Capítulo 16

2.9K 167 29
                                    

El viaje de vuelta es silencioso, y muy tenso. Y cuando llegamos a Londres, me apresuro rápidamente hacia el hotel.

Pero Peter me agarra la muñeca, y se apoya contra el capó de su coche. Se cruza de brazos, mientras fija su mirada en mí, aunque no veo sus ojos detrás de los lentes de sol.

—Lali, necesito que me beses —susurra, un poco inseguro de sí mismo. Pero gana otra vez esa confianza que lo caracteriza ya que me besa profundamente, sin darme tiempo a reaccionar. Exploro su boca, que sabe a una mezcla de hierba fresca. Su labio mordisquea mi labio inferior, y abro la boca para él.

Sorprendentemente, el que se separa primero del beso es él. —Lali, lo que pasó anoche... —se rasca la cabeza, no sabiendo por donde continuar.

—Ni te gastes. Eres un cabrón —espeto—. Y sabía que lo eras antes de acostarme contigo, así que ni lo intentes porque no te voy a creer —intento buscar algo que me deje saber que estoy equivocada, pero no encuentro nada, así que digo lo que sé que lo va a cabrear: —Quizás fuiste el primero, Lanzani, pero no vas a ser el último.

Frunce el ceño, cuidadosamente. —¿Así que sí me diste tu virginidad? —me pregunta desconcertado, con una sonrisa permanenteen su rostro—. Me gustó tanto que me pareció imposible que no lo hubieras hecho antes. Pero no te preocupes, vamos a hacerlo muchísimas más veces. Te lo aseguro —me guiña.

—¿Para qué? ¿Para qué después de ello cambies radicalmente y empieces a atacarme?

—Nena, todo lo que hago es para cuidarte. Estaba intentando protegerte —hace una pausa—. No tienes idea de lo que estoy haciendo para cuidarte.

Lo fulmino con la mirada, aunque su declaración me deje confusa. —No te pedí que me cuidaras. No quiero nada de ti.

—Yo lo quiero todo.

Estoy por contestar, pero aparece alguien detrás de Peter que me hace callar de golpe. —No vuelvas a hacer eso—me reprocha esa voz, que pertenece a Adam.

Nathan se acerca a un paso silencioso hacia nosotros, y se aclara la garganta para hacerse visible. —Tiene razón —su voz profunda me alarma, y lo miro en duda—. Llegó ahí que no sabía qué hacer, parecía patético el hombre.

Lo miro de él, a Adam, a Peter, y nuevamente a él. —¿Estabas en Kent?

Asiente cuidadosamente. —Liam, y yo teníamos que estar por ahí, ya sabes cómo las cosas funcionan.

—Es gracioso —dejo ir a una risotada falsa—. Por qué no lo entiendo. No tengo idea de cómo funciona nada —le doy una mirada furiosa a Peter, para darles la espalda mientras entro en el hotel, no mirando hacia atrás.

Soy seguida de Adam, que camina a mi lado. —¿Cómo vas, Lali? —su sonrisa llena de felicidad.

—¿Cómo vas tú, Adam?

—Bien... Muy bien en realidad —Vuelve a mostrarme esa sonrisa, y lo único que puedo hacer es sonreírle de vuelta, es contagiosa.

—Me alegro por ti —dejo ir—. Esa sonrisa no tendrá algo que ver con tu misteriosa parejita, ¿verdad?

—Puede.

Entramos en el salón de encargados, y afortunadamente somos los únicos ahí de momento.

—Tuvimos una cita este fin de semana —me confiesa contento—. Y fue increíble.

—Puedo decirlo —me río junto a él—. Pero, oye, ¿cómo supiste lo de mi huida fallida? —su sonrisa desaparece, y una mirada de culpa se posa en su rostro, y empiezo atar cabos—. Adam, ¿qué hacías en Kent en la casa de Peter?

—Nada, Lali —traga nervioso—. Tuve la cita en Kent, y dio la casualidad de qué...

—No me vengas con mentiras, Adam —lo detengo en seco, no queriendo oír más sus excusas—. ¿Por qué sientes la necesidad de mentirme? Adam, esta cita... Fue con... —lo miro detenidamente—. ¿Con quién estás saliendo?

Aparta la mirada de mí, y mira hacia el suelo. —Me entiende, Lali —empiezan a entrar los otros trabajadores, dando por terminada nuestra conversación, pero no sin antes añadir: —Además, tiene algo que...

Sale de la sala sin terminar su frase, consiguiendo lo que quería: dejarme confusa.


Siento a alguien tumbarse a mi lado esa noche mientras estoy en la cama, pero no me giro para mirarlo. Su cuerpo se posa debajo la manta mientras me rodea con su brazo, atrayéndome hacia él.

—Peter, ¿qué haces? —intento alejarme, pero él no me deja ir muy lejos.

—Shh —susurra contra mi oído—. No me gusta que estemos peleados.

Me giro como puedo para encararlo, y sus ojos me miran profundamente. —¿Y de quién es la culpa?

—Dime que somos amigos —me pide, casi rogando.

No lo contesto, así que me agarra de la cadera, y me posiciona debajo de él.

—Quiero estar contigo —declara, su cara a centímetros de la mía. Abro la boca, pero no sale ninguna palabra de ella—. Dime que quieres estar conmigo —baja su cabeza, para dejarme un beso en la mandíbula, y siento su nariz contra mi cuello. Mi cara de asombro da todo a entender. ¿Qué le pasa? —¿Qué te pasa? —susurro, ante su atenta mirada.

—Te necesito —su voz es ronca, pero segura—. No soporto la idea de alguien haciéndote daño, y verte sufrir. Y más sabiendo que yo soy el causante de ello —respira contra mi cuello, y deja un beso húmedo en el—. Hay muchas cosas que no sabes de mí, Lali. Cosas que si supieras no querrías verme jamás, que me odiarías, y no quiero ni imaginar lo que sería mi vida sin ti. Tengo muchos secretos, pero voy a intentar arreglarlos —suspira pesadamente—. Todo lo que necesito es tiempo. Y que confíes en mí. Es lo único que te pido.

Lo observo detenidamente. Este hombre que me vuelve completamente loca. Que a veces me hacen pensar que es el hombre más estúpido y grosero, y lo detesto, pero sé que no puedo dejar de pensar en él. Y lo que me hace sentir cuando estamos juntos. Lo que me hizo sentir ayer, cuando perdí mi virginidad con él, no puedo siquiera imaginarme compartiendo con otro hombre lo que tengo con él, tan físicamente como sentimentalmente.

Pero es la parte mala la que me alarma.


Sus cambios de actitud tan repentinos que me dan miedo. Que nunca se dónde voy a terminar parada.

—No —susurro, con un nudo en la garganta. Tengo que hacer esto. Tengo que rechazarlo.

—¿No? —alza una ceja.

—No, Peter —suspiro—. Ahora sal, y déjame sola —Intento no balbucear mientras suelto esas palabras, pero me es imposible. El nudo cerrándose cada vez más.

Lo siento tensarse, no esperando esa reacción de mí. —No te creo, nena —me suplica.

Lo ignoro, y me aparto de él, no queriendo, no pudiendo, sentir su piel contra mí. —Me da igual, Peter —una lágrima se me cae, pero intento no hacer caso de ello—. No quiero estar contigo —me tiembla la voz al hablar.

Peter no dice nada, pero tampoco se marcha. Simplemente se acerca a mí, y me rodea con uno de sus brazos, acercándome más hacia él, y no dejándome ir.

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora