Instinto

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—Robin, lo siento, pero yo... No sé cómo hacer esto.

—Tranquilo, Kenshin-san. Sé que lo recordarás.

—¿Por qué estás tan segura?— le inquirió el peliverde.

—"No he hecho esto nunca, pero sé que mi instinto me guiará". Eso fue lo que me dijiste la primera vez. Sólo déjate llevar— respondió ella, terminando de quitar la camisa del espadachín. Se lanzó a sus labios y fue deslizando su mano lentamente por el torso y los abdominales del espadachín, mientras él sentía esos segundos hacerse eternos, hasta llegar al borde de su pantalón. Terminó el beso y abrió el botón, bajó el cierre tan lentamente que parecía tortura, y al final sacó el miembro del espadachín.

—Duro como roca... —susurró, con su rostro a menos de dos centímetros del de su compañero, provocandole escalofríos tan sólo con su cálido aliento. Zoro tragó en seco y ella comenzó a masajearlo con sus finos dedos. Él creía que ella era frágil como una flor, pero poco a poco se dio cuenta que hasta una flor posee fortaleza, y ella tenía la fortaleza necesaria para desatar el toro que él llevaba en el pecho, calmarlo, y volverlo a desatar cada vez que lo deseara. Le había acorralado, había llegado a un punto en el que no había retorno. Sus manos ahora mismo eran señal de su debilidad, o al menos así lo veía él. Comenzó a sentir pequeños temblores a medida que ella aumentaba su velocidad gradualmente. Quiso ocultar su rostro de ella.

—R-Robin... Yo...

—Shhh... Mírame— dijo ella, volteando su rostro para que la mirara a los ojos, al punto de que sus narices rozaban, sin dejar de acariciar su hombría con la otra mano. Él intentaba besarla, pero ella no lo dejaba. Le mordió el lóbulo suavemente y comenzó a susurrar—Me encanta cuando estás así, y me encanta saber que es por mí —continuó—. Yo resolveré tu problemita esta vez, Kenshin-san.

Simplemente no podía negar que le excitaba demasiado lo atrevida que Robin había resultado llegar a ser, aunque al mismo tiempo, tampoco podía dejar de admitir que le daba miedo dejarse llevar. La azabache bajó de sus piernas para comenzar a devorar su pene, con una furia loca que jamás había sentido antes. Habían sido sólo 5 días y lo extrañaba demasiado. Tenía hambre, hambre de sus besos, de su boca, de su cuerpo... Hambre de él. Tanta, que lo único que deseaba en el momento era hacerle llegar al cielo.

—¡Argh!... —gruñó al llevarse la sorpresa.

Lo deslizaba por su boca rápidamente y con maestría, en movimientos circulares y veloces, haciendo que el espadachín tuviera escalofríos.

—Dime, ¿te gusta? O quieres qu-

La calló y la forzó a continuar con su tarea, metiéndolo en su boca una vez más. La sensación le pareció increíble, tanto que le llevó a acordarse de las veces en las que ella le había hecho sexo oral. Sentía que su sangre iba a comenzar a hervir. Agarró su pelo y ayudó a que se moviera más rápido, estaba cerca del clímax.

—R-Robin... Yo... ¡Me vengo!

Ella siguió lamiendolo a pesar de la advertencia y, llegado el momento, tragó todo el semen expulsado por el peliverde. Se puso de pie y tomó un poco de agua, la batalla apenas comenzaba. Relamió sus labios intencionalmente, gesto que hizo que el espadachín sintiera un pequeño calambre en su entrepierna. Volvió a sentarse en el suelo, a su lado, y él no perdió el tiempo. Ya estaba más que extasiado y no pensaba quedarse a medias. La subió a sus piernas una vez más y la besó con desesperación, acariciando su figura con sus manos.

—¿No quieres ir a la cama?

—No, aquí me gusta. ¿Seguro que quieres seguir?

—¿No es esto lo que querías? Tú te lo buscaste. Y el que busca, encuentra, Robin— dijo, mientras besaba el cuello de la mujer.

Shambles (Zorobin) (LuNa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora