Está vivo. Es en lo único que puedo pensar. Está bien. Está aquí.
Peter, susurra una voz en mi interior, y me aferro a eso. No puedo dejar de mirarlo. Incluso después de todo lo que ha sucedido, después de todas las mentiras, los engaños, el dolor... No puedo dejar de sentirme feliz al verlo.
Contengo la respiración ante lo que se viene, y suelto un suspiro de alivio, pero pronto me entra la ira. ¿Cómo se atreve?
Stella grita, llorando incontrolablemente. Me giro, intentando ignorarlo lo mejor que puedo, aunque me tiemblen las piernas y mi respiración sea más agitada que lo normal.
—No sé qué le pasa —solloza Stella, apenas sin voz.
Me arrodillo a su lado, intentando calmarla, porque Will no tiene heridas visibles, y si son internas, sé que eso es malo. Una sensación de culpa me invade, siempre presente ahí, y es porque, en definitiva, es culpa mía.
—Nos vamos —es la voz de Nathan, que aparece sin ser invitado. Murmura algo intangible entre dientes, y después se dirige hacia aquí.
—No podemos dejarlo aquí —es mi voz la que habla. Peter retrocede un par de pasos al oírla, y supongo que es porque está reviviendo la noche en que lo disparé, ya que es a donde se dirigen mis pensamientos. Cuando nos vimos por última vez. Cuando descubrí quién era realmente Peter Lanzani. Un hombre oscuro.
Nathan mira a Peter, y éste asiente, así que Nathan se acerca hacia nosotras, y se agacha junto a Stella. —¿Qué pasa? —le pregunta, y ella levanta la cabeza para mirarlo. Veo temor en sus ojos, pero también esconden otra cosa, algo más... intenso. Stella deja de llora de inmediato, con tan solo una mirada.
—N... No lo... —tartamudea nerviosa, mientras intenta controlarse—. No... No lo sé. No se... No se despierta —balbucea, rápidamente.
Nathan levanta a un Will inconsciente del suelo, y lo lleva sobre su hombro, cargándolo sin esfuerzo alguno. Stella se levanta de golpe, siguiéndolos rápidamente para no perderlo de vista. Y sé que confía en ellos. Quiero gritarle que no lo haga, que no caiga por sus mentiras, que no se deje engañar, pero sé que sería en vano. Ahora mismo, ella necesita esperanza, y sé que la única manera que va a tener Will de estar bien, es, por extraño que parezca, estando en las manos de estos delincuentes.
Peter me mira, esperando impaciente, y yo me tomo mi tiempo levantándome del suelo, expulsando el polvo no existente de mi ropa. —Tú también —dice, su voz grave, la voz que lo caracteriza. Hace meses no escucho esa voz, y sigue produciendo el mismo efecto en mí, pero ahora sé cómo son realmente las cosas. Ahora sé cómo no caer en sus garras. Cómo protegerme. Cómo resistirme.
—No —es tan solo una palabra. Una negación. Lo digo, casi escupiendo las palabras, pero necesito que sepa que ya no tiene ese poder sobre mí. Necesito que sepa cuanto lo detesto. Necesito que crea que no quiero tener nada más que ver con él, porque también necesito creérmelo yo.
Sus labios se levantan en una sonrisa desafiante. Me entra un escalofrío de repente. —¿Me vas a hacer obligarte, Lali?
Da dos pasos hacia adelante, hasta detenerse frente a mí, y levanta su mano hacia mi mejilla. Su pulgar me acaricia lentamente. Me estremezco ante su toque. No puedo mirarlo, así que mantengo mis ojos hacia abajo. A él, obviamente, no le gusta eso, ya que pone su mano en mi barbilla, y me levanta la cabeza suavemente, hasta que no tengo ninguna otra opción que mirar a sus ojos profundos, que, ante la cercanía, se han vuelto de color verde oscuro. Está tan cerca que puedo sentir el calor radiando de su cuerpo, y me provoca escalofríos.
De repente, se inclina levemente, y antes de que pueda temer lo que vaya a ocurrir, Peter desliza un brazo alrededor de mi espalda, y otra debajo de mis piernas. Cargándome sin esfuerzo alguno.
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Mine
RomanceUn trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso.