Capítulo 3

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—Hola —saludo, mientras entro en el cuarto donde está Will. Está tendido encima de una camilla, y está paralítico por culpa de la droga, lo único que puede mover es la cabeza, de momento—. ¿Cómo estás? —susurro.

—Bien —tose, y de inmediato intenta no ahogarse.

—Lo siento —me disculpo. No sé qué decirle para que esté bien, pero sé que puedo intentar recuperar a su hija para ganarme su perdón, no que me lo merezca.

Will sonríe, e inmediatamente vuelve a toser. Mira de mí hacia afuera, donde sé que está Peter esperando, y vuelve a poner sus ojos en mí. Me tenso de inmediato. Will está pensando en algo, creando algo en su cabeza, y nunca sale nada bueno de ello. —Así que Lali, ¿eh? —sonríe apenas con fuerza—. Es un bonito nombre.

Me río ante su intento de aliviar la atención. —Gracias —sonrío. Le agarro la mano, y con mi pulgar la acaricio levemente, aun sabiendo que no puede sentirlo, puede ver mi gesto, y eso me basta por ahora. Él mira hacia abajo, donde está nuestras manos, y se vuelve a esforzar para sonreír. —¿Tú estás bien? —pregunta.

—Si, estoy bien —intento contener las lágrimas, pero me resulta imposible, así que le suelto la mano rápidamente para sacármelas.

Will mira atrás otra vez. A Peter. —¿Segura que estás bien? —oigo apenas lo que dice, y le cuesta mantener los ojos abiertos.

Asiento, aunque ya tiene los ojos cerrados. —Estoy bien —le susurro—. Vamos a encontrar a tu hija, Will, te lo prometo —me levanto de la silla, y le aparto un mechón de pelo que le cae sobre la cara.

Me dirijo hacia afuera, cerrando la puerta detrás de mí. El doctor está sentado en un escritorio en la esquina, los papeles esparcidos por toda la mesa. Peter está en la otra esquina, hablando con alguien por teléfono.

Mis pies se dirigen solos hacia el médico. —¿Cuándo va a estar bien? —le pregunto sin rodeos. Él mira hacia arriba, sus gafas en la punta de su nariz. Se las quita para que no le caigan. Agarra algo de la mesa y acto seguido me lo entrega. Miro lo que tiene en su mano y me percato de que es un pañuelo. Lo cojo agradecida, y me intento secar los ojos—. Gracias.

—De nada, jovencita —es un hombre mayor, y el pelo blanco contrasta contra su piel morena—. Soy el doctor Kozlov —me tiende la mano, y se la estrecho con la que no sujeto el pañuelo—. Respecto al señor Deter, la substancia que ingirió era tóxica, y aún no sabemos muy bien el veneno que obtuvo. Intentamos eliminarle la substancia de los lugares obvios, pero no podemos darle ningún remedio hasta que sepamos a ciencia cierta cual veneno es —asiento, mientras explica para que sepa que entiendo—. Sin saber ese veneno, va a ser difícil poder ayudarlo me temo.

—¿Y no puedes hacerle algún análisis? ¿Sacarle sangre?

—Me temo que no funciona así, jovencita.

—Entonces, ¿cómo puedes saber el veneno que ingirió?

El doctor Kozlov se rasca la nariz, un poco incómodo. —El problema es que ese veneno va a mil por hora corriendo por todas sus venas, probablemente ya se haya mezclado con su sangre, y no tenemos forma de saber cuál substancia. Forma parte de su sangre ya. Créeme, lo hemos intentado. Para poder curarlo necesitamos saber el veneno que es, no es una opción al azar.

—Entonces, ¿cómo puedes darle el antídoto si no sabes cuál es? —él se rasca la cabeza nervioso, y mira hacia atrás donde está Peter esperando. Se queda callado, y sé que es porque he dado en el clavo.

Will se va a morir.

El doctor Kozlov me mira con tristeza, pero no dice nada más y se vuelve a sentar en su mena de escritorio, muy concentrado estudiando lo que sea que esté en esos papeles.

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