre se acercaba tras dejar a mi madre en la puerta.

4- This is the lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora