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¿Cómo estaré segura de que no me hará daño?



Aunque no tenía nada en contra de la oficina postal, Charlotte sentía que ella podía hacer un mejor trabajo dirigiendo ese departamento, las cartas llegarían más rápido de lo que hacían en ese momento para evitar la angustia que provocaba la espera de una respuesta.

Ya era fin de semana, domingo, día inhábil, y quería que fuese algún día hábil para poder recibir una carta de Lucy en respuesta a la suya. Y no era que no hubiese estado esperando una contestación durante los días anteriores u observado la móvil todo el rato, teniéndolo con sonido todo el tiempo y contestando todas las llamadas de números desconocidos con total esperanza de que fuese Lucy ya que estaba segura de que no había olvidado colocar su número telefónico. Los primeros segundos de cada llamada de desconocidos siempre le traía una mezcla de emoción y desilusión que duraba lo que duraba la llamada, colgaba, tomaba un respiro y luego continuaba como si nada hubiese pasado.

Que no le respondiera la carta o decidiera llamarla no significaba nada malo precisamente, pero, tampoco le quitaba los nervios.

Ean quería pasar más tiempo con ella, después de todo, la firma le había dado vacaciones por fin, y algo que siempre habían querido era salir de paseo, aunque fuese un par de horas, por lo que ese domingo Charlotte desayunó con su hija y con su nieta, se dio una ducha calentita, se vistió lo más cómodo posible tomando en cuenta que tenía que usar capas de ropa para no perder el calor corporal y congelarse y morir en el intento.

Como arquitecto, Ean tenía un gusto muy específico en cuanto a lugares a visitar se refiere, así que él planeó la salida, los lugares más bonitos para poder pasear con tranquilidad, a comer en algún restaurante bonito y agradable, después irían a comprar los regalos para navidad que les faltaba adquirir.

Habían quedado en verse en una parada de autobuses que les quedaba cerca a los dos, como Charlotte no tenía coche, Ean vivía en dirección opuesta a ella e iban a ir hasta el otro lado de la ciudad y habían pensado que sería más agradable si iban en autobús, disfrutando del viaje, sin preocuparse por quedar metidos en un coche en el tráfico y si bajaban en una parada que no era, no se iban a preocupar, era parte de la aventura.

Era un domingo agradable, había dejado de nevar, el sol brillaba y tenían la esperanza de que la nieve se empezara a endurecer en cualquier momento, las corrientes de aire helado eran comunes a pesar del día tan brillante por lo que las bufandas y guantes eran siempre bienvenidos, Charlotte salió de su casa bien abrigada, solamente llevaba encima lo necesario para el día y se dirigió a la parada de autobús, no había nadie más cuando llegó, por lo que pudo sentarse cómodamente a esperar el transporte y, sin quererlo, comenzó a pensar en su marido, se preguntaba si estaría bien, saludable, o si estaría enfermo, calvo, panzón. A pesar de los malos momentos, le agradecía a la vida por ponerlo en su camino, creía que Dios le había puesto a un hombre que, por un tiempo, le dio lo mejor que ella pudo imaginar, tenía dos hijos, una nieta hermosa y, a pesar de las adversidades, estaba agradecida por eso. Tae le había hecho la mujer más feliz del mundo por un tiempo, le dio confianza y seguridad y no tenía miedo de aceptar que, por él, ella era una mejor persona, había podido dominar viejos demonios que la atormentaban, sabía que aún estaban ahí pero, ella sabía, podía controlarlos y ponerlos de nuevo en la jaula que Tae le ayudó a construir. Y no era que lo idolatrara, era solo que estaba agradecida por lo bueno y, parcialmente, por lo malo, ya que gracias a él estaba donde estaba y conocía a las personas que conocía y creía, desde el fondo del corazón, que era una mejor persona. Y quería demostrárselo a su hijo, quería poder pedirle disculpas, poder pasar tiempo con él de nuevo, conociéndolo, queriéndolo, quería probarle y probarse a sí misma que era una mejor madre, una mejor figura materna, alguien en quien él podría confiar y rezaba, todas las noches, por poder tener esa oportunidad y le juraba a Dios, cada mañana, que no desperdiciaría esa oportunidad, que haría lo mejor, porque estaba cansada de llorar, de huir, de crear excusas. De a momentos se sentía culpable por haber huido así, sin decirle que estaba embrazada, bueno, no es que lo haya sabido a ciencia cierta en ese momento pero había empezado a sospechar su estado y eso, llegó a concluir después, fue lo que le dio la fuerza para huir, querer proteger a una pequeña personita que no tenía culpa de los problemas ni los demonios de sus padres y ella había jurado proteger a sus hijos, aunque había fallado en proteger a uno, pero le era difícil creer que Tae tratase mal a Hyun, siempre había sido la luz en la vida de Tae, nunca había permitido que nada malo le pasase a él, así que, aunque eso estuviese algo, muy mal, le tranquilizaba, porque sabía, muy dentro de ella, que Hyun había crecido en un entorno lleno de amor y protección.

Round II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora