Mis ojos se abren lentamente, mientras siento el pecho de Peter subir y bajar a cada respiro que da. Me quedo unos minutos admirándolo. Está calmado, no alterado a causa de todo el estrés en el cual lo he sometido estos últimos días. Y aunque me dolería sin cesar, no lo culparía si decidiera abrirse. Él no tiene porqué luchar una batalla que no es suya. Lo contemplo con todo el amor que siento por él. Como si en esa mirada se lo estuviera dando todo.
Sus brazos me rodean fuertemente cuando intento moverme, y me muerdo el labio inferior ante lo que provoca él en mí. Intento escaquearme, pero Peter no me suelta. Su pecho vibra a causa de una pequeña risa que no logra contener, y sé que se ha despertado.
Le doy un beso casto en sus pectorales, mientras con mi boca voy bajando hacia el sur. Me suelta sin protestar, y me deja hacer. Pero me detengo en su abdomen. Hay un moratón que le cubre toda la parte inferior. Frunzo el ceño ante lo que veo. No puede ser el mismo.
—¿Peter? —pregunto en un hilo de voz.
—¿Hmm? —pregunta, soñoliento.
—¿Qué es esto? —lo toco ligeramente, y él se encoge ante el contacto. Señal de que le duele. De que es reciente. Abre la boca para hablar, pero lo interrumpo—. Y no me digas que no es nada —lo reprimo, ya sabiendo a donde se dirigen sus argumentos.
Peter bufa y se pone de pie, saliendo de la cama y de su habitación. Desaparece por la puerta, y mi confusión aumenta cada vez más. ¿Cuál es su problema?
Se viste de camino al comedor y se detiene ahí. Lo empujo con todas mis fuerzas contra la puerta, pero, aunque se tambalea un poco, no se mueve del lugar. —¿Qué mierda te pasa? —le grito, enfadada.
—No me pasa nada, Lali, simplemente llego tarde a trabajar —señala el reloj de la pared—. Y tú también por lo visto. No me des un motivo para despedirte.
—Te encantaría —le espeto.
Arquea una ceja. —¿El que? —pregunta, cauteloso.
—Despedirme. Que me vaya. No verme nunca más —gruño—. Dímelo. Si eso es lo que quieres, ¿por qué no me eres sincero por una vez y me lo dices a la cara? —veo que respira hondo un par de veces, pero yo no puedo calmarme. Me saca de mis casillas—. ¿Quieres dejarme? Hazlo entonces —escupo.
—¿Es eso lo que quieres?
Niego un par de veces. —No. Eso es lo que tú quieres —digo, haciendo énfasis en el "tú", mientras lo señalo—. Ayer estabas igual de frío —le suelto—. Desde que te conté mi historia, estás hecho un hielo —le confieso—. Estás raro.
—No tiene nada que ver contigo —es lo único que me dice, y se dispone a marchar, así que, nuevamente, lo empujo contra la puerta.
—¿Entonces qué mierda pasa, Peter? —me sale un sollozo, e intento esconderlo antes de que él se dé cuenta. Pero por su mirada, me doy cuenta de que ha sido en vano.
—Me pasa que no sé cómo controlarlo —me da vuelta él, y ahora soy yo la que estoy contra la puerta, con el cuerpo de Peter pegado al mío—. No sé cómo hacer para que no te pase nada.
—¿Y te piensas que tratándome mal e ignorándome vas a conseguir que esté bien?
—Estarías bien lejos de mí.
—¿Para ti o para mí? —lo desafío.
—Para ti —suelta de una—. Todo lo que hago es por ti.
—¿Y no has parado a preguntarte que es lo que yo quiero? —suelto en un susurro. Su proximidad a empezado a afectarme, y no puedo pensar con claridad.
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Mine
RomanceUn trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso.