¡Hey! Gracias por seguir aquí, por estar. Les pido enormemente millones de disculpas, y nos volvimos a ver. Espero que estén todos bien en estas circunstancias tan extrañas en las que nos encontramos en estos momentos, y tenemos que ser fuertes. "Porque pueden vaciarte, pueden quebrarte, pero toma mi mano para aferrarte. ¡Resiste!"
—¿A dónde vamos? —pregunto impaciente, observando el paisaje a mi alrededor. Hace dos horas dejamos la ciudad, y seguimos en la autopista.
—Te dije que era una sorpresa —responde con una sonrisa—. Si te lo digo, ya no será sorpresa. ¿No crees?
—Cuando dijiste sorpresa, pensé que te referías a Londres.
—No —niega con la cabeza. Suelta una mano del volante para agarrar la mía, y entrelaza sus dedos con los míos—. Te va a gustar, vas a ver —intenta reconfortarme.
Pero no necesito que lo haga. Estoy extasiada por la sorpresa. Necesito un respiro de todo esto, y es agradable poder pasar tiempo con él. Le doy un beso en la mejilla sin contestar, y veo como lucha contra una sonrisa.
Seguimos así el resto del camino. Su mano ocasionalmente separándose de la mía cuando tiene que cambiar de marcha, pero después la vuelve a juntar.
Unas horas más tarde, veo aparecer una playa que parece no tener fin. El lugar no me resulta conocido, y no tengo ni idea de donde podemos estar. Desvía el coche de la carretera para adentrarse en la playa, aparcando el vehículo en la arena.
—Llegamos —pronuncia. Se saca el cinturón y sale del coche con prisa. En dos segundos está al otro lado, abriendo mi puerta. Me ofrece su mano y se la doy sin dudar mientras bajo del coche.
Empezamos a caminar, alejándonos de la playa y adentrándonos en el pueblo. —Siento que voy demasiado arreglada —digo con sinceridad, apuntando al vestido granate elegante que elegí llevar hoy. Me llega hasta debajo de las rodillas, pero tiene un corte en el lateral izquierdo, dejando ver un índice de piel debajo. Es algo ajustado, aunque muy fresco, así que se puede visualizar mi pequeña panza de cuatro meses.
Peter detiene sus pasos, y me paro yo también a su lado. Sus ojos recorren mi cuerpo con ansia. Un calor me invade por dentro ante su intensa mirada. Pero yo hago lo mismo. Dejo a mis ojos deambular por todo él. Va vestido de traje, de color negro, con la camisa blanca. Está guapísimo.
—Eres preciosa —suelta en un suspiro, y sin poder contenerlo baja su cabeza para darme un beso. Corto pero intenso.
—Tú también —suspiro, aún de puntitas y con los ojos cerrados.
Peter suelta una carcajada, pero no dice nada más, mientras seguimos caminando.
Se detiene delante de un hotel muy rústico. Los ventanales son grandes y amplios dejándote ver el ambiente que hay dentro. Parece estar lleno, pero eso no impide a Peter acceder por la puerta principal.
Justo al entrar, aparece un trabajador al instante. —Bienvenidos —nos saluda, cordialmente. El interior es de estilo clásico, pero muy elegante.
—Gracias, hola —contesto con una pequeña sonrisa, cuando veo que Peter no hace ademán de contestar.
Ignorándolo, pasa de largo, sin soltar mi mano, adentrándose en el hotel.
—Disculpe, señor —el trabajador nos persigue. Intento pararme, pero Peter sigue avanzando—. ¡Señor, no puede entrar sin reserva previa!
Esto si hace detener a Peter, pero solo para fulminar con la mirada al pobre hombre que sólo está intentando hacer su trabajo. Hay unos segundos de tensión, y observo a Peter detenidamente, sin perder detalle de sus acciones. Nunca dejará de sorprenderme de como puede pasar de caliente a frío en un santiamén.
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Mine
RomanceUn trato. Eso era todo lo que se suponía que era. Un acuerdo entre dos personas. Sólo eso.