Mandarinas

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Luffy y Nami caminaban en el pequeño huerto de Mandarinas, recogiendo la fruta en canastas mientras conversaban acerca de la próxima isla. O bueno, Nami las recogía, ya sabemos que nuestro capitán no tenía una sola en su canasta.

—Nami, ¿en cuántos días dices que llegaremos?

—Por suerte, la isla no está tan lejos como creía. Llegaremos en dos días, Luffy. 

—Ahhg, esperaba que llegáramos pronto. 

—¿Por qué tan desesperado, tontuelo? Parece que ya ni quieres estar en el Sunny.

—Es que quiero que vayamos a divertirnos juntos. Estropeé todo en la última isla.

La chica se acercó a su capitán y le agarró las mejillas un poco, estirándolas mientras sonreía para sí misma.

—Eres un idiota, ¿sabías? Siempre podemos divertirnos juntos sin necesidad de estar en una isla. Como ahora, me encanta recoger las mandarinas en tu compañía. — La pelirroja acercó sus labios a los del chico y le besó, lento y suave, a medida que él la abrazaba por cintura. Al terminar, miró su canasta y pudo ver que estaba vacía. Se zafó del abrazo y golpeó al muchacho en la cabeza, ocasionándole un chichón. —¡Ni siquiera has recogido ni una sola! ¿Qué has estado haciendo? ¡¿Te las comiste todas?!

El arrepentido sombrero de paja asintió con una pequeña lágrima y en menos de 1 minuto había llenado la canasta y se la entregó a Nami, quien le dio una pequeña palmada en la cabeza.

—Buen chico. Ven, vamos a llevárselas a Sanji-kun para que haga jugo. 

Ella le lanzó una mandarina que el atrapó con su boca y ambos fueron a la cocina. Luego de eso, al chico se le ocurrió algo.

—Ven, ¡Vamos a ver el mar!

A Nami le pareció una excelente idea. Ya estaba poniéndose el sol y podrían verlo juntos. Luffy se acostó en la cabeza del Sunny y ella de espaldas a él, entre sus piernas, recostada de su abdomen. 

—Es la mejor idea que se te ha ocurrido, el sol se ve precioso.

Luffy la abrazó alrededor del cuello y se quedó en silencio, presenciando el espectáculo que la naturaleza les brindaba. De repente, la chica sintió algo extraño. Luffy le estaba apretando los pechos levemente.

—Oye, Nami... ¿Por qué son tan suaves? Aquella vez, mientras lo hacíamos, sentí que eran igual que mi goma. 

—N-no lo sé... — dijo ella, sonrojada.

—Shi, shi, shi, me gustan. — Dijo él, inocentemente, y le dio un beso en la mejilla. Ella sólo calló y disfrutó de la puesta de sol.


Por otra parte, nuestro espadachín se encontraba en la torre de vigía, pensando en lo que habían hablado su amada y él una hora antes. La mujer acababa de leer su libro y subió a darle un recado de Franky.

—Zoro, Franky quería saber si puedes ayudarlo en su nuevo invento.

El peliverde la empotró contra la pared, acorralándola, y enganchando su pierna a la suya mientras acariciaba su muslo desnudándolo al apartar la falda larga que la mujer se había puesto.

—Yo tenía otros planes... — respondió, dándole un beso apasionado.

—Kenshin-san, parece que me has extrañado mucho. 

Ambos se miraron a los ojos y se acercaron, sus respiraciones chocaban y un nuevo beso estaba a punto de comenzar, cuando fueron interrumpidos por Sanji.

—Lo siento, Robin-chwan, no sabía que estabas aquí. Sólo venía a avisarles que la cena está lista. Siento interrumpir, los dejo solos.— Y así se marchó el rubio, sin decir nada más.

—Maldito cocinero, no podía ser más oportuno. 

—Tranquilo, nos sobran los momentos a solas. Anda y vamos a cenar.

Sin embargo, no fue así. Pasaron los dos días y la pareja seguía sin poder encontrar una oportunidad para estar juntos, sin la interrupción de sus ruidosos nakamas. Finalmente, llegaron a la isla nueva, Aldabra. 

