Pequeñísimo imprevisto...

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El día siguiente transcurría con total normalidad. Los Mugiwara hacían sus actividades normales, con la excepción de unas cuantas miradas ocasionales de ciertos 4 tripulantes y las quejas continuas del cocinero del barco. Tashigi esperaba la llamada de Smoker en su habitación, y sólo salía para comer. Había recuperado la memoria parcialmente, pues recordaba quiénes eran algunas personas, pero no recordaba su vida de marine y lo que había acontecido en su niñez. El pequeño golpe de hace unos días en el gimnasio le habían servido para darse cuenta de que estaba con Zoro, la persona que la había enamorado en tan sólo unas horas a pesar de su actitud, y de que debía aprovechar cada segundo para poder consquistarlo. Aunque ya todos sabemos el resultado.

Law, por otro lado, miraba desde su submarino lo que acontecía en el Sunny. Ya no se sentía con derecho de estar ahí. La verdad era que se sentía culpable por lo que había hecho, después de todo, su intención con la arqueóloga aquel día en que perdió la cabeza no era llegar tan lejos, decía la verdad cuando aseguró que el agua de la lujuria en el cuerpo de la pelinegra le afectó bastante. Él solo quería jugar un poco con ella, aunque no negaba que sentía celos de que ella hubiera preferido al espadachín, pero, ¿a quién iba a engañar? Ella sólo tenía unos meses conociéndolo, mientras que a Zoro lo conocía desde hace dos años y era obvio que si lo amaba lo hacía desde hacía mucho tiempo; él jamás iba a vencer ese sentimiento tan fuerte en tan sólo unos días.

Robin estaba preocupada. Había sido muy descuidada últimamente y se había dejado llevar por sus arranques pasionales con el espadachín, no se había preocupado en lo más mínimo por protegerse. No pudo concentrarse en su lectura. Salió a cubierta a buscar a Nami, y vio a Zoro tirado en el piso, como de costumbre, tomando una siesta. La navegante le enseñaba a Luffy los últimos mapas que había dibujado y él los miraba con admiración.

-Nami, ¿puedo preguntarte algo en privado?

-Claro, Robin. Luffy, ten cuidado con los mapas, si les pasa algo te mato.

-Sí, Nami.

Se apartaron un poco, donde el despistado capitán no los pudiera escuchar, y lanzó la pregunta sin preámbulos.

-Nami, ¿crees que podamos llegar a la isla en menos de 3 días?

-Mmm... No lo creo... Si seguimos con buen tiempo y no hay cambios inesperados, deberíamos llegar en 5 días.

-Ya veo...

El semblante le cambió a la arqueóloga. No notó que el espadachín había abierto su ojo disimuladamente y escuchaba todo.

-¿Por qué, te pasa algo?

-Es que necesito comprar algo.

-¿Y es tan urgente que no puede esperar unos días?

-No, es que... - Se acercó al oído de la pelirroja para susurrarle. – Kenshin-san y yo no nos cuidamos. Necesito pastillas anticonceptivas. Chopper no tenía nada en su despensa.

-Demonios, ahora que lo dices, Luffy y yo tampoco... Hace menos de 15 días que empezamos con esto, y Luffy y yo hemos tenido más actividad que ustedes.

-Resulta que no es tan inocente.

-Ojalá no lo fuera. – dijo, y ambas rieron. – Es broma, lo hace muy bien.

-¿Qué haremos entonces?

-No tengo idea... ¿Tienes retraso?

-Aún no lo sé. Pero estar embarazadas no es una opción. No con este modo de vida que llevamos.

Como ella dijo esto un poco más alto, Zoro pudo escucharlo y frunció el ceño.

-Tienes razón. Oye, tienes 30, ¿no quieres ser madre? Creo que ya es tiempo.

-¿Me estás llamando anciana? – preguntó la arqueóloga, ofendida, pero sin sobresaltarse.

-No, no lo malinterpretes, es que, en caso de que quieras tener un bebé, ¿a qué edad lo tendrás? ¿a los 40?

-No lo sé, claro que me gustaría tener un bebé de Zoro, pero no ahora... No podemos criar un hijo en un barco pirata, además, ni siquiera sé si él quiere hijos. Apenas tenemos un día juntos, oficialmente. Y no quiero tener un niño para dejarlo abandonado, aunque tuviera a quién dejárselo, no me gustaría. Me crie sin conocer a mi madre, sólo la pude ver unas horas antes de su muerte, el día que destruyeron Ohara. Siempre quise conocerla y fue lo poco que pude obtener. No quiero eso para un hijo mío.

-Lo siento mucho, Robin, no tenía idea.

-No te preocupes. ¿Te imaginas a Zoro con un niño? Creo que sería un caos...

-No puedo siquiera imaginármelo. – Comentó Nami, riendo por dentro.

-Pues yo sí... Algo me dice que sería un completo desastre, pero lograría manejarlo. – Dijo, recordando su encuentro con él en Water 7. Zoro cerró el ojo e intentó ignorarlo.

-¿Por qué lo dices?

-Nada, ideas mías.

-Ajá... Seguro... Revisemos el mapa, creo que tal vez podemos encontrar una ruta más corta.

Zoro aprovechó que las chicas entraron al cuarto de cartografía de Nami y se fue a la cocina. Lo que había acabado de escuchar le cayó como un balde de agua fría, él no quería tener hijos por el momento, por la misma razón que la mujer, ambos eran bastante inteligentes y sabían los riesgos que conllevaría.

-"Tal vez solo hablaban hipotéticamente. Pero, ¿y si no? ¿Y si de verdad hay una posibilidad? Lo cierto es que he sido muy irresponsable, es mi primera vez con una mujer y ya estoy metiendo la pata. Ahora recuerdo por qué no quería liarme con mujeres."

Se acercó a la reserva y tomó la botella de sake más cercana. Tomó un trago y volvió al asiento, con ella en la mano.

-Ya lo sé, no quería liarme con mujeres, pero, pase lo que pase, jamás podría arrepentirme de quererla. – dijo en voz baja para sí mismo y dio otro sorbo.

-No deberías, Robin-chwan es demasiado para ti. Tienes suerte de que te haya escogido. – Le dijo Sanji, entrando a la cocina.

-Eso ya lo sé, idiota.

-Al final, resulta que tenía razón, pero jamás imaginé que esa mujer de la que estabas enamorado sería Robin-chwan. Espero que no le rompas el corazón.

-¿Por qué lo haría? Yo la amo más de lo que tú o cualquiera pudiera hacerlo.

-Lo sé, marimo... Eres un idiota, pero no eres cualquier hombre. Sé que la amas. Ella es afortunada de tenerte. Sólo te pido que la trates como si fuera la más delicada flor.

Sanji dio una calada fuerte a su cigarrillo.

-¿Y tú qué derecho tienes de pedirme eso?

-Es en serio, Zoro. – El espadachín se sorprendió al escucharlo decir su nombre.

-No tienes que pedirlo. Aún no sé cómo manejar esto, ni cómo tratar con ella, pero sé que es algo que manejaremos juntos.

-¡Mira, Robin! ¡Hay una isla pequeña muy cerca de aquí! Creo que podríamos llegar en un día, y no nos desviaríamos tanto de la ruta original.

-Perfecto, ahora sólo tenemos que inventar una excusa.

Shambles (Zorobin) (LuNa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora