Capítulo 28

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—Buen día, nena, tenemos que irnos —un beso en mi frente y esas palabras son lo que me despiertan la mañana del día siguiente.

—¿Dónde vamos? —digo somnolienta.

—A Swansea, Lali —se ríe, mientras me da otro beso.

—¿Qué hora es? —pregunto, cerrando los ojos, y agarrándome fuertemente a la sábana, no queriendo levantarme.

—Te prometo que podrás dormir en el coche, pero tenemos que irnos.

—No quiero —protesto, mientras lo siento levantarme de la cama con sus brazos, rodeándome con la manta.

Me despierto horas más tarde, cuando detiene el coche delante de un acantilado. El paisaje me resulta familiar. —Pensé que dijiste que iríamos a Swansea —digo, confusa.

—Y lo haremos, pero primero tenemos que resolver un par de cosas aquí —me entrega ropa, y la miro curiosa. Miro mi cuerpo, y me doy cuenta de que estoy desnuda debajo de la cobertura.

—¡Peter! —chillo—. ¿Me sacaste así para que todo el mundo pudiera verme? —sé que esas palabras lo van a enfadar, y el resultado es el que me esperaba. La vena en su cuello empieza a hacer visible.

—Nadie te ha visto —gruñe.

—Tú me has visto —me río, mientras empiezo a vestirme como puedo dentro del coche.

—Yo puedo —me lanza una media sonrisa.

Ruedo los ojos, y termino de ponerme la ropa. —¿Qué tienes que hacer aquí? —pregunto, mientras me pongo la camiseta por la cabeza, ahora sí, ya vestida.

—Tenemos —responde él—. Para empezar, tengo la dirección de ese tal Andrew, así que vamos a ir a buscar tu móvil.

Asiento, mientras me da la mano y nos ponemos a caminar. Hace mal tiempo hoy, y en Cornualles o tienes suerte o no. Es el lugar dónde más llueve de Inglaterra, pero también el que hace más sol. Nos detenemos frente a un apartamento delante del mar, y me parece acordarme que dijeron que estaban aquí de visita.

Peter golpea la puerta, en lugar de llamar al timbre, y Andrew abre la puerta en seguida. —¡Hola! —grita entusiasmado cuando me ve—. Pensé que no nos veríamos nunca más, pero creo que el destino tenía otros planes para nosotros dos —bromea, mientras abre la puerta de par en par, invitándonos dentro.

—Buen día —lo saludo, amistosamente. Su amabilidad me hace sentir bien, y soltándome del agarre de Peter, lo sigo dentro de la casa. Peter sigue detrás de mí, y cuando nos detenemos en el comedor, los presento—. Andrew, este es Peter. Peter, Andrew —me siento un poco incomoda ante ese hecho, pero decido que es lo mejor que pudiera haber hecho.

Peter no ha dicho una palabra desde que entramos, sin embargo, Andrew habla sin parar, mostrándome todos los rincones de su apartamento, y su lugar favorito en la casa, las vistas que tiene del mar. Señala a alguien dentro del agua, haciendo surf. —Miren, ese es Drew —ríe contento.

Estoy a punto de hablar, pero Peter me gana a ello. —Muy bonito todo —dice, sarcásticamente, y me extraña que no haya compartido sus opiniones antes—. Pero tenemos mucha prisa, así que, porque no le das lo que hemos venido a buscar, y así podemos continuar con nuestras vidas tranquilamente.

Le doy un golpe en el brazo por su descaro, y me limito a sonreírle amablemente a Andrew. Él mira de mí a Peter, y nuevamente a mí. —¿Podemos hablar a solas? —pregunta, con temor.

Asiento con una sonrisa, pero Peter no parece apreciar ese hecho. —¡Ni loco! —gruñe, mientras intenta agarrarme, pero me escaqueo, y asiento con la cabeza a Adam. Él nos guía fuera de su comedor, y le lanzo una mirada asesina a Peter, advirtiéndolo de que no se atreva a seguirnos.

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