Perdón por la demora, ¡disfruten! x
Siento sus besos por toda mi cara hasta que bajan a mi cuello. Inspiro profundamente y su aroma me envuelve. El olor fresco de menta y pino es lo único que puedo oler, y me encanta.
Abro los ojos con lentitud, no queriendo que pare, pero cuando se percata de que estoy despierta, levanta la cabeza para mirarme. —Buen día, nena —me seduce. Acaba de salir de la ducha, ya que su pelo está todo mojado, y sólo lleva puesto los pantalones, dejándome admirar su pecho desnudo.
—Buen día —murmuro somnolienta.
Tiene sus brazos uno a cada lado de mi cabeza, y baja su boca a la mía. Su lengua danza al ritmo de la mía, y sus dientes ponen lo justo de presión en mis labios para consumirme.
Se separa del beso, y me sonríe plenamente, para después dejar un rastro de besos por todo mi cuerpo. Me saca la manta, y como estoy desnuda debajo de ella, no le supone ninguna dificultad lamer mi cuerpo como un pequeño león.
Cierro los ojos para sentir más la exquisitez de sus besos, y lo siento ahora en mis pechos. Se entretiene con ellos durante un buen rato, muy calmadamente, mientras succiona uno de mis pezones en su boca con delicadez. Miro hacia abajo, y sus ojos verdes mi miran directamente. La lujuria en ellos palpable.
Arrastra sus labios por mi estómago, y suelto un suspiro, incapaz de contenerlo porque su toque me está volviendo loca.
Su risa entrecortada hace cosquillas en la suave piel de mi barriga, lo que me hace retorcerme ligeramente.
Pongo mis manos en su cabello para sentirlo debajo de la punta de mis dedos. Es una tortura exquisita. —Por favor —murmuro inocentemente, incapaz de contener los latidos provenientes de mi feminidad cuando va bajando lentamente hasta ella. Dejo caer mi cabeza encima de la almohada otra vez, apartando mis manos de su pelo, esperando ansiosa para sentirlo ahí abajo.
—¿Qué mierda es esto? —escucho que brama Peter enfadado.
Su brusquedad me sorprende, y me levanto de inmediato, preocupada por lo que sea que le haya ocurrido en los segundos que tardó de ir desde mi ombligo hasta mi intimidad.
—¿Peter? —pregunto, preocupada. Miro hacia abajo pero no veo nada fuera de lo normal.
Peter no aparta los ojos de mí, y cojo la manta para intentar taparme, pero él no me lo permite. —¿Qué pasa? —vuelvo a preguntar, nerviosa.
—Estás sangrando —dice, su voz tensa—. ¿Por qué mierda estás sangrando? —cierra los ojos con fuerza para abrirlos inmediatamente—. Mierda —maldice, indignado—. ¡Joder! —se grita a sí mismo—. Te hice daño.
Me mira con culpabilidad, y me siento en la cama para ver la mancha de sangre en la cama. Es bastante grande, y entro en pánico en seguida. No tiene nada que ver con la regla. Es imposible que me haya bajado, considerando que estoy embarazada. La sangre sólo puede significar una cosa, pero no quiero ni pensar en ello. No forma parte de las mil explicaciones que puede haber por ello. No es ni siquiera una posibilidad.
—Joder, ven aquí —maldice él, y quiero decirle que no es su culpa, pero no me salen las palabras. Siento cómo los brazos de Peter me rodean, y me llevan al baño. Dentro, hay una bañera gigante, y me deposita ahí con cuidado. Abre el grifo y humedece una de las toallas del lugar, para empezar a limpiarme, cómo hizo anoche—. ¿Te duele? —pregunta entre dientes. Niego con la cabeza, porque no me duele en absoluto. Me siento un poco rara, especialmente después de haber estado más de tres meses sin tener relaciones, pero no me duele—. Lo siento —dice apenado.
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Mine
RomanceUn trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso.