Estoy parada frente la cama de la habitación. Aún no he desempaquetado y no creo que vaya a hacerlo.
No puedo hacer esto.
Después de esta noche le informaré que no quiero hacer esto, y me iré. No puede volver a pasar lo que ha sucedido.
¡Lo que he dejado suceder!
Tres golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos, y me dirijo hacia ahí en un paso rápido. Abro la puerta, y detrás de ella está Liam. —Hola —sonríe.
Sonrío de vuelta. —Hola.
—Me manda Peter —dice casualmente. Solo ante la mención de su nombre se me ponen los pelos de punta. ¡Maldita sea! —Dice que tengo que ayudarte —su sonrisa es culpable, y sé que está mintiendo.
—¿Te manda realmente él? —sonrío.
Echa la cabeza atrás y ríe exageradamente. Me río. Su risa es contagiosa. —Me has pillado —alza las manos en un símbolo de paz—. Sólo quería ayudarte.
—Estoy bien. Gracias por tu ayuda —la sociable Lali sale a dar la cara, e intento cerrar la puerta educadamente.
—Vamos, Lali. Apuesto a que ni siquiera sabes dónde vas más tarde.
Mi mano se queda en el picaporte, pero no hago ademán de mover la puerta. Tiene razón. —¿Dónde voy? —susurro.
—En el restaurante del hotel —me gusta que no se haya burlado—. Va a servir para hacer la relación pública —me explica él.
Abro la puerta del todo, pero no me aparto para que pueda pasar. —¿Cómo pública? —pregunto curiosa.
—No lo sé. A mí personalmente me parece una muy mala idea eso que está haciendo, pero supongo que entiendo sus razones.
—¿Y cuáles son sus razones? —necesito saber por qué tiene que hacer toda esta farsa. ¿Qué es tan importante para tener que fingir estar en una relación?
Veo que titubea un poco. —Yo... —balbucea—. No creo que...
—¡Ya estoy aquí! —una chica, con una melena increíblemente larga rubia, se abra paso entre nosotros. Y entra en mi habitación sin preguntar.
—Aquí está la ayuda de la que te hablaba —murmura Liam.
—Hola a ti también, campeón —la dulce voz de la mujer me agrada—. Soy María, pero puedes llamarme Mery —se presenta, dejando un beso ruidoso en mi mejilla.
—Lali —me presento.
—¡Oh, sé quién eres! —se ríe. Su alegre actitud me reconforta—. Más que un grupo, somos como una familia aquí. Espero que te sientas a gusto con nosotros —sonrío abiertamente.
—Gracias —soy a tiempo de contestar, ya que empieza a vibrarme el móvil. Lo dejo llamar, sin querer saber quién me está llamando.
Mery abre el armario, pero frunce el ceño cuando no ve nada de ropa ahí. Su mirada se dirige hacia mi maleta, y derrama todo el contenido sobre la cama. Inspecciona mi ropa, y su ceño se profundiza aún más. —¿No tienes vestidos?
Niego, insegura. Como suelo usar el uniforme cada día de la semana, no tengo demasiada ropa para el día a día. Lo justo para estar en casa, y uno o dos atuendos para salir. —Estaba pensando en usar la falda negra con la camiseta roja de brillantes.
Agarra las dos prendas que le he mencionado, y las inspecciona. Descarta la camiseta, pero la falda sigue en su mano. —La falda es muy bonita.
—Oye, ¿es realmente necesario todo esto? —pregunto.
ESTÁS LEYENDO
Mine
RomanceUn trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso.