Capítulo 3

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¡Heeey! Gracias a todos por leer, y votar, y sobretodo por comentar, no saben la emoción que tengo dentro... Y HA HABIDO LALITER 2017!!!!!!!!!!!!!!!! Disfruten xxx

Con determinación me dirijo hacia el ascensor. Es la primera vez que lo utilizo, ya que los empleados tienen estrictamente prohibido hacer uso de él, pero eso ya me da igual.

No sé en qué piso están las oficinas, y menos la del señor Lanzani, pero eso no me detiene. ¿Quién se cree que es para ir echando a la gente porque sí? Y más sin ningún motivo alguno. Creído engreído.

Mirando el esquema pegado en la pared, enseñando que hay en cada planta del edificio, busco atentamente las oficinas. Sólo hay una planta que las indique, pero eso tendrá que bastar. Pulso el piso siete, y espero a que el ascensor suba.

Nunca he estado en otra parte del hotel que no fueran las habitaciones, salas de espera, o comedores, y es agradable ver esta parte nueva. Salir de la zona de confort. Aunque también es peculiar. Ver que no es solamente un hotel, si no diferentes edificios en uno conjunto.

Para intentar calmar los nervios golpeo con los dedos respetivamente, sin poder detenerlo. Sólo se oye ese ruido. El golpeteo de mis dedos contra la pared del ascensor. 

En el quinto piso se detiene, y entran dos hombres, también dirigiéndose al piso siete. Van vestidos con traje, y los maletines también están allí. Sonrío para mí misma, orgullosa de haber encontrado las oficinas yo sola. Los dos hombres me observan curiosamente, y es que voy con la falda negra del uniforme que apenas se ve al llevar la enorme sudadera de deporte, que me llega hasta medio muslo. No voy demasiado bien compaginada. Les debo parecer una loca.

Sonrío, incómoda, y me parece un viaje increíblemente largo.

El ascensor se detiene una vez llegamos al número siete, abriendo sus puertas a la vez que lo hace. Espero a que ellos salgan para después hacerlo yo.

Hay más gente de la que me imaginaba. Unos hablan tranquilamente, otros gritan, otros corren prácticamente de un lado a otro, y miro curiosamente a todos lados. Las oficinas son todas iguales, cubículos de vidrio, uno al lado del otro, pero hay una al fondo que es completamente privada. Y sé instantáneamente que es la suya.

¡Bingo!

Me dirijo hacia ahí rápidamente, y una vez delante, puedo leer claramente "Lanzani".

Sin querer pensarlo dos veces, agarro el pomo de la puerta. Estoy a punto de abrirla, pero unas manos gigantes me detienen en el acto. Miro hacia mi derecha y veo a un hombre robusto, que parece recién sacado de una película de espías. Su traje, negro como la noche, igual que sus gafas de sol y su cabello. —Lo siento señorita, pero no puede entrar ahí —la voz del grandullón es una clara advertencia de que lo escuche, y me detenga.

Asiento. —Ah, vale —pero aún con la mano en el picaporte, lo miro de él al despacho, y sin previo aviso empujo la puerta rápidamente antes de que pueda detenerme, abriéndola de golpe.

—¡Estoy harto de siempre la misma situación! —grita un hombre que está de espaldas a mí, pero al oír el portazo se gira a mirarme.

No me detengo a pensar lo que estoy haciendo, porqué sé que si lo hago me vendría abajo.

Ni dejo a los nervios apoderarse de mí.

Lanzani está de pie al otro lado del lugar, y me dirijo hacia él hecha una furia. —Eres un cabrón —le espeto, y él me mira sorprendido. Seguro que es la primera vez que le plantan cara, pues toma esa.

El hombre mayor se ríe, divertido por la situación.

—¿Disculpa? —pregunta Peter, atónito.

—Lo siento, señor Lanzani —el grandullón, obviamente descontento con mi actitud, me agarra del brazo y tira firmemente de el. Forcejeando, intento soltarme, pero tiene demasiado fuerza—. Se ha colado de sopetón, no volverá a ocurrir.

—No la toques —Lanzani espeta con ira, y el grandullón me suelta de golpe y lo mira a él, inseguro de la situación, al igual que yo. Pero Lanzani lo está fulminando con la mirada. Su mandíbula tensa. La vena haciéndose visible. Sus manos en puños, listo para atacar.

—Hijo, ¿quién es esta chica? —pregunta el otro hombre, que claramente es su padre.

Lanzani mira de su padre a mí, y frunce el ceño, pensando en que es lo mejor para hacer.

—Lali —él se dirige a mí, y me habla en un tono tan bajo que no creo que los demás puedan oírlo—. Espérame a fuera —su boca rozando mi oído al hablar.

Me entra un escalofrío, pero sigo segura. Me aparto rápidamente. —No me pienso ir —me cruzo de brazos, pero eso solo hace subir mi falda más arriba, así que los dejo caer nuevamente—. ¿Pero tú quién te piensas que eres? —bufo. Me siento más valiente que nunca de repente—. No tienes ningún derecho. No puedes hacerlo. No voy a permitirlo —de repente, todo lo que había ensayado para decirle se desvanece cuando esos ojos verdes me miran profundamente. El verde en ellos tan potente que me veo cautivada en él.

Su padre no para de reír, obviamente divertido.

El grandullón decide irse, sin saber muy bien que hacer. Nervioso, se dirige hacia la puerta, y los tres ahí presentes lo observamos. Sale por ella, y la cierra con un golpe más fuerte de lo que pretendía. Y en parte me alivia un poco. Ese hombre me da escalofríos. De los malos.

—Espérame fuera —la voz de Peter me saca de mi trance. Estoy cabreada y se lo hago saber, pero él no está para juegos. Obviamente, irritado por mi arrebato, le arruina lo que sea que quiere presentar ante su padre.

Bufo otra vez, y lo miro indignada. —Que no me pienso ir. No hasta que me digas por qué...

Me interrumpe. —Padre, ¿podrías dejarnos solos? —su voz calmada, pero su mandíbula apretada.

Su padre sigue riendo, y parece que en cualquier momento le vaya a dar algo. —¿Y por qué haría eso, Peter? —pregunta él, aún entretenido por la situación. Se alisa la chaqueta de su traje, dejándola impecable.

—Porqué está aquí por lo mismo que tú —declara.

Su padre nos mira curiosamente, y yo no me puedo mover. ¿Qué me estoy perdiendo? Golpeteo mi dedo índice nerviosamente contra mi brazo.

El señor Lanzani, Peter, se posa junto a mí, y me rodea la cintura con su brazo, acercándome hacia él. —Mi chica está muy alterada y necesito explicarle lo que pasó anoche... Que las fotos no son lo que parecen.

¿Su chica? ¿De qué está hablando? Forcejeo en sus brazos, pero no me deja ir, y en su mirada veo la clara advertencia de que obedezca. Y no sé por qué, pero lo hago.

—¿Me estás diciendo que mi hijo está en una relación? —su padre ríe, aún entretenido. Pero su cara se pone seria de repente, al ver que ninguno de los dos titubea—. ¿O es solo otra de tus jugadas?

Frunzo el ceño, y Peter pone los ojos en blanco, exasperado. —Estamos comprometidos, padre. Nos vamos a casar.

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