Capítulo 32: "Nunca intervengas en una pelea de Padre e Hijo."

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Narra Kagura:
La batalla cada vez me era más desesperante, cuando derrotábamos a un grupo de enemigos inmediatamente otro parecía sustituyéndolos, ¡¿Cuántos bastardos más teníamos que derrotar?!
Peleaba espalda con espalda junto al sádico, yo con mi paraguas y él con espada junto a una montaña de guardias derrotados a un lado.
Al notar que mis municiones se habían agotado, opté por luchar a puño limpio contra mis rivales, de vez en cuando utilizaba mi paraguas para protegerme de sus intentos por acuchillarme, no eran fuertes, pero al ser numerosos complicada el hecho de tener que estar siempre con la guardia alta.
Golpee con mi puño al enemigo que tenía al frente tratando de lanzarlo por lo aires, pero sin aviso alguno este se sujetó de mi muñeca haciendo que cayera al suelo junto a él, traté de levantarme al sentir las espadas apuntando mi espalda, pero mi acción fue interrumpida cuando el sádico se colocó al frente mío reteniendo al enemigo.
-China, no es momento de tomar un descanso.- Habló sarcásticamente.
-¡No estoy descansado-aru!- Le grité enojada, colocándome a su lado.
Con un movimiento veloz, él se deshizo de los espadachines y me observó por unos segundos antes de seguir combatiendo, los cuales se me hicieron eternos al darme cuenta de nuestra cercanía y el estado en el que él se encontraba vestido...
-¡Oye, bastardo!- Lo llamé al mismo tiempo que empezaba a atacar al enemigo.- ¿Por qué estas vestido de esa forma-aru?
-¿Eh?- Soltó una risa.- ¿En serio estas criticando mi vestimenta? ¿Acaso no te has visto?
Me observó detenidamente, recordándome que lucía un traje diminuto de marinera... ¡Demonios! ¿Por qué ahora se me hacía vergonzoso usar aquellas prendas?
-¡Cállate-aru!- Grité con un leve sonrojo.
-Oh...- El sádico derribó a un enemigo y prosiguió:- ¿Acaso tú querías ser la única persona que me viera vestido de forma provocativa? No te preocupes China, te prometo que si logramos salir de esta... te daré un premio especial solo a tí.- Terminó guiñándome un ojo para continuar con la pelea.
-¡¿Acaso quieres morir-aru?!-Grité avergonzada.
Sin previo aviso, Gin-chan y Papi se lanzaron en una patada a la espalda del sádico, derribándolo.
-¡¿Qué carajos hacen?!- Se quejó el sádico quien ahora era aplastado por esos dos.
-¡Oye, Souchiro-kun! ¿Qué premio especial le darás a Kagura-chan?- Gin-chan mostraba una sonrisa terrorífica.
-Sí... ¿Acaso nosotros no nos merecemos un premio especial también?- Papi habló de igual manera.
-Definitivamente no, el premio especial solo puedo dárselo a su hija.- Soltó el sádico con desinterés.
¡Era un idiota! Papi y Gin-chan se mostraron enfurecidos, dejando caer más su peso arriba del sádico.
-¡Jefe, Umibouzu! ¡Pesan!- Gritó Sougo de dolor.- ¡China, ayúdame! ¡Te prometo que si lo haces, buscaré que tu premio dure más tiempo!
-¡Deja de decir eso, sádico de mierda!- Grité totalmente sonrojada.- ¡No quiero nada de ti-aru!
-¡Eso es Kagura!- Me aplaudió Papi.- ¡No te conviene este chico, sus chistes son más estúpidos que su cara de niña! ¡¿Qué es eso de: "Llevaré el secreto a la tumba... ¿Entiendes? Tumba por que en unos minutos voy a morir." Eh?! ¡Bastardo!
-¡Oye!- El sádico se quejó.- ¡No sabía que decir para romper el silencio!
-¡Lo único para lo que sirves es para quedarte callado, Souchiro-kun!- Gin-chan apoyó a Papi.- ¡Tus chistes son más viejos que la anciana que vive en la planta baja de mi casa!
-¡Ya le dije que me llamó Sougo! ¡Sougo!
-¡Silencio, bastardos!- Los callé, enojada.- ¡¿Me podrían hacer el maldito favor de ayudar a derribar a estos bastardos?!
Me giré para seguir combatiendo, cuando en eso sentí un arma ser colocado en mi frente.
-Que divertidos son todos ustedes.- Habló el hombre quien me estaba amenazando: Takeshi.- Me agrada mucho que mi futura esposa sea tan amigable...
-¡Aléjate de mi hija!- Papi gritó colocándose en una postura correcta junto al sádico y Gin-chan.
Trataron de salvarme, pero se detuvieron cuando el viejo Takeshi les rebeló que mi vida corría peligro. Con una de sus manos libres, inyectó algo en mi cuello, supuse que era lo mismo de la última vez al sentir mi cuerpo totalmente débil... ¡Odiaba esa cosa!
-No dejaré que vuelvas a escapar de mí... - Susurró haciéndome sentir asco al tenerlo tan cerca.
El viejo retrocedió varios pasos, arrastrándome junto a él.
-¡Si se acercan más, juro que la mataré!
Todos lucían alterados y preocupados, pero sobre todo impotentes. El único que mostraba una mirada diferente, era el sádico quien se encontraba furioso. Era como si en ese mismo instante fuera capaz de consumir todo en llamas con esos ojos oscuros y tenebrosos.
-Finalmente...- El viejo que amenazaba con acabar con mi vida, interrumpió mis pensamientos.- Al fin podré poseer los genes Yato.- Comenzó a reír satisfecho.- ¡Todo estará bajo mi...!
El sonido de un disparo interrumpió su discurso desconcertándonos a todos. Aquel viejo ahora se encontraba en silencio mostrando un rostro aterrado, segundos más tarde empezó a salir sangre de su boca al mismo tiempo que me liberaba y caía a un lado por lo débil que me encontraba. Al caer del suelo justamente a un lado del viejo, pude notar un agujero que atravesaba su cabeza dando a relucir el impacto de una bala que había terminado con su miserable existencia.
-¡Papá!- Gritó Mei colocándose a un lado del viejo.- ¡Papá, responde!
Todos lucían sorprendidos al igual que yo... ¿Quién lo había matado?
-Todo... todo es tu culpa.- Aquella chica que lloraba desconsoladamente me miró con odio.- ¡Todo es tu culpa! ¡Maldita alienígena! ¡Vete, lárgate!- Se acercó a mi entre gritos.- ¡Me has arrebatado todo lo que aprecio!
Cuando se acercó a punto de asentarme un golpe en la cara, el sonido de otra bala hizo que alejará su mano ahora lastimada, gritando de dolor por el impacto.
En escena apareció un chico de cabellos bermellón sujetados por una trenza, apuntado a Mei con su paraguas morado que usaba como arma y con una enorme sonrisa en el rostro.
-¡Vaya, vaya!- Caminó hacia nosotras.- ¿Acaso no le enseñaron a esta chica que no debe culpar a otros de sus desgracias?
-¡Kamui!-Gritó Papi sorprendido.- ¡¿Qué haces aquí?!
Mi estúpido hermano mayor se dirigió a él sin quitar su terrorífica sonrisa.
-Vine a terminar mi trabajo.

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