Capítulo 20

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—Tienes razón —me sonríe tristemente—. Pero todo lo que hago es por ti. Sólo tú.

—Peter, yo... —retrocedo, algo insegura. Peter se encoge al escuchar mi voz, pero se recompone en seguida.

Detiene mis palabras con la mano, no queriendo escuchar lo que voy a decir. ¿Acaso tiene miedo que vuelva a herirle? —¿Quieres venir conmigo? Sigues estando embarazada, y preferiría que estuvieras sentada cuando te lo cuente todo.

Asiento, y lo sigo, dirigiéndonos de vuelta a donde estábamos al principio. Y entramos en una casa en construcción y en grave necesidad de atención, ya que todo está por todos lados.

Peter se acerca al sofá qué hay cubierto por un plástico, y lo levanta sin rechistar. Me hace un gesto para que me sienta y lo hago, y se me encoge el corazón cuando en lugar de sentarse a mi lado, se sienta en uno de los sillones que van a juego con el sofá.

—Quizás debería haber hablado contigo —empieza a explicar, y lo dejo que siga, no queriendo interrumpirlo—. No haberte dejado en la sombra tanto tiempo. Pero sabía que, si hablaba contigo, iba a arrastrarte hasta aquí. Esto debía ser sorpresa. Volví hace dos semanas, y tenía que ponerlo todo en marcha antes de volver a ti, pero no te habría dejado. Sabes eso, ¿verdad? —lo miro, sin saber que más hacer—. Compré este lugar para nosotros —mis ojos se abren ante sus palabras, y observo mi alrededor. La casa es grande y espaciosa. El lugar es ideal, cerca de la ciudad, pero a la vez fuera rodeada de campo—. Necesita muchos arreglos, pero iba a ser la casa ideal. Lo tenía todo planeado. Si quieres te hago un recorrido para que te hagas una idea. Saber si te hubiera gustado.

Está hablando en tiempo pasado todo el tiempo. Y no sé que sacar de eso. Sigo cabreada a más no poder, pero quiero cualquier reacción de él, menos esta. Se siente como una despedida.

Lucho contra las lágrimas, y asiento, poniéndome de pie. Veo a Peter acercarse para ayudarme, pero se detiene en seco cuando se da cuenta de sus actos, y deja caer los brazos a su lado.

—Esto es el comedor, como habrás supuesto —empieza a narrar—. La decoración te lo hubiera dejado a ti, pero me imagino una mesa enorme por ahí —señala una parte del comedor que está escondida por una pared, pero las otras dos, están hechas de vidrio, dejando ver las magníficas vistas que ofrece el lugar. Es increíble. Podría mirar esto toda la vida, y no me cansaría—. Esto hubiera sido la cocina —me enseña rápidamente, ya que, aunque el espacio sea bastante grande, no hay absolutamente nada dentro. Ninguna indicación de donde iría qué—. Al final del pasillo hay tres habitaciones vacías. Una debería haber sido para un gimnasio, definitivamente, y las otras dos, había pensado para un estudio, o una biblioteca, lo a que a ti más te gustara —dice pensativamente—. Hay una piscina fuera, pero no sé si hubiéramos podido usarla mucho, considerando el tiempo que hace por aquí. En verano, quizás —se ríe tristemente, y me indica los escalones—. Después de ti —subo de uno en uno, sintiendo a Peter muy cerca, pero a la vez tan lejos, que hago todo lo que está en mi poder para no girarme, estamparlo contra la pared, y perderme en su boca—. Habitación número uno. Dos. —ninguno de los cuartos tiene puerta, y me los muestra muy por encima—. Tres. Cuatro —me sigue indicando—. Todos tienen baño propio, pero hay también un baño familiar al fondo a la derecha —llegamos al otro lado, y señala un espacio con más escalones—. Esta es mi parte favorita —me indica, y subo yo primera, intentando no tambalearme ante los nervios. Una vez arriba de todo, abro la puerta.

Jadeo en sorpresa, mis manos cubriendo mi boca. Y es que es... Vaya. Es un panorama increíble. Todas las cuatro paredes están cubiertas de ventanas, dejándome admirar el asombroso paisaje que ofrece alrededor de la casa—. Y éste iba a ser nuestro cuarto —dice, ofreciéndome una sonrisa que no llega a sus ojos—. La puerta de ahí lleva a un baño que es la hostia —sin poder contenerme, toda emocionada, abro una puerta que lleva hacia abajo a un espacio realmente grande. Cómo todas las habitaciones de la casa, no hay nada, pero cierro los ojos imaginándome donde iría qué—. Había pensado poner ahí un jacuzzi —susurra en mi oído, señalando con el dedo un rincón del cuarto—. Así cada noche, podríamos relajarnos en él y hacer el amor muy dulcemente...

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