—Chicos, es hora de sortear quién se quedará en el barco.

—No es necesario, Nami. Zoro y yo nos quedaremos. — Dijo Robin, tratando de aprovechar la oportunidad única que tenían enfrente. Nami la miró con complicidad, pues ya sabía del problema de la pareja mayor, así que accedió sin ninguna protesta. Tan pronto se fueron, Zoro procedió a la acción y tomó a la arqueóloga en brazos, llevándosela al baño.

Comenzó a besarla, fúricamente, mientras la cargaba con una mano y con la otra tumbó todos los productos de belleza que había en el tocador. Colocó a la mujer encima y ambos se quitaron las camisetas, mientras que Robin rápidamente desabrochó la correa de su pareja y de igual forma bajó el cierre, sacando el miembro y comenzando a masturbarlo inmediatamente. La agitación no los dejaba pensar, se devoraban mutuamente y no parecían necesitar respirar el aire. El joven se separó de su compañera mordiendo levemente su labio y se agachó, desgarrando la diminuta falda y la tanga, e introduciendo dos dedos en la cavidad de la mujer. Con su lengua, lamía el pequeño botón que allí sobresalía y Robin no podía hacer más que gemir.

—Ahhh... Kenshin-san... ¡Ahh!

Mientras ella trataba de ahogar sus gritos, el aumentó la velocidad de sus dedos y se puso de pie, sin dejar de acariciar el clítoris con su pulgar.

—No te contengas, mujer, quiero escucharte disfrutarlo.

Ella se acercó a su oído y se dejó llevar, para luego susurrar unas palabras que liberarían al animal interno de Zoro.

—Kenshin-san, quiero... ¡quiero tenerte dentro mío! Me... ¡Me voy a correr!

El peliverde movió sus dedos aún más rápido para ayudarla a llegar a su tan ansiado orgasmo y ya no lo resistía más, acarició los pechos de la pelinegra mientras la besaba y retiro su pantalón. Entró a la bañera con ella, poniéndola de espalda, y la penetró mientras su respiración en el cuello de la mujer la estremecía por completo.

—¡Ahh, Zoro! ¡Eres maravilloso!

El peliverde le mordió el cuello fuertemente y volvió a jugar con sus pechos, mientras el agua caía sobre ambos. De repente, se detuvo, aún dentro de ella, y la sostuvo de la barbilla con su mano bruscamente.

—Eres muy mala. Me pusiste a sufrir dos días sin poder disfrutar de este culo tan impresionante que tienes. Haces que quiera vengarme. Ella rió, un poco fuerte. Jadeante, separó a ambos con sus brazos fleur e hizo que el sentara. Cerró la ducha y se sentó encima de él, introduciéndose en él en un solo movimiento.

—No debes sufrir más. Aquí estoy para que me disfrutes completa. 

La mujer comenzó a contonear sus caderas y él seguía besándola continuamente. Apretó sus nalgas con deseo y comenzó a moverse él también, sintiendo que el éxtasis iba en aumento. 

—¡Ya viene!— gritó, mientras profundizaba las estocadas y la abrazaba  fuertemente contra él. Sintió que estallaba y disminuyó la velocidad gradualmente, para luego tomar la barbilla de la chica una vez más y degustar sus labios otra vez, esta vez más suavemente.

—Ha sido increíble, no esperaba menos de ti. Ahora, tomemos un baño. 

Luego de salir del baño, ambos fueron a vestirse y en eso llegó Usopp con Franky, al parecer no habían encontrado nada interesante en la ciudad y se quedaron en el barco. Robin y Zoro aprovecharon para salir.


Un rato después de caminar en busca de una taberna en la cual dejar a Zoro, sin tener éxito, un joven misterioso apareció frente a ellos, con la boca en el suelo a causa de la sorpresa.

—Tu... ¡E-e-e-eres Nico Robin! ¡Mi nombre es Milo, es un placer conocerte!

Shambles (Zorobin) (LuNa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora