Capítulo 17

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No sé en qué momento me he quedado dormida, pero horas más tarde me despierto con el móvil agarrado firmemente en mis manos, y a Cleo despertándome suavemente.

—Buen día —le digo, y mi voz suena rara, así que me aclaro la garganta un par de veces—. Buen día —repito, esta vez, mi voz algo más normal, aunque algo rasposa.

—¿Buen día? —pregunta ella juguetona—. Quizás para los de aquí las doce es temprano, pero para los del sud es la hora de comer ya —me dice, soltando una pequeña sonrisa.

—¿Las doce? —pregunto, abriendo mis ojos como platos, y me siento recta en la cama.

Llevo la camiseta de Peter, y me envuelvo en su calor y su aroma, cómo si él estuviera aquí.

—Tranquila, es normal... —me observa curiosamente, inspeccionando por más tiempo del que debería mi zona abdominal. El pequeñísimo bulto, prácticamente inexistente pero ahí, se aprieta contra la camiseta. Cleo vacila un par de segundos, insegura de como dejar caer la gran bomba—. Es normal —balbucea, intentando no tropezar con sus palabras—. Considerando tu estado —por fin termina.

Cierro los ojos con fuerza, y vuelvo a abrirlos para ver como me está mirando. Pero en sus ojos no veo lo que me esperaba; juzgamiento, sino que veo un brillo distintivo de alegría. —¿De cuánto estoy?

Cleo me sonríe, ya habiendo escuchando anteriormente de mi boca sobre mi embarazo la última vez que me revisó, pero con sus análisis lo ha podido confirmar al cien por cien, ya que necesitamos los detalles exactos. —Cuatro meses —confirma, y deja caer unos papeles encima de la cama, mientras Cleo se sienta en ella también—. Y no estás débil por el intento fallido de aborto por parte de los Gallico... —dice muy lentamente, y detecto algo en su voz, preocupación quizás, o suspicacia tal vez. Sea lo que sea, su forma de hablar me alarma de sobremanera.

—¿Cómo? —pregunto, realmente confusa—. ¿Por qué estoy así entonces? Es por... —trago duro, intentando no temblar—. ¿Es por mi hijo? ¿Está bien? —y me temo lo peor—. ¿Es por que no sabía que estaba embarazada? ¿Por qué no me cuidé como debería? —pregunto con pavor, necesitando saber la respuesta. Necesitando saber cuál es la solución para que mi hijo nonato esté bien—. Apenas se nota mi panza —dijo, poniendo una mano sobre ella protectoramente—. Y a veces me encuentro mal, pero no siento como si realmente tuviera a mi hijo dentro de mí.

Los ojos de Cleo se iluminan, y suspira aliviada. —Exacto —es la única palabra que me dice, y me deja perpleja.

Intentando aparentar tranquilidad, y no como si los nervios me comieran por dentro para escupirme al exterior, respiro hondo un par de veces, mi voz temblando al hablar. —No entiendo.

Cleo pierde la sonrisa al ver que no la he entendido, y me encojo de hombros para que continúe. —Alguien se ha estado asegurando de que eso no ocurra.

Mi confusión aumenta al segundo cada vez más. —Sigo sin entender.

—Estás embarazada de cuatro meses —vuelve a repetir, y asiento, porque esa información ya me la ha dicho, pero si lo repite es porque esa parte es importante—. Pero desde hace ocho alguien te ha estado subministrado un químico... —vacila, buscando la palabra correcta—. Raro —es la que utiliza.

No me gusta ni un pelo por donde va esto, pero necesito saberlo. —¿Qué químico? —pregunto con seguridad, aunque mi cabeza vaya a mil por hora.

—No lo sé —suspira—. No lo tenemos en nuestra base, y he buscado en internet, pero tampoco sale nada por el estilo. Creemos que es una droga experimental. No sé si la han probado antes o no, pero la están usando contigo.

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