7- Abriendo el cuaderno de secretos.

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*Paula*

Y al final, por mayoría, le tocó a Álvaro escribir la cuenta... O lo que es lo mismo, marcarse un Noelia. Le dijimos lo que tenía que poner, y dejamos el dinero y el ticket. Pero claro... Nosotras ya teníamos experiencia, y salimos casi pitando. Así pasó... Que el camarero los pilló en la mesa cuando leyó la cuenta. Para lo que ninguno estábamos preparados... era para ver que en realidad el camarero tiraba más para la otra acera, y como no... Le había gustado Álvaro. Noelia y yo estábamos fuera, meándonos de la risa, ante la cara de Blas y la vergüenza que estaba pasando Álvaro.

-Álvaro: os odio... A las dos -se había subido el cuello de la camisa, a pesar del calor, e intentaba ocultarse.

-Blas: al final si que te estaba mirando de verdad -estaba llorando de la risa, igual que Noelia, y yo intentaba no hacerlo... Luego en casa me la iba a jurar.

-Míralo por el lado bueno.

-Álvaro: ¿Cuál Paulita? -lo dijo con recochineo... encima...

-Al fin hemos descubierto el misterio del camarero.

-Noelia: ¿Y cuál es?

-Que en realidad aquel día estaba mirando a Silver -empezamos a reírnos los cuatro, y Noelia y yo de nuevo al borde del llanto.

-Noelia: pues ahora hasta Silver está cogido... El pobre no tiene suerte en el amor eh.

-Podemos ayudarle... Que vuelva Álvaro y le haga de consejero.

-Álvaro: tú y yo a casa, y estos dos a la suya, ¡Y no me la lieis más!

Bajamos al parking, y nos despedimos. Le dejé a Álvaro conducir... Y en qué hora. En vez de tirar para Alcalá, cambió de rumbo, hacia Santa Eugenia.

-¿Tan mal te ha dejado el camarero que no sabes por dónde tienes que ir? El desvío a la M-45 estaba ahí atrás.

-Álvaro: no, sólo que he visto hoy una cosa en internet que sé que te va a gustar.

-¿El qué?

-Álvaro: sorpresa. -llegamos a la glorieta de enfrente de la renfe de Santa Eugenia, y tomó la primera salida.

Así, nos fuimos alejando de la zona iluminada... Para acabar en el cerro gordo, en la carretera que subía hacia la cima. Sólo contábamos con la luz de los faros del coche. Apagó el motor, y se bajó a abrirme la puerta. Y desde allí lo veíamos todo... Vallecas, Santa Eugenia, el Ensanche, la carretera de Valencia... Rivas incluso.

-Álvaro: tiene que estar ya más o menos... Ven -me cogió de la cintura, y me sentó en el capó del coche, y después se sentó a mi lado.

-Vale, me tienes impaciente... -con el leve resplandor de las luces de la carretera, sus ojos parecían dos esmeraldas brillantes... Me enamoraba por momentos.

-Álvaro: túmbate y mira al cielo -y le hice caso... El cielo estaba plagado de estrellas, y la contaminación lumínica tampoco afectaba mucho, además de que no había luna aquella noche... Era precioso... Y tras un rato, lo vi...

-¿Estrellas fugaces? -ahora sí que me había muerto, y estaba en el cielo seguro.

-Álvaro: ajá, están en el auge ahora mismo, hasta más o menos dentro de una hora o así.

-Te quiero...

-Álvaro: para que luego me hagas sufrir con camareros y cubitos de hielo -se tumbó a mi lado, y me abrazó.

-No te hago sufrir... Al menos aposta.

-Álvaro: si sí..

-Anda, cacho tonto que eres -le besé, bajo la atenta mirada de las estrellas, hasta que decidimos que lo mejor era irnos, ya que la lluvia de estrellas ya había pasado, y no era el lugar adecuado para lo que queríamos hacer.

4- This is the lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora