Capítulo 17

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Perdón por la demora, pero aquí está... ¡Disfruten!

Suspiro agotada cuando cierro la puerta un poco demasiado fuerte detrás de mí. Hoy ha sido un día agotador. Han pasado dos semanas desde ese acontecimiento. Mi vida diaria se resume en trabajar, ir a casa, y dormir.

Peter desaparece por el día, pero ha estado viniendo en mi cuarto, metiéndose en mi cama cada noche desde entonces. No hemos hablado desde que lo rechacé, pero eso no ha estado deteniéndolo. Aunque sin embargo nunca llegamos a nada más. Simplemente estamos tumbados ahí, sólo con besos, nada de toqueteos. Y no sé que es lo que me enfurece más, el hecho de que no lo hacemos, o de que Peter esté tan calmado con ello, que ni siquiera lo intente.

Me dirijo hacia el baño que hay en mi habitación, y tomándome mi tiempo me tomo una ducha caliente. Refrescante.

Empiezo a pensar en él otra vez. Recuerdo cuando me agarra posesivamente de la cintura, proclamándome. Cuando susurra en mi oído, enviando escalofríos por todo mi ser. Cuando deja besos en mi cuello.

Mis dedos han empezado a jugar con la punta de mis pezones, tirándolos suavemente, pero se siente demasiado bien.

Hay algo en Peter que me hace sentir.

Mis dedos se dirigen hacia el sur, y gimo.

—¡PETER!

Pero es el grito de otra mujer.

Salgo de mi fantasía, jadeando pesadamente. ¿Otra mujer gritando su nombre?

Siento una presión en el pecho, pero ignoro el sentimiento. No se está acostando con ella. No. Pero la duda sigue ahí, así que, vistiéndome rápidamente, salgo de ahí en busca de él.

Tardo dos minutos en encontrarlos. La voz de la mujer imposible de ignorar. Oigo unos lloriqueos y me detengo, ¿está gimiendo?

Por favor, que no sea lo que estoy pensando. Enfadada, rezo para que no estén haciendo nada antes de entrar por la puerta del comedor.

Peter está sentado en el sillón, de espaldas a mí. Se está atando los zapatos como el que no quiere la cosa. Pero la mujer me ve. Tiene todo el rímel esparcido, y las lágrimas son visibles ahí. Nos miramos mutuamente. Me resulta familiar. Como si la conociera de algún lado, aunque no recuerdo cual.

Peter levanta la cabeza, extrañado de que ella haya dejado de gritar como una histérica. Sus ojos se encuentran con los míos, y sus ojos verdes son oscuros hoy.

—¿Ella? —se mofa—. ¿Esta es la guarra por la que me has cambiado? —su risa es histérica, como ella.

—Te pido que te marches —Peter se levanta, y se cruza de brazos, irritado.

—¿Me has cambiado por ella y ni siquiera has tenido las agallas para decírmelo? —grita—. ¡Tuve que enterarme por la prensa que mi novio está comprometido con una zorra! ¿Cómo crees que me siento yo?

—Isabella, nunca hemos estado juntos.

Ante la mención de su nombre soy consciente de que ella es Isabella Red. La modelo más sensual y famosa del momento.

En lugar de calmarla, su declaración la enfurece más. —Me has cambiando por una limpiadora de cuarta. ¡Esto es increíble! ¡Todo hice por ti! ¿Sabes cómo me deja esto ahora delante de todos? ¡Fatal! —sus lágrimas de cocodrilo no paran de caer. Pero son más de rabia que otra cosa.

Me dirijo hacia Peter, y me pongo delante de él. Agarro sus brazos para que me rodeen mientras mi espalda da contra su pecho.

—Te pido que por favor te marches —repito las palabras de Peter, pero más educadamente.

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