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Duncan.


Para Duncan, la vida era un constante vaivén de emociones y experiencias. Todos los días tenía que ver a personas en desgracia y era su deber ayudarles a encontrar, aunque fuese, una respuesta. Ser policía le había dejado demasiadas enseñanzas de todo tipo, buenas y malas.

Ser policía no había sido un sueño de niño, o se había enlistado por alguna venganza personal. Todo lo contrario. Había sido su última opción de estudio. Había querido ser doctor, eso estaba en el inicio de la lista de opciones, con letras rojas y en mayúsculas, pero cuando supo las notas que debía tener para la facultad de medicina, colocó debajo enfermería, con letra normal y en negro, pero resultó que tampoco tenía las notas necesarias. Un poco decepcionado, colocó en la lista médico forense, psicólogo, filosofía... Pero no había pasado los exámenes de admisión, en ninguno.

Un día, después de haber salido de la última opción que tenía, vio en un poste de luz una hoja pegada buscando nuevos reclutas, observó los requisitos y cumplió todos. Esa noche vagó en su habitación dando vueltas, suspirando y pensando, sopesando las posibilidades que tenía. Realmente no le agradaba mucho la idea de ser un policía. Únicamente tenía 18 años. ¿Qué podía hacer? Las opciones se le terminaban y su padre presionaba cada vez más para que hiciese algo con su vida. Su madre le daba ánimos, a ella le preocupaba que no pudiese entrar a una carrera pero tampoco es que estuviese muy emocionada de que se marchase de casa.

Un par de días después fue a la estación con toda la papelería que pedían, firmó, le dieron una ficha para hacer un examen dos días después. Aquel viernes fue el más ansioso de su vida, sino lo pasaba ese examen se quedaría son opciones, estaría un año sin estudiar y tendría que trabajar, el trabajar no era un problema, el problema era el trabajo en sí. Su padre había sentenciado que si no entraba a estudiar tendría que entrar a trabajar en el taller mecánico que el manejaba. Duncan había apostado que entraría a una buena universidad desde el inicio, y se había burlado y había accedido a lo que su padre había dicho. Pero los días pasaban y él no había podido entrar a una buena universidad y le daba algo muy parecido al miedo el sólo pensar trabajar con su padre, tenerlo todos los días a todas horas atrás de él, respirándole en su cuello, restregándole sus constantes derrotas.

Al lunes siguiente le llegaron los resultados del examen a casa. Un sobresaliente. Un gran sobresaliente. Cuando sus padres se enteran se quedaron en blanco y el color de sus rostros se fue gradualmente. El tener un hijo policía jamás había sido parte de algún pensamiento para su futuro ni en broma. A su madre le dio miedo, a su padre le dio temor.

Muchos años después y después de encontrarle la maña y el cariño a ser policía, se encontraba en una bonita oficina, tenía a su mando un equipo de investigación de crímenes, tenía una autoridad que nunca se hubiese imaginado tener. Se había reusado a tener una vida social o amorosa con alguien, por las implicaciones de su trabajo. No quería que nadie sufriese la venganza de alguien que lo llegase a odiar por cumplir con sus obligaciones.

Tenía muchos reconocimientos. Tenía varias medallas. Tenía el respeto de todo el personal que trabajaba con él. Tenía autoridad. Y, por sobre todas las cosas, tenía la certeza de saber quién era él, lo que era capaz de hacer, y sabía que sus padres estaban orgullosos de él.

Conoció a Hyun en el gimnasio. Le había llamado la atención el cómo se esforzaba en cada entrenamiento. Pronto se encontraban tomando una cerveza en "La Bola 8", riendo y disfrutando un buen momento. Se hicieron amigos rápido. Duncan conocía muy bien a Hyun y en más de una ocasión se habían salvado el pellejo mutuamente. Habían estado en situaciones muy difíciles, Hyun muchas veces le llegó a poner unas situaciones difíciles, en encrucijadas muy duras. Como policía, tenía que hacer cumplir la ley, pero Hyun tenía una definición de justicia muy diferente a la suya. Había perdido la cuenta de cuantas veces le había dejado escapar de las escenas, de las veces que la había tenido que encubrir, de las veces que había tenido que limpiar sus desastres. Pero Hyun no era una persona egoísta, siempre le pagaba de alguna manera, muy a su manera. Le daba en bandeja de plata a muchos culpables de crímenes, muchas pistas valiosas, información de mucha utilidad.

Habían formado una especie de equipo, muy raro. Nadie sabía que ambos se ayudaban mutuamente, y menos sospechaban que se podían llegar a beneficiar uno de otro.

El hecho de que Hyun se fuese tan deprisa, que de repente le llamase para decirle dónde estaba y lo que planeaba hacer, había significado para Duncan un giro de 180 grados. Tuvo que hablar con varios de sus superiores y decirles la verdad, toda la verdad. Al principio, le gritaron demasiado, pero después comprendieron el por qué les había revelado toda esa información. Si todo salía bien, con forme al plan y sobre todo, con forme a las reglas, podrían derrocar un imperio de drogas creciente. Podrían atrapar a muchos asesinos, traficantes, personas malas que envenenaban todo a su paso.

Duncan pasó a ser los ojos de Hyun, tuvo que desplegar demasiada gente en todos lados, tuvo que tener más informantes, trabajar 24/7, esforzarse el doble. Si todo salía bien, significaría un gran salto en su carrera. Y también, y lo mejor de todo, si todo salía bien, Hyun dejaría de meterse en problemas y, por consecuencia, dejarlo de meter en problemas. Parecía que se había convertido en un hobbie de Hyun, pero no podía negar que le traía mucha diversión. Hyun lo hacía esforzarse, lo hacía superarse cada vez. Era emocionante haberle conocido. 


Sin más por el momento, nos vemos la semana próxima, tengan un buen fin de semana.

¡Buen fin de semana!

¡ABUR!

